Confianza y Abandono

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

“Señor, enséñanos a orar… El les dijo: “Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino….”(Lc11, 1-4) 

Cuando un hijo nace en el seno de una familia estable en la que reina el amor y sus padres le aman, aceptan, cuidan, educan, dan ternura y cariño, ese niño cuenta con elementos muy importantes para su felicidad y su desarrollo. Cómo será si tomamos conciencia de la filiación divina. Si nos abrimos a recibir el amor eterno, perfecto y verdadero de Dios. Un amor que reveló en Jesucristo, entregándose a sí mismo, en donación total de amor a nosotros. 

A través de la oración podemos entablar comunicación con Dios y establecer una alianza de amor con El. La oración permite una relación viva y personal. Decía San Juan Damasceno: La oración es la elevación del alma a Dios a la petición de bienes convenientes. La oración debe partir de un corazón humilde, que se sabe necesitado de Dios. 

La oración más perfecta  es el Padrenuestro. Jesús al enseñárnosla nos muestra su estrecha relación de unidad con su Padre, nos trata como a sus hermanos  y nos  reconcilia con Dios por el perdón de nuestras ofensas, aceptando plenamente su voluntad, permitiéndonos en El recobrar la condición de  hijos y por tanto llamados a la santidad para ser coherederos de su gloria.  

El Padrenuestro es una oración sencilla, clara, corta y de una gran profundidad. El Catecismo de la iglesia explica en detalle  las peticiones del Padrenuestro, que nos ayudan a descubrir la profundidad de esta hermosa y completa oración.  

A través de esta oración realizada a conciencia, meditando en su contenido,  permitimos que prevalezca la voluntad divina del Padre en nuestras vidas,  aún sobre nuestras propias expectativas o visiones limitadas de felicidad,   entregando nuestra vida  a El con todas las consecuencias que esto represente. Confiamos en que si así lo hacemos, El nos conducirá hacia la mayor felicidad posible para el ser humano, nuestro perfeccionamiento en el bien y el amor para ser capaces de tener un encuentro de comunión con El. 

“La voluntad del Padre es que todo hombre se salve y llegue al conocimiento de la verdad”. Confianza y abandono en las manos del Padre Eterno son dos valores claves a desarrollar en nuestra fe, para permitir que esa voluntad se haga manifiesta en nosotros. Con la certeza de que Dios cumple lo que promete: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre”.  

A veces, enmarcamos esta promesa sólo en valores relativos, la salud perdida, la seguridad económica, la seguridad física, logro de algunos retos, cuando el ofrecimiento de nuestro Padre es mucho mayor que eso, nos ofrece su Espíritu Santo, el Bien Supremo,  la Vida en abundancia, y el Amor para toda la eternidad, permitiendo que mediante la acción de su espíritu se vaya perfilando a su Hijo Jesucristo en nosotros. 

En la realidad de cada uno, en su familia, o en su carencia de ésta, en su trabajo o  desempleo, en su salud o en su enfermedad, en la abundancia o en la pobreza, en las dichas e infortunios, en cada detalle de la vida, El nos invita a abandonarnos a su Divina Voluntad, para que esa realidad que vivimos sea medio de santificación, sea medio para hacernos mejores personas, moldeándonos por el Amor, en nuestra máxima potencialidad como seres humanos. Con confianza y abandono en El, encontraremos los recursos más apropiados para avanzar cada día y producir frutos perdurables.