Esperando un regalo

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

Nos preparamos para la época más feliz del año: la Navidad. Cumpliendo todo lo anunciado desde el principio de la humanidad, vino Alguien desde hace más de 2000 años a  conducir a la humanidad hacia la Construcción de un Reino. El Rey nació en un humilde pesebre, dueño de todo, pero se despojó de todo por amor.  El rey no sólo gobierna sino que es Maestro, está continuamente enseñando los secretos de la felicidad. No se impone, sino que invita a que libremente nos revistamos de Él.  

El Reino que se inició con el anuncio del ángel a la madre virgen, sigue aún en nuestros días en plena construcción. Es un Reino en el que todos trabajan. Todos encuentran algo importante que aportar. Cada uno vive con intensidad su propia misión en coherencia con la misión de los demás. Su pueblo le abrió el corazón al rey y él inscribió sus leyes en el  corazón de cada uno.  Son leyes que hacen más libres y felices a quienes las practican. Todos viven con bondad, generosidad, gozo, alegría, fidelidad, honestidad, piedad y  amor.  

Se acabaron las actividades de las tinieblas y están todos realizando actividades con las armas de la luz. “Con las armas se forjaron arados y podaderas. Ya no se enfrentan pueblo contra pueblo, ni se adiestran para la guerra”. Viven en paz pueblos de todas las razas. 

La mente de las personas no se deja agobiar por preocupaciones, ni por vicios, ni por bebidas. Todos escogieron estar alertas para la llegada de su rey.  “Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas ni pendencias”. Todos descubrieron la felicidad en la sobriedad, en la templanza, en la prudencia y en la justicia, todos valoraron su dignidad.

Al tiempo que recordamos cómo nuestro Dios vino bajo la sencillez de un humilde niño, rodeado de amor familiar y acogido por los corazones sencillos de unos pastores, lo tenemos actualmente gobernando nuestras vidas a través de su Espíritu, su Palabra y su Pan de vida y lo esperamos, para que venga a ejercer su Reinado, en unión a todos los justos y santos de todos los tiempos. 

Mientras se instaura definitivamente el reinado de Dios en el mundo, es nuestra tarea como cristianos participar en su construcción, haciendo presente a Cristo. Tenemos que ser sus manos y actuar con su generosidad para los necesitados física, mental, emocional y espiritualmente. Tenemos que ser su aliento para motivar a tantos que no han descubierto que la felicidad y el reino de Dios está dentro de nosotros. En fin, hacerlo presente en la realidad concreta y cotidiana de nosotros para irradiarlo a los demás, con la ayuda de su Espíritu. 

No nos quedemos esperando un regalo para la navidad. El más maravilloso regalo ya está con nosotros, esperando que lo acojamos en nuestra alma, en nuestra vida, en la vida de nuestras familias  y en nuestra sociedad.  Jesús mismo es nuestro más valioso  regalo. Sencillo, presente en cada momento de nuestras vidas, invitándonos a convertir  cada circunstancia  en un medio para conocerlo y amarlo y poder reflejarlo a través de nuestro amor por los demás. Dios al alcance de la mano, compartiendo con nosotros, conviviendo con nosotros, cenando con nosotros. 

 Disfrutemos la alegría de esta temporada llevándoles el regalo de Cristo a los demás, llevándoles la alegría a los más sencillos, a los más necesitados, enseñándoles  su Palabra de vida, invitándoles a acoger su gracia y su amor. Digamos con San Pablo: “despierten del sueño y descubran lo  cerca que está nuestra salvación”.

(Is2, 1-5; Rom 13, 11-14ª; Mt24,37-44)