Misericordia Divina

Autor: Judith Araújo de Paniza

 

 

”Los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos les dijo: “La paz esté con ustedes”. Mientras decía esto les mostraba las manos y el costado.... Reciban el Espíritu Santo, los pecados les serán perdonados a quienes ustedes se los perdonen y les serán retenidos a quienes se los retengan”*.  En pocas palabras y gestos, Jesús les explicó todo el sentido de la redención y salvación a través de la crucifixión y de la resurrección.

Nos demostró Dios, a través de su Hijo Jesucristo, su gran amor, ternura, misericordia y fidelidad. El  vino a salvarnos  y liberarnos de todas nuestras miserias, limitaciones y necesidades. Estaba, después de su resurrección, restituyéndonos  la paz que habíamos perdido por el pecado,  reconciliándonos para que experimentáramos la verdadera libertad y felicidad de ser hijos de Dios.

Desde el año 2000 el Papa Juan Pablo II, en la canonización de Santa Faustina Kowalska, consagró el segundo domingo de Pascua de Resurrección, como domingo de la Misericordia Divina. En esta fecha,  están abiertas las compuertas a través de las cuales fluyen las gracias divinas. Gracias de conversión y perdón de los pecados. La Iglesia ofrece este día, indulgencia plenaria a quienes con las debidas disposiciones se confiesen y reciban la Sagrada Eucaristía, al tiempo que se puede ofrecer por las almas del purgatorio.

“Dijo Juan Pablo II: “La Misericordia es otro nombre del amor. Es un aspecto profundo y tierno del amor de Dios, en su actitud de aliviar cualquier necesidad, sobre todo en su inmensa capacidad de perdón. Sana las heridas del corazón, derriba las barreras que nos separan del amor de Dios y nos desunen entre nosotros, nos devuelve la alegría del amor del Padre y la de la unidad fraterna “.

La Misericordia Divina es un llamado a la confianza en el amor de Dios, quien siempre nos invita, como al hijo pródigo, a volver a Él. Solo espera que nos demos cuenta que somos sus hijos y sus herederos y le digamos: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo”. El nos acogerá con su misericordia y celebrará nuestro regreso:” mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”*

Jesús, con su infinita misericordia, es el camino para conseguir la paz personal, familiar, social y mundial.  En el diario de Santa Faustina anotaba lo que Jesús le transmitía: “La humanidad no encontrará ni paz ni tranquilidad hasta que no se vuelva con confianza a Mi Divina Misericordia”,… “Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona”. ..”Deseo que conozcas más profundamente el amor que arde en Mi corazón por las almas y tú comprenderás esto cuando medites Mi Pasión”.

Santa Faustina nos invita  a orar siempre, dice que toda gracia fluye por medio de la oración y el alma se fortalece para enfrentar cualquier batalla atendiendo la voluntad de Dios y cumpliendo sus mandamientos. Nos hace más sensibles y cercanos a las necesidades de los demás y con mayor capacidad de perdón.

Junto a María, quien proclamó que la misericordia de Dios llega a los fieles de generación en generación, acojamos la Misericordia Divina y llevémosla a los demás.

“Oh sangre y agua que brotaste del Corazón de Jesús como fuente de misericordia para nosotros, en Ti confío”*

*Jn20, 19-31, Lc15, 18-32