Empatía y solidaridad

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

La empatía y la solidaridad son dos valores indispensables en nuestra vida y convivencia con los demás.

La empatía es la que nos permite entender a los demás, poniéndonos en su lugar aunque la realidad que estemos viviendo nosotros sea diferente. Es ponerse en los zapatos del otro para poder entender su forma de pensar y actuar de acuerdo a sus vivencias y valores.

Es necesario por ejemplo, que los padres se puedan poner en el lugar de sus hijos y los hijos en el de sus padres. Los esposos, cada uno en el lugar del otro. El comerciante se pueda poner en el lugar de su cliente y el cliente en el del comerciante. El jefe en el lugar de sus empleados y los empleados en el del jefe. Los que tienen más oportunidades en el lugar de quienes tienen menos y viceversa, y en fin, en todas las relaciones, ponernos siempre en el lugar del otro para entender su forma de vivir y entender las cosas.

Reforzar la empatía con los demás, crea lazos de entendimiento, mejor comunicación y compromiso entre todos. Por diferente que sea la posición de cada cual, la empatía establece puentes de unión que permiten empezar a entenderse.

El solo entendimiento entre unos y otros no basta. Es necesario crear los lazos que nos lleven a facilitarnos unos a otros el camino y para eso es necesaria la solidaridad. Solidaridad es tomar conciencia que existe unión entre la realidad de todos y que podemos influenciarnos entre todos de manera positiva.

A veces la competitividad nos ha llevado a desvirtuar un poco esta realidad. Creemos que el éxito es individual y que consiste en llegar a la meta primero. Eso funciona en las competencias deportivas pero en la vida práctica no. Incluso en las competencias deportivas se tienen que dar factores similares entre quienes participan.

La solidaridad nos debe llevar a actuar en la búsqueda del bien de los otros al tiempo que en nuestro bien. ¿Qué le sucedería a nuestra casa si nosotros somos conscientes que el vecino se está incendiando, y el no lo sabe, si no hacemos nada para remediarlo? Es muy probable que nuestra casa termine siendo víctima también y si no, nos sentiríamos muy mal de no haber ayudado al vecino en su emergencia.

En nuestra sociedad tenemos que tomar la misma conciencia. El bien de los demás debe interpelarnos. Tenemos que tomar conciencia que nuestro deber y felicidad está en la búsqueda conjunta de la felicidad de todos. Para lograr nuestra anhelada paz, tenemos que además de vivir muy coherentemente nuestras vidas, es necesario poner nuestros talentos al servicio de los demás.

La verdadera fuerza para crecer en estos dos valores solo la obtenemos en el amor. Sólo el amor nos lleva a elevarnos por encima de nosotros mismos extendiéndonos hacia los otros. La fuente del amor es Dios. Ese Dios se manifiesta en nuestras vidas a través del amor que vivimos en familia, en la convivencia con los demás, en cada detalle del mundo que nos rodea. Dios presente en nuestros corazones a través de la oración y de su palabra. Dios vive también en la realidad de los demás. Regresemos a la fuente, para que así nos llenemos de lo único que nos da vida y felicidad y podamos crecer en empatía y solidaridad.