Un minuto con Dios

Autor: Luis Céspedes Soto 

 

 

Nuestra mente y nuestra alma deben de seguir siempre el camino que tenemos señalado por una huellas humanas que dejan tras de si un rastro de dolor y quebranto, paso a paso, con lentitud por el peso enorme que lleva el responsable de dejar impregnado entre piedras y terrones, con sudor y sangre, un camino que lleve al gozo eterno.
Un surco queda atrás, que lo hace el arrastre de una madera que se gasta y desgasta con el roce interminable de su contacto con la barbarie que se comete en el mundo.
Señor, tu caminas entre abrojos y tormentas, entre gritos, lágrimas y mentiras, recorres el camino que una y mil veces se vuelve contra ti y como película de espanto, este valle de amargura, en el que no se vislumbra un final.
Recorres el camino ya recorrido, te caes en donde ya una vez tu rostro toco y beso la tierra, esa que un día viera tus pies de niño recorrer y jugar, sin lamentos, sin pecados, sin improperios de esos que tanto te hacían sufrir y desfallecer.
Porque me pegas, un voz tenue y sin culpa, sin odio y sin rencor, pregunta, porque me pegas, pregunta que podríamos elevar en estos días hacia nuestros adentros, nuestras mentes, nuestros corazones, porque ?.
Solo mirar el vaivén del mundo y ir y venir de la humanidad en un mundo vació y sin alegría, con un gozo fingido que lleva traición crueldad, amargura, donde no llega al oído esa palabra ajena, que pronuncie la dicha, la paz y la prosperidad, que se reclama en lágrimas, mientras la vida camina, pero no tras las huellas, que en la arena un día, marcadas quedaron para la posteridad.
Señor Jesús, como hemos de hacer para cambiar nuestra rebelión, que quizás no la vemos, pero está ahí y destruye a su paso el camino bueno, el camino de amor, que un día regaste con tus pies descalzos y con tu gran pasión.
Señor no negamos que la tristeza y el dolor a menudo nos hace tener un alma inerte y una vida sin razón, pero te pedimos hoy vengas a tu pueblo que se desbasta por una iniquidad o por una vil traición.
Tu Santo Espíritu viene en estos momentos a restaurar la vida, a restaurar de cada uno su misión, pon Señor en cada corazón, la llama ardiente que nos haga ver, que nos haga necesitar y pedir por siempre, nuestra conversión.
Que no nos fijemos tanto en los golpes que da la vida, sino en la fuente eterna que se abre con cada uno, como los que te llevaron a la cruz, sin emitir juicios, ni renegar del mundo, solo pidiendo por su perdón.
Señor, que no nos quedemos en lamentos, propios de nosotros los humanos, sino que del paso por el fuego, salgamos redimidos y llenos de esperanza, si tu conduces nuestra vida, la sabiduría llegará a aflorar, y el amor que quizás desconocemos, posiblemente vuelva con fuerza a vibrar y tengamos humildad y tengamos compasión y dejemos que tu nos develes los ojos, para que como niños podamos alcanzar la gloria, que con tu dolor, ganaste para nosotros.
Amén.
Paz y bien.