El sentido de la Cruz a la manera de Jesús...

Autora: Kary Rojas

 

 

En la experiencia de sentirnos amados y amar a Jesús, surge el camino que nos permite conocerlo, descubrirlo, contemplarlo y sentirlo en todo lo que a diario vivimos, así nos sea fácil o difícil entenderlo…

Y fue en la cruz donde se consumó e hizo pleno su amor por nosotros… una cruz que representa muchas veces humillación, olvido, carga, dolor profundo, soledad, abandono, desilusión, desconcierto… pero que en ella se hace verdad el morir a sí mismo, el instaurar en el mundo la grandeza del amor, capaz de perdonarlo todo, de asumirlo todo, de vencerlo todo, sin perder la fe, la esperanza y la paz que debe Reinar en un corazón que se entrega por entero a Dios…

Paso a paso, cayendo una, dos y hasta tres veces en el camino, cargando sobre sus espaldas el peso de la cruz, impuesta, confiada, delegada, aún sin merecerla… Viendo también como se alejan, se esconden y hasta le dan la espalda aquellos a quienes alguna vez llamó amigos, Jesús, nunca reclamó ni renegó, siempre mantuvo su mirada llena de amor, de misericordia, de perdón… se permitió experimentar el más grande y profundo dolor, lloró, oró, tuvo miedo, hasta pidió apartar el cáliz que le tocaba beber, pero mantuvo siempre encendida en su pecho, la esperanza de la Resurrección que el Padre le prometió y que tanto proclamó…

Y nosotros, que decimos amarlo y seguirlo, muchas veces abrazamos la cruz sin Cristo o a Cristo sin su cruz… aferrarnos a ella solos, es asumir con resignación lo que nos pasa, como un peso o castigo impuesto, como una carga injusta que no entendemos y que solo nos llevará a vivir desde, por y para el dolor… y es ahí cuando nos sentimos abandonados y nos cuesta experimentar el amor de Dios… Seguir a Cristo sin su Cruz, es añorar un caminar cómodo y seguro, sin ninguna clase de esfuerzo y tropiezo, sin sacrificios ni donación… nuestra fe se profesa en las cosas buenas que tenemos y se quebranta ante las dificultades o el dolor… así nunca sabremos lo que es la experiencia de la Resurrección…

Ahora nos queda demostrar y expresar ese amor que manifestamos tenerle, esa Fe que proclamamos sentimos, esa esperanza que aseguramos gozar… Identifiquemos aquello que tanto nos pesa, nos duele, nos cansa y debilita, como una Cruz que no debemos soltar ni renegar, tampoco se trata de asumirla con resignación y sin Jesús… puede ser ella, la incomprensión, la enfermedad, la fragilidad propia y de los que amamos, la soledad, los defectos contra los cuales luchamos, los miedos que nos persiguen, la impotencia ante ciertas situaciones que quisiéramos cambiar o mejorar, los tropiezos, las caídas, el desamor, los vacíos, los sueños lejanos que parecen imposibles de alcanzar, haciéndonos sentir nuestros esfuerzos vanos… Miremos todo ello como nuestra cruz, algo que nos pesará de acuerdo a como la asumimos y aceptamos, y solo nos llenará de amargura, si la abrazamos sin Cristo; no se trata tampoco de llorar aferrados a Cristo muerto y crucificado, sino contemplar al Cristo que ha vencido la Cruz y ha resucitado.

Es entonces, que este caminar con la cruz, de la mano de Jesús, nos mantiene la mirada fija hacía la resurrección, donde sabemos que cada día es una nueva oportunidad, la noche no es eterna, el sol tarde que temprano brillará, la semilla dará frutos, el dolor que se asume con amor y desde la fe, no deforma el alma, la transforma, la asemeja a Aquel que cargó no a la fuerza, sino movido, impulsado, sostenido por la fuerza del amor…

Entiendes todo esto?... hoy lo escribo, pero realmente es un desafío y una llamada a vivirlo… porque es lo que le da sentido a nuestra vida, es lo que se hace respuesta ante tantas preguntas inciertas, es lo que nos da la fuerza que muchas veces no sabemos de dónde nos viene… es lo que nos devuelve la ilusión y no deja que se apague la luz de la esperanza y la paz, que nos muestra el camino de Cruz, hacia la plenitud del amor que se entrega sin medida y muere así mismo para luego resucitar con y en Cristo Redentor.