Domingo II del Tiempo Ordinario, Ciclo C

"En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos."

Autor: Padre Mario Santana Bueno

 

 

Evangelio Jn 2, 1-11:
Hubo una boda en Caná, un pueblo de Galilea. La madre de Jesús estaba allí, y Jesús y sus discípulos también habían sido invitados a la boda. En esto se acabó el vino, y la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.

Jesús le contestó: Mujer, ¿por qué me lo dices a mí? Mi hora aún no ha llegado.

Dijo ella a los que estaban sirviendo: Haced lo que él os diga.

Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada tinaja cabían de cincuenta a sesenta litros. Jesús dijo a los sirvientes: Llenad de agua esas tinajas.

Las llenaron hasta arriba, y les dijo: Ahora sacad un poco, y llevádselo al encargado de la fiesta.

Así lo hicieron, y el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde había salido. Sólo lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Así que el encargado llamó al novio, y le dijo: Todo el mundo sirve primero el mejor vino y, cuando los invitados ya han bebido bastante, sirve el vino corriente. Pero tú has guardado el mejor hasta ahora.

Esta fue la primera señal milagrosa que hizo Jesús en Caná de Galilea. Con ella mostró su gloria, y sus discípulos creyeron en él.



Homilía


Jesús comienza sus milagros cuando empieza a predicar, no lo hace como signo de poder o de sometimiento a los demás sino como un servicio de la presencia de Dios. El primer milagro del Señor sucede, y no por casualidad, en una boda.

La Biblia varias veces y de distintas maneras, se pregunta qué amor humano es el más parecido al amor que Dios nos tiene. Si todo amor por sí mismo es señal de la presencia de Dios, el matrimonio es la referencia más clara de este amor divino que está en las personas.

¿Por qué el matrimonio se utiliza una y otra vez como una relación referida a Dios con su pueblo y a su pueblo con Dios? Veamos algunas de las características de lo que debe ser un auténtico matrimonio:

Entregarse en plenitud desde la intimidad y la exterioridad al otro.
Donarse al otro.
Fortalecer la fidelidad como en ningún otro tipo de relación humana.
Podemos citar muchos otros elementos de la auténtica vida matrimonial, pero todo queda resumido si decimos que amarse no significa mirarse el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección. Ese es el amor que Dios nos tiene; así es el amor de Dios en nosotros. Vivir con Dios es mirar hacia la dirección que Él mira.

La escena de la Palabra de hoy es como un breve manual de milagros donde se nos indica el papel que Dios hace y el del ser humano que recibe y se deja hacer.

María es la primera que se da cuenta de la falta de vino y es la primera que intercede ante Jesús. En el camino del cristiano la Virgen está siempre atenta a nuestras carencias y necesidades, fijándose en nuestras cosas para presentarlas ante el Señor. Sólo ella sabía cuál era el problema y quién lo podía resolver.

En nuestra vida hay muchas personas que son como María, que interceden ante Dios por nosotros y por nuestras indigencias. Seguro que en nuestro camino de fe hemos tenido y tenemos a personas que le hablan a Dios de nosotros y de nuestros problemas y dificultades. Tenemos que preocuparnos de las necesidades y problemas de los demás, de nuestros amigos y de los que no lo son tanto. Nuestra jornada diaria tiene que tener siempre un buen rato de charla íntima con el Señor para susurrarle al oído las carencias de los que nos rodean.

La respuesta de Jesús es un tanto desconcertante; es como si el Señor dijese "qué tengo que ver con esto. Esto no es de mi incumbencia..." y le da la razón de su respuesta: "Mi hora aún no ha llegado". María le invita a que haga algo, pero Jesús esperó al final para hacerlo, cuando ya se había acabado el vino. En la vida nos pasa otro tanto. Muchas veces sólo al final de nuestro recorrido y dificultades es cuando vemos la mano de Dios.

Un aspecto importante es la respuesta que da María: "Hagan lo que Él les diga". Quienes esperan un favor o un milagro de Cristo han de estar dispuestos a cumplir sus órdenes. Muchos milagros no se realizan en la vida de las personas porque viven más que sordos a las indicaciones de Dios. El hacer lo que Él dice es mostrarnos el camino para llegar al buen resultado de nuestra vida.

La fidelidad de Dios es la garantía de que no nos dejará nunca solos. Quienes cumplieron fielmente sus indicaciones fueron los que colaboraron en el milagro.

Una de las primeras problemáticas sociales de nuestro tiempo son las surgidas de la vida matrimonial. Muchas veces los matrimonios se convierten como aquella boda en Caná de Galilea. Se comienza con el entusiasmo inicial pero con el paso del tiempo ese amor primero se consume o se acaba y llega incluso a faltar. Cuando esto ocurre, ya no hay nada que ofrecer ni a los hijos, ni a los amigos, ni a los familiares, ni siquiera a sí mismos... El matrimonio se convierte en una rutina que nos deja bien claro que somos infelices. ¿Qué hacer cuando se ha llegado a este vacío?

Siempre le digo a los novios que inviten a Jesús a su boda, o lo que es lo mismo: que Dios tenga en el matrimonio en puesto de honor en la mesa, en la mente, en el corazón. Una vida matrimonial con Dios es garantía plena de felicidad. Pero teniendo los pies en el suelo sabemos que muchas veces uno de los dos contrayentes no es cristiano, puede que incluso no sea ni creyente, ¿Qué hacer entonces? Pues el que cree que plantee al Señor la petición de María: "Señor, no te tiene a Ti..." y esperar y hacer lo que Jesús quiere para que se obre el milagro.

Muchas personas llegarán a la fe no por la catequesis ni los catecumenados sino por la persona con la que se casaron. Sabemos que esto fue lo que ocurrió en los primeros siglos de nuestra fe. El esposo o la esposa cristianos fueron un Evangelio que interrogó al otro hasta conducirles al Señor. Puede ser que en tu casa, a pesar de las dificultades y los desalientos, hoy Dios esté diciéndote "llena de agua estas tinajas", o lo que es lo mismo: "pon en práctica lo que te digo", y así comenzará el milagro: Dios poniendo de su parte y tú de la tuya; sin este equilibrio no puede darse ningún milagro ni ninguna felicidad.

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¿Qué es para ti un milagro?
¿Qué milagros ha realizado Dios en tu vida?
¿Qué condiciones son necesarias para que se dé un milagro?
¿Cómo nos habla Dios hoy?
¿Cómo podemos interceder ante Dios por los demás? ¿Qué condiciones son necesarias?