Sin Dios o con Dios... ¡Tu eliges!

Autora: Kary Rojas

 

 

Hay quienes expresan ante el dolor: ¿Por qué me pasan estas cosas, si yo creo en Dios y trato de hacer todo bien, mientras, los que están alejados y no creen en Él, parece que les saliera todo mejor?... 

¿Cuál es la diferencia entre, estar con Dios o sin Dios?.

Optar por Dios no significa renunciar al dolor, que no hayan muertes ni enfermedades, ni vacíos, ni carencias, y que todo sea alegría abundancia, gozo y prosperidad. Hay cosas en la vida que pasan, porque deben pasar; no son castigos, ni desgracias, ni cuestión de suerte; sólo ocurren así no más, porque así tenía que ser, aunque no lo entendamos ni lo sepamos explicar. 

Pero el asumir cada uno de nuestros momentos con Dios, si le da otro sentido a la alegría y al dolor; de igual modo nos hace ver la vida con otro color... 

La muerte de un ser querido, si se asume con Dios, sigue siendo difícil y dolorosa, la fe no va a impedir que se te desgarre el alma al decir adios al ser que tanto amas; pero sin Dios, es mucho más difícil todavía, deja un gran vacío y desolación; porque desde la fe, la muerte terrenal, es vida celestial; el dolor se transforma en la esperanza, que el ser amado, nos prepara un lugar, al ladito de Dios, en el cual algún día nos encontraremos...

La alegría y los triunfos que se viven sin Dios, se convierten en egoísmo y vanidad, se piensa que fue cuestión de suerte, o que lo obtuvimos como resultado de nuestros propios esfuerzos y sacrificios... Con Dios, la alegría es una bendición, y el triunfo es su galardón, por la entrega y donación; estos momentos de gozo y plenitud, desde la fe, se reciben como un don, una muestra más de su 
inmenso amor, es una alegría para compartir, porque se inunda de paz nuestro corazón...

Los vacíos del alma, sin Dios se convierten en angustia y depresión; la soledad se apodera de nuestro ser, nos domina la desesperación; pero el enfrentar estos instantes con Dios, transforma cada lágrima en liberación, la vaciedad se llena con la esperanza de su amor, hay fuerzas de seguir y no dejarnos rendir, porque más allá de la oscuridad, hay una luz que nos muestra un camino mejor...

La ausencia del ser amado, por una relación que terminó, o un adios que surgió; suele ser desesperante sin Dios, no deja el corazón de llorar, se acaba el amor propio, no reconocemos nuestro valor, se apoderan de nosotros los sentimientos de culpa y decepción; no volvemos a creer en la amistad ni en el amor... Con Dios, sigue doliendo el adios, pero se siente de otra manera el dolor, hay fuerzas para el desprendimiento, se reconstruye el alma, no se pierde la razón... Se recupera la autoestima, sabemos que en algún lugar del mundo, nos espera otra flor...
Una enfermedad o discapacidad, sin Dios, es sentir que una desgracia nos ocurrió, hasta llegamos a pensar que fue un castigo, se pierde la poca fe, se carga sobre la espalda el peso de la desesperación; no sabemos lo que está por venir, nos llenamos de miedo, el dolor se apodera de nuestras fuerzas, se acaba la esperanza, no queremos seguir... Con Dios, la enfermedad no se puede evitar, pero existe una fuerza, una paz interior tan grande, que supera cualquier dolor, 
enfrenta todos los momentos, se logra vivir cada instante por muy duro que sea, como purificación, hasta somos capaces de transformar el dolor en redención. 

No se vive igual con Dios que sin Dios, la diferencia es grande... 
Con Dios siempre hay una esperanza, el alma se llena y se fortalece con su amor; sin Dios, el dolor mata, los vacíos se apoderan de nuestras fuerzas, llega la depresión, la alegría es efímera, no hay paz en el corazón... 

Por eso, aférrate al Amigazo, deja tu vida en sus manos, deja que sea El tu mar, tu viento, tu timón, así, aunque enfrentes la tormenta más grande, no te hundirás, lograrás llegar más allá, a donde El te quiere llevar...