Domingo XV del Tiempo Ordinario, Ciclo C

"¿Quién es mi prójimo?"

Autor: Padre Mario Santana Bueno

 

 

Evangelio Lc 10, 25-37:


Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y, para ponerle a prueba, le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?

Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?

El maestro de la ley respondió: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a tí mismo.

Jesús le dijo: Bien contestado. Haz eso y tendrá la vida.

Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

Jesús le respondió: Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jérico, fue asaltado por unos bandidos. Le quitaron hasta la ropa que llevaba puesta, le golpearon y se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, un sacerdote pasó por aquel mismo camino; pero al ver al herido, dió un rodeo y siguó adelante. Luego pasó por allí un levita, que, al verle, dio igualmente un rodeo y siguió adelante. Finalmente, un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, le vio y sintió compasión de él. Se le acercó, le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó. Luego le subió a su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, el samaritano sacó dos monedas de plata, las dio al posadero y le dijo: “Cuida a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi regreso.” Pues bien, ¿cuál de aquellos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bendidos?

El maestro de la ley contestó: El que tuvo compasión de él.

Jesús le dijo: Ve, pues, y haz tú lo mismo.



Homilía


¿Qué debemos hacer en esta vida para llegar a la vida eterna? Esta es la pregunta que le hace un maestro de la ley a Jesús. Su intención no era buena. El Señor le pregunta sobre lo que está escrito y él sabe responder adecuadamente. El interrogador no pide ninguna aclaración en cuanto al amor a Dios, pero lo que no tiene claro es aquello del amor al prójimo.

Sucede lo mismo con muchos cristianos. Tienen un aparente amor a Dios pero en cambio ¡hay que oírles hablar de los demás! ¡Cuánta intransigencia; cuánta violencia verbal...!

Los creyentes nos movemos en el amor en vertical y en el amor horizontal. La gran propuesta de nuestro Dios se separa radicalmente de las mitologías antiguas. En la mitología los dioses hacen sus vidas lejos de los seres humanos y sólo entre ellos. El Dios que Jesús nos trae es un Dios de corazón abierto y de inmensa acogida hacia todos las personas.

Los judíos de la época de Jesús también hablaban del "prójimo", pero entendían como prójimo sólo a los judíos. Los "gentiles" (los que no eran de raza judía) eran despreciados y no eran considerados como tales. Jesús rompe una vez más este esquema exclusivista. El amor que Él nos trae es más universal que las exclusiones que hacemos los seres humanos. Para el Maestro el prójimo es cualquier ser humano, en especial los más débiles y necesitados.

Muchas veces me pregunto si nuestra Iglesia de hoy es la aliada de los más desfavorecidos de la sociedad; si nosotros como cristianos somos esos samaritanos convencidos del que aparece herido por causa de los otros.

Tenemos que convertirnos a Dios pero también al prójimo. Puede ser que tengamos teóricamente claro los conceptos y las aficiones espirituales, pero que luego, a la hora de la práctica, nos quedemos siempre en meras intenciones. No es suficiente creernos que amamos al prójimo. Es necesario hacer algo provechoso por mi prójimo. El Evangelio no es un cúmulo de buenas intenciones sino una constante provocación a la acción. Si nos quedamos en la belleza de la parábola puede ser que no captemos el mandato final de Jesús: "Vete y haz tú lo mismo."

¿Cómo podemos hacer nuestra conversión al prójimo?

Los cristianos tenemos que tener mucho cuidado de no herir el alma de nuestros prójimos. Me explico: Nosotros somos portadores de la mayor buena noticia que ha oído nunca la humanidad. Dios se hace uno de nosotros para que nosotros estemos más cerca que nunca de los demás. Acercarse a Dios es tener como compañeros de camino a mis prójimos. No entiendo esa fe siempre excluyente del que no piensa como nosotros. Cuando se vive la fe como exclusión ("ese no es de los nuestros...") siempre se acaba condenando a los demás. Tenemos que tener siempre cuidado para que nuestra fe sea siempre acogida a los otros, nunca excluir ni condenar a nadie. Dios no ha hecho hermanos de nuestros hermanos no jueces de los demás.

Dios reivindica la presencia de los demás en nuestro corazón, al lado, muy al lado del amor que le debemos a Él. Bien sabe Dios que las personas somos acercadas al Creador por otras personas; que somos los seres humanos quienes pronunciamos hoy la Palabra y quienes damos movimientos a los designios de Dios. Ser cristiano es creer en Dios y en los demás.

¿Qué puedo hacer por los demás?

Nadie te pide que hagas lo que no puedes hacer. Sólo damos lo que tenemos. Lo que nos dice Jesús es que hagamos en lugar de quedarnos pensando o quejándonos. ¿Qué podemos hacer para ver a los demás como prójimos?

-Sonreír en lugar de quedarnos con caras de amargados y amargadas.
Decir una palabra cariñosa y de aliento en lugar de la queja de costumbre.
Disculpar y perdonar.
Unir a la gente en lugar de dividirla.
Escuchar más que hablar.
Ponerse en el lugar del otro para entender sus reacciones.
Orar constantemente por los demás, en especial por los más débiles y necesitados.
Facilitarle las cosas a los demás. No complicarle la vida a la gente.
Ver el lado bueno de las personas antes que sus defectos.
Anunciar el Reino de Dios con entusiasmo.
Decirle a la gente desorientada en la vida que hay otra manera de vivir.
No juzgar a nadie sino acoger en el amor de Dios a todos.
Denunciar la injusticia. Ser justos.
Crecer en la madurez personal y espiritual. Nadie da lo que no tiene.
Que las personas que hablen contigo se sientan más cerca de Dios.
Ten compasión de los más débiles y necesitados.
Que tu hablar sea constructivo.
Querer de verdad a los demás...
En realidad son tantas las cosas que podemos hacer para percibir al otro como prójimo que cada ser humano dispone de un amplísimo catálogo de opciones para sentir el latido de los demás. Convertirse al prójimo significa ver a los que nos rodean no como obstáculos sino como compañeros de camino en nuestra peregrinación hacia Dios.

El programa del Reino de Dios pasa siempre por el encuentro con los demás. Cada cualidad del Reino que Jesús nos trae siempre hace referencia a los demás: paz, gozo, alegría, justicia, misericordia...

El prójimo hoy tiene muchos nombres: familia, amigos, vecinos, desconocidos, conocidos, enemigos... Dice san Juan que quien ama a Dios a quien no ve y, en cambio, no ama al que tiene al lado, es un mentiroso... Ese es el recorrido que va desde el amor que debemos a Dios y a los demás. Dios no es envidioso porque amemos al otro. Él es la fuente de la que tiene que brotar un amor auténtico a los prójimos nuestros de cada día.

* * *

¿Qué papel tiene el prójimo en tu vida de fe?
¿Se puede entender la vida cristiana sin la presencia de los demás? ¿Por qué?
¿Cómo podemos hacer que en nuestra parroquia, comunidad, grupo, etc. nos sintamos y seamos más prójimo de los otros? ¿Qué debemos hacer?
¿Cómo podemos amar a los demás como a nosotros mismos? ¿Qué tienes que hacer?
¿Por qué en este Evangelio que nos habla de la vida eterna se hace referencia explícita al prójimo? ¿Qué conexión existe entre ambas? ¿Quién es tu prójimo hoy?