Nuestras pequeñas diferencias tienen el mismo inmenso valor...

Autora: Kary Rojas

 

 

Intento imaginar el universo adornado de criaturas sin ninguna clase de variedad de especie, tamaño, forma o color; en la cual las estrellas que hay en el cielo, así como las plantas y los animales sean iguales; y los paisajes no estén conformados de diversidad de criaturas que tanto lo embellecen y nos hagan descubrir la grandeza 
de un Dios que todo lo ha creado con y por amor, sin medir, discriminar, rechazar o clasificar en feo y hermoso lo que hay en la creación. 

Me pregunto una y otra vez, qué sería del músico, poeta y pintor; si la inspiración fuera la misma para todos; si los pensamientos y sentimientos que le ayudan a crear no tuvieran pluralidad; cantaríamos todos una y otra vez las misma canción; las casas y museos colgarían un solo cuadro y la gente declamaría ese único poema que surgió…

Parece absurdo lo que digo, muchos levantarán su voz reprochándome quizás lo nefasta de mi reflexión; pero ¿Qué más podría decir cuando redescubro que habito en un mundo que rechaza las diferencias, discrimina a personas por el simple hecho de no poseer su misma apariencia, credo, color o posición?

La humanidad a todo le ha colocado precio y medida; los hombres y mujeres han creado estándares de normalidad que todo lo limitan; han inventado el concepto de lo feo y lo bello, para burlarse, clasificar, señalar, refutar, rotular; atentando así contra la dignidad y el amor a si mismo y hacia los demás. Y así, rechazan 
cualquier limitación; sin darse cuenta que no existe criatura perfecta, que todos somos iguales ante los ojos de Dios. 

Por eso hay muchos que lloran por el lunar que tienen de más, por el miembro u órgano que les faltó, por la forma del dedo gordo del pie, porque la ropa no les horma igual, o simplemente porque el color de cabello y de ojos no es como lo anhelaban para ser aceptados en la sociedad; hay tantos que se quieren morir porque no 
crecieron lo suficiente o no pueden caminar, o quizás porque no entienden las cosas con la misma facilidad. Para los padres se convierte en tragedia, castigo o maldición el que uno de sus hijos nazca rompiendo esos patrones de normalidad; el espejo es utilizado como tortura propia o para intentar adivinar como nos ven los demás; 
se mueren de hambre las jovencitas para ser modelos, se paga cuantiosa cantidad de dinero para operarse y cambiar su fisonomía, simplemente porque no nos aceptamos como somos o dependemos de la opinión que otros tengan de nosotros. 

Hay quienes se suicidan cuando por un mal negocio pierden su posición social; y nos matamos unos a otros al llenarnos de odio y resentimiento por los rechazos que se dan, meramente porque no somos todos iguales y nuestras diferencias nos dan o nos quitan valor ante los ojos de la humanidad.


Qué difícil es que todos logren entender que nuestra mayor riqueza está en la variedad, que nadie existe por error, todos tenemos en el mundo un lugar y una misión; la riqueza y belleza de la creación es la creatividad, porque no existen criaturas iguales, todos los seres y las cosas son únicos e irrepetibles y poseen el mismo valor.

¿Por qué siendo los hombres y mujeres los seres más complejos y aproximados a la perfección, somos precisamente los que medimos y cuantificamos todo, nos complicamos la vida con superficialidades 
que no nos dan nada pero sí nos quitan la felicidad y la paz interior? No discriminan las mariposas a las que no tienen alas del mismo color, ni las vacas se deprimen porque están gordas, ni el perro chihuahua se siente menos porque es más pequeño que el labrador…¿Acaso la razón y corazón en vez de ayudarnos a valorar, 
amar, ser feliz y agradecer; nos llevan a rechazar, llorar, odiar, renegar y padecer?...

La vida es el mayor regalo que nos dio Dios y para disfrutarla puso en nuestras manos un universo rico en formas, especies, tamaños y color; los seres humanos somos su más perfecta creación y en la variedad que existe en cada uno está precisamente el toque de su perfección, por tanto que podemos aportar, transformar, renovar, para así construir entre todos un mundo cada vez mejor.