Cuaresma, tiempo de regocijo

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

Estamos en Cuaresma, tiempo muy especial porque nos anima a vivir en una dimensión más profunda. Acordarnos de que nuestro cuerpo es polvo y que tenemos la guía de Cristo y del evangelio para darle a la vida mayor plenitud, enfocados a vivir como personas completas de cuerpo y alma y motivados a vivir para amar en el tiempo y en la eternidad.

Imaginémonos que estamos a punto de morir para siempre y que alguien, que nos quiere mucho, ofrece su vida por nosotros para que podamos vivir como seres libres y felices y para que cuando muramos no lo hagamos para siempre, sino que tengamos la oportunidad de vivir en la eternidad. Qué alegría y qué gozo, saber que alguien nos quiere tanto que es capaz de dar su vida por nosotros, y que ese alguien es nada menos que nuestro Dios, nuestro Creador, quien se hizo hombre para enseñarnos a vivir y para rescatarnos de las garras de la muerte, porque nos ama profundamente.

En la cuaresma hablamos de ayuno, penitencia, sacrificio y oración. Son realidades de la época que no implican desánimo sino motivación porque los resultados que esperamos son: menos sujeción a las cosas materiales y que se fortalezcan la templanza, la fe, la posibilidad de cambio, la esperanza, la capacidad de amar y la libertad.

Cuánto sacrificio tiene que hacer un deportista si quiere participar por ejemplo en unos olímpicos y quiere hacer un buen papel, o cualquier otra persona que quiera triunfar en cualquier campo de su vida. Muchos meses de práctica, buena alimentación, visualización de sus sueños, trabajo arduo, disciplina. De manera similar, nosotros nada menos que aspiramos a que algún día podamos participar de la vida en donde reina la justicia, la paz y sobre todo el amor. ¿No valen la pena todos los sacrificios para que adquiramos las virtudes para poder llegar allí? “Ni el ojo vio, ni el oído escuchó lo que nuestro Dios tiene preparado para aquellos que le aman”.

La Iglesia nos ofrece ese entrenamiento que requerimos, sacrificios, oración, apertura a escuchar para vivir la palabra de Dios, la Eucaristía para que nos nutramos apropiadamente y la posibilidad de vincularnos a muchas obras apostólicas para ayudar a otros por amor. Nos alienta a vivir activamente enlazando nuestra vida de fe con las realidades de nuestra vida personal y con nuestros deberes ciudadanos. Nos enseña que el ayuno más agradable a Dios, es el amor a los necesitados.

Para esta época me permito sugerirte algunos documentos que ha preparado nuestra Iglesia para ayudarnos a crecer en el conocimiento de nuestra fe. Primero, la primera encíclica del papa Benedicto XVI: “Dios es amor” y un documento del Consejo Pontificio para la Cultura: “¿Dónde está tu Dios? La fe cristiana ante la increencia religiosa.” Los invito a que nos deleitemos en su estudio porque son documentos muy valiosos y muy relacionados con el momento histórico por el que atravesamos.

En la Encíclica podemos meditar varios temas importantes: el amor entendido desde la filosofía, la teología y según la revelación de Dios en la Biblia y la vida de Jesús; la forma de ejercer el amor o la caridad desde la Iglesia como institución; lo que se espera del laico a nivel de la sociedad y la política para trabajar por la justicia. 

Tenemos bastante para aprovechar positivamente esta cuaresma. No la desperdiciemos, estamos llamados a una vida de gozo y plenitud, permitamos que las leyes de Dios se inscriban en nuestras mentes y corazones, vivamos la vida cotidiana con una fe activa y viva, entrenémonos apropiadamente para disfrutar el día de la Resurrección.