¿Para que Orar?

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

A veces nos enfrentamos al dilema de si trabajamos para solucionar por nuestros propios medios las cosas que tenemos por delante o si recurrimos a Dios para que nos ayude. Realmente para el creyente este no debería ser un dilema sino dos acciones complementarias.

 

San Ignacio de Loyola nos da al respecto un sabio consejo: “Orar como si todo dependiera de Dios y trabajar como si todo dependiera de nosotros”.

 

Cuando planteamos que necesitamos orar por alguna intención particular, surge la idea de que estamos esperando soluciones milagrosas, cuando en realidad lo que esperamos es que la voluntad de Dios se manifieste en nosotros para descubrir lo que debemos hacer para enfrentar la situación.

 

 En algunos casos excepcionales, Dios, gracias a la fe en Él, manifiesta su gloria y da soluciones milagrosas a situaciones aparentemente insalvables. En su infinita sabiduría Él sabe qué corresponde a cada situación.

 

En el caso concreto de la consecución de la paz y la liberación de los secuestrados, nos enfrentamos a algunas situaciones que dependen del ciudadano corriente, otras manejables por las autoridades y otras que dependen de los miembros de las guerrillas y otros agentes. Para lograr una solución, es necesario armonizar las diferentes voluntades hacia el bien, al menos las que son controlables. A las que no son controlables por lo menos les podemos regalar nuestra intercesión, atendiendo a la invitación que nos hace Dios de rezar por los enemigos: existe entonces la posibilidad de que se abran a la acción liberadora de Dios.  Allí es importante el poder de la oración.

 

Son una minoría los que nos tienen viviendo la situación de inseguridad y violencia en nuestra patria. Si permitimos que al mal se le combata con el mal, no estamos atendiendo la voluntad de Dios, pues explícitamente a través de Jesucristo nos ha indicado que ese no es el camino. Hay que aumentar el esfuerzo por hacer las cosas de manera correcta, esclareciendo las diferentes situaciones implicadas en la violencia, sancionando a quienes violan la ley y la justicia, aunque pertenezcan a las autoridades,  y trabajando por instaurar más bienestar y mejores oportunidades de desarrollo para los más necesitados. Hemos avanzado mucho en este sentido.

 

En las lecturas de la misa de hoy, el profeta Amós nos llama la atención a no explotar a los pobres. Es nuestra obligación que busquemos la forma de remediar las situaciones de injusticia y extrema pobreza. Muchas veces los líderes de las guerrillas utilizan estas situaciones para auto justificarse y para manipular y adoctrinar a personas necesitadas al servicio de sus oscuros intereses, logrando con sus actuaciones más pobreza y dolor.

 

San Pablo nos habla de la oración: “Te ruego lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los gobernantes y por todas las autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, llena de reverencia a Dios y respetable en todos sentidos…Encargo a los hombres que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones.” (1 Tim 2, 1, 8)

 

En el evangelio de San Lucas, el Señor invita a los hijos de la luz a  y a no endiosar al dinero porque si lo hacemos nos apartaremos de Dios.

 

Unamos nuestros corazones, mentes,  palabras y acciones para clamar al cielo por la paz de nuestra patria y la liberación de los secuestrados. Entreguemos nuestra patria en manos del Señor, para que sea Él nuestro rey y guía.

 

Sagrado Corazón de Jesús, en ti confiamos.