El camino de la oración

Autor: Padre Lucio del Burgo OCD

 

 

        Es difícil medir el soplo del Espíritu. Nos resulta imposible clasificar la riqueza de la persona humana. Sin embargo los conocedores del camino de la oración nos hablan de varias etapas.

 

          Cuando una persona descubre a Dios, de un modo espontáneo nace la oración. El tiempo parece que no cuenta. Es una relación sabrosa, llena de gozo y alegría. El corazón se regocija por el encuentro. Son los primeros pasos. Pero esta relación tiene que hacerse  fuerte.

 

          El segundo paso es el de la prueba. Necesitamos el tiempo de la dificultad y del dolor para que el amor madure. Entonces se hacen presentes las distracciones, la sequedad, el sentimiento de perder el tiempo, nos parece que no hacemos nada.

 

          Este es un periodo de gracia. Se presenta la tentación de dejarlo, de volver atrás. ¡No! Hay que seguir adelante y esperar.

 

          Igual que nosotros, otros creyentes han sentido el peso de nuestra humanidad. Ellos son un aliento en nuestro camino. Ellos nos aconsejan emplear distintos recursos para fortalecer nuestra relación: el Evangelio, un icono, una oración que aprendimos de memoria, un canto, la naturaleza...Son formas de concentrarnos.

 

          En este periodo de dificultad nos encontramos muchos creyentes. En él, Dios nos enseña la sencillez del publicano que en un rincón del templo exclamaba: “ten compasión de mí que soy un pecador”.

 

          Algunos cristianos que han perseverado en el camino de la amistad con Dios nos hablan de una tercera etapa. Es una oración desbordante como un torrente de agua viva y esta realidad es experimentada como un don de Dios, no como fruto de su esfuerzo.

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