El Reino del Sagrado Corazón

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

En el estado en que están las cosas en nuestra patria, por un lado, violencia, divisiones, negocios ilícitos, injusticias, falta de respeto por la dignidad humana, secuestros, pobreza, escándalos, etc., y por otro, se encuentran líderes tenaces, trabajadores, luchadores, que junto a alguna parte de la Colombia pujante, buscan solucionar los problemas y salir de esta maraña en la que nos encontramos.

¿Qué quisiéramos? Un país libre de divisiones, de violencia, de injusticias, de escándalos, de miseria. Un país próspero en el cual se pueda vivir en libertad, ofreciendo a todos la posibilidad de una vida sana, pacífica, en armonía, en la que prevalezcan las normas morales y se garanticen los derechos.

Una de las devociones que más estuvo arraigada en Colombia es la del Sagrado Corazón de Jesús. El 22 de junio de 1902 se consagró nuestro país, después de una ardua labor de los líderes de la iglesia y del estado, y a esta consagración se le atribuyó la paz conseguida después de la guerra de los mil días, con la que cesaron las 18 guerras fraticidas del siglo XIX.

La Consagración fue considerada incompatible con la Nueva Constitución Colombiana, en el año 1991. El país cada vez se ha vuelto más secular, menos piadoso, pensando quizás que con las leyes civiles se lograría la tan anhelada concordia nacional. Los resultados que vemos no pueden ser peores.

Fue el mismo Jesús quien el 16 de junio de 1675, se apareciera en Francia a una sencilla religiosa de la Orden de la Visitación llamada Margarita María de Alacoque (Santa cuyo cuerpo aún se encuentra incorrupto después de 317 años), quien animó a que se promoviera la devoción a su Sacratísimo Corazón. Corazón que desborda de amor por los seres humanos y por nuestros países y que quiere derramar su gracia sobre todos los que lo acojan.

Así como necesitamos un cambio en nuestros corazones para acoger más el verdadero amor que proviene de Dios, nuestros pueblos y naciones también necesitan transformaciones en el sentimiento colectivo para actuar con integridad, lograr la reconciliación, la justicia y el perdón y permitir que las leyes divinas se inscriban en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones y conquistemos una convivencia con paz, respeto y amor.

Entronicemos el Corazón de Jesús en cada familia Colombiana, de tal manera que henchidos por ese amor, podamos transformar nuestras realidades.

Acojamos las palabras del Papa Benedicto XVI a los jóvenes: “Los invito a “osar el amor”, a no desear otra cosa que el amor fuerte y hermoso, capaz de hacer de toda existencia una realización gozosa del don de vosotros mismos a Dios y a los hermanos, imitando a Aquel que mediante el amor ha vencido para siempre el odio y la muerte (Ap5:13). El amor es la única fuerza capaz de cambiar el corazón del hombre y de la humanidad entera, haciendo provechosas las relaciones entre hombres y mujeres, entre ricos y pobres, entre culturas y civilizaciones”.

Hoy que celebramos a la Santísima Trinidad, recordemos a Juan Pablo II quien llamaba al Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, y decía que el amor que arde del Corazón de Jesús es sobre todo el Espíritu Santo, en el que Dios –Hijo se une eternamente con el Padre.

“María, tu corazón inmaculado y fiel nos conduzca al de tu Hijo”. “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”. “Que Reine tu Sagrado Corazón en mi vida, en mi familia, en mi comunidad y en mi patria”.