Conversión

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

No soy digno de ser llamado apóstol pero la gracia de Nuestro Señor se ha desbordado con la fe y el amor que me ha dado Cristo Jesús:” San Pablo.

Celebramos hoy la conversión de San Pablo, fecha aprovechable para pensar en nuestra propia conversión. El, quien se dedicaba a perseguir a los cristianos encarnizadamente, según sus propias palabras, fue sorprendido por Jesucristo resucitado y se convirtió en uno de los discípulos más eficaces para dar a conocer a Jesús y a su mensaje.

A mí me fascina esta historia de conversión. La releo mucho y descubro cada vez cosas nuevas aplicables a nosotros. Mi imaginación se transporta a Jerusalén, Damasco y tantas tierras que este discípulo ferviente visitó, con tanta eficacia, que hoy nosotros podemos gozar de sus enseñanzas y continuar con su trabajo.

Veo varios aspectos claves: el primero, Pablo tenía deseos verdaderos de servir a Dios y eso lo llevó a estudiar la Palabra de Dios en profundidad. En segundo lugar, que estuviera presente cuando Esteban muere mártir, tuvo que tener un efecto muy profundo en él, presenció la fe de este joven y su gran amor por Jesucristo y por la Iglesia naciente y su esperanza que no tambaleaba ni con la muerte. Al perseguir cristianos, seguramente vio cómo se trataban, protegían y amaban entre sí.

Luego viene el encuentro con el resucitado. Jesús le manifiesta que al perseguir a sus discípulos, es a Él a quien persigue. “Una luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? … ¿Qué debo hacer Señor? El Señor me respondió: Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer”*. El encuentro con Jesús le hizo cambiar sus planes radicalmente y se dejó guiar humildemente.

Por otro lado, estando Ananías en oración, también tuvo una visión en la que conversa abiertamente con Jesús, y le pide ir a donde Saulo a imponerle las manos para que recobre la vista y reciba al Espíritu Santo. Ananías era un discípulo que ya conocía a Jesús y se dejó guiar por el Espíritu Santo para contribuir en la conversión de San Pablo. 

La conversión no es un acto único, sino continuo que nos implica personalmente y en comunidad. Es un revisarnos permanentemente a la luz del evangelio para que Jesucristo vaya perfilando en nosotros a hombres y a mujeres nuevos, con la certeza de que tenemos un Dios que nos ama y que nos invita a la plenitud de nuestro ser, siguiendo a su Hijo Jesucristo, mediante la gracia que nos da su Espíritu Santo. Que procuremos en la oración y en la vida cotidiana, encontrarnos con Jesucristo resucitado y lo irradiemos a los demás. Atender la invitación de Jesús: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado”.*

Esta semana de oración por la unidad de los cristianos, ojalá tenga muchos frutos de conversión en nosotros para que seamos instrumentos, como Pablo, del evangelio, para que más personas puedan gozar de la dicha de conocer a ese Dios que nos ama tanto, que nos llama de muchas maneras para que disfrutemos de la libertad, de la alegría y del amor, aunque tengamos que redireccionar nuestras vidas y ajustarlas a sus planes.

*Hch22,3-16; Hch9, 1-22; Mc16, 15-18