En memoria mía, amense como los amo yo

Autora: Kary Rojas

 

 

A quiénes invitamos a nuestra mesa? A los que más amamos, a los que llamamos amigos o sentimos conocidos, a los que encontramos más cercanos, a los que necesitamos compartirle o expresarle algo, y también por cortesía, invitamos muchas veces, a quienes han tenido algún gesto fraterno y por ello nos sentimos comprometidos… qué difícil es compartir todo de nosotros mismos, con el que encontramos a nuestro paso, al que rechazamos porque sentimos diferente, al que le ponemos barreras o preferimos no acercarnos, porque nos ha fallado o herido… cómo cuesta sentarnos al lado, del que un día fue especial, pero hoy ya nada es igual, porque se acabó el amor o la amistad… 

Jesús invita a quien encuentra en el camino, al pecador y al señalado, al que ha sido rechazado, a los que se llaman sus amigos, a aquel que sabe lo va a traicionar, a los que le dejaran solo en la dificultad, al que lo negó, al que más le amo; nos convida a nosotros mismos que tantas veces asumimos cualquiera de estas posturas y es ahí, en esa cena, donde se nos declara lo que es el verdadero Amor y nos pide que hagamos eso en memoria suya… 

Qué difícil es servir, cuando preferimos ser servidos; cuánto cuesta perdonar y dar el primer paso, cuando estamos heridos u ofendidos; hay gestos que sabemos nunca asumiremos, menos los que signifiquen quizás humillarnos, porque merecemos ser enaltecidos… Que loco parece ser el amor que se olvida de sí mismo…

Esa es la grandeza del amor que nos dejó Jesús como mandamiento Divino; el que es humilde y sencillo, rompe las barreras que se inventa la humanidad para condicionar su manera de vivirlo. Es el amor que El mismo nos enseñó cuando dándonos ejemplo se inclinó y sirvió a los que sentó en su mesa, y se quedó para siempre con nosotros en el Pan y en el Vino. Cuáles son los signos que dejamos como herencia, para eternizar el amor o la amistad que sentimos? Somos capaces de hacernos como el Pan que es partido y compartido; o será que asumimos el rol del vino, que en su entrega silenciosa, se deja ser catado y bebido.

Hoy como siempre somos invitados a participar de este Misterio de Amor, pero a veces estamos demasiado ocupados, otros quizás prefieren seguir de largo y a muchos más les cuesta entender y contemplar, el que exista alguien que tenga tanta capacidad de amar, que sienta a todos a su mesa y se dona por entero a si mismo; sin pedir nada a cambio, solo que repitamos en memoria suya, este gesto tan profundo de amor infinito. 

Esto es lo que se renueva en cada Eucaristía, cuando somos capaces de reconocer que fallamos y no tiramos la piedra que acusa; cuando abrimos nuestros sentidos para escuchar y ver a Jesús en tantos signos, cuando ofrecemos lo que somos y tenemos, nos sentimos hermanos, nos damos un abrazo de paz y comulgamos, comemos del mismo Pan y tomamos el mismo Vino… Y al final, saciados, reconciliados y fortalecidos, nos vamos a repetir en los demás todos esos gestos de amor fraterno que hemos vivido y aprendido…

"Nadie tiene mayor amor que Aquel que da la Vida por sus Amigos"
"No hagamos nada a la Fuerza, hagamos todo movido por la fuerza del Amor"

En Memoria suya… Amémonos como el nos Amo… en esto nos reconocerán y podremos hacer de este un mundo mejor…