La incógnita

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
Hoy, por todos los medios, se nos hará saber lo que ha sucedido a lo largo de este tempestuoso año 2007 que estamos dejando atrás. Y aparecerán los astrólogos y los auto titulados futurólogos tratando de vendernos un mapa anticipado de los sucesos que nos traerá el próximo año, que ya toca a la puerta con los nudillos encallecidos.

La manera en que Dios maneja nuestra vida es muy interesante. Nos da la memoria para que no olvidemos el pasado que hemos ido acumulando, y nos ofrece un mañana en forma de incógnita que iremos descifrando de día en día. Este es el milagro que hay en un año que muere y en otro que nace.

Vamos a trajinar con la idea de qué hacer con el pasado. Del mismo tenemos acceso a las fechas que vienen en estuches de lágrimas o la oportunidad de recorrer los cálidos momentos de felicidad que nos llenaron de sonrisas el rostro. El problema es que no nos cabe la capacidad de ser selectivos. Desde mi trayectoria como consejero de algo más de medio siglo voy a compartir retazos de mis experiencias.

Lo primero es que manejemos los recuerdos dolorosos del pasado con naturalidad. Llorar por los que se nos han apartado, yéndose al cielo, es propio del amor. Lamentar los errores cometidos que tan solo de pensar en ellos se nos ruboriza el rostro, es propio de seres humanos honestos y sabios. Elevar una queja por el fracaso que nos sorprendió, resentir el agravio de una incomprensión o de una deslealtad es reacción excusable. Ahora bien, lo que no es ni saludable ni recomendable es que nos enfermemos de dolor, de nostalgias o de angustia inconsolable. Una vez leí este pensamiento: “usted no puede evitar que una paloma se le pose en la cabeza, pero sí puede evitar que haga nido”. Lo que queremos enfatizar es el hecho de que usted no debe construir la cárcel en la que va a internarse como prisionero voluntario. El pasado es como una piedra firme, si nos levantamos sobre ella, crecemos; pero si nos la ponemos en la cabeza, nos hundimos. No sea víctima de lo que recuerde. “Experiencia no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa”. Sea dueño de su pasado, no su víctima.

Un fin de año es también ocasión para un inventario. Nuestra vida es como un libro, y podemos revisarla página por página. El pasado no puede enmendarse ni reeditarse. Está ahí, y lo único recomendable es que lo convirtamos en lección. El que aprende del ayer, vive con más holgura el presente. Hay cosas que yo no volvería a hacer, y otras que repetiría con verdadero deleite. Para definir la distinción no me hace falta inventiva, sino reflexión.

Al fin de cada año nos hacemos muchas promesas, las que en la mayoría de los casos confirmamos ante Dios; pero ¿qué sucede? Pues que a lo largo de los días las promesas se disuelven en el olvido o se contaminan de indiferencia. Aquí, en los Estados Unidos, donde todo se lleva a términos estadísticos, se han hecho listas de las promesas que más comúnmente se hacen las personas en los días finales del año con vistas al que viene. Entre estas: dejar el vicio de fumar, evitar el exceso de bebidas alcohólicas y cancelar la adicción a los juegos de azar; bajar de peso, dejar de pelear, pagar las viejas deudas y no contraer nuevas, ir a la iglesia todos los domingos, guardar fidelidad al cónyuge y estudiar para mejorar de posición económica.

Es bueno, por supuesto, enfilar nuestra marcha por la incógnita del futuro bien armados; pero sabiendo que tal incógnita no la despeja nadie, porque es atributo exclusivo de Dios conocer lo que va a suceder antes de que suceda. A muchos les preocupa tanto el mañana que en este país se gastan varios miles de millones de dólares en adivinos, agoreros, astrólogos, brujos, espiritistas, y hechiceros. Si Dios hubiera querido que conociéramos anticipadamente el futuro nos hubiera dado la fórmula para que lo lográramos.

Es intrigante la candidez de los que se apegan a los que le prometen despejar la incógnita del futuro. Hay personajes que se llaman a sí mismos futurólogos y anuncian, desde ahora, lo que sucederá en el 2008. Por la ley de las probabilidades habrá quien tenga algún acierto casual. Por años han aparecido los que han pronosticado la muerte del tirano Castro. Como al susodicho individuo le van quedando menos días para vivir, de seguro que llegará la ocasión en que la profecía se cumpla. En ese momento saldrán centenares a reclamar el acierto, aunque ninguno haya reconocido el error de predicciones anteriores.

Un ejemplo a mano es el de los astrólogos que anuncian como parte de sus elucubraciones el número ganador de la lotería para cada signo del zodiaco. Se trata de doce signos y doce números diferentes, cuando la lotería se obtiene con un solo número. Es de tontos, pues, gastar el dinero en seguir los consejos de individuos que a sabiendas engañan a sus semejantes con supercherías y supersticiones.

Se nos acaba el 2007. El veredicto es de cada cual, si nos fue bueno o malo, pero sin importar como nos haya ido, el hecho es que ya el 2007 forma parte de ese mundo íntimo y secreto que es nuestro pasado.

Se nos acerca el 2008. Los que pretendan anticipar la solución de sus incógnitas cayendo en manos de agoreros sin escrúpulos, pierden su dinero y, sobre todo, comprometen su dependencia de la voluntad de Dios. El próximo año, cargado de sorpresa y de oportunidades, es un regalo del Altísimo. Pidámosle desde ahora, fuerzas para levantarnos de la caída, consuelo para reponernos de las lágrimas, sabiduría para tomar las decisiones correctas y respuesta grata a nuestras oraciones; pero, muy importante, pidámosle también cordura para administrar el triunfo y humildad para gozar con los logros.

Finalmente, recordemos que no somos francotiradores que nos acomodamos en trincheras individuales Somos parte de un ejército universal de seres humanos. Es necesario que aprendamos a vivir en comunidad, que nos sepamos hermanos de los demás y que andemos juntos, entrelazadas las manos, para lograr un mundo mejor para vivir, acogedor y próspero para nuestros hijos.

Y no olvidemos a Dios. La tragedia de nuestro mundo de hoy es la del Dios olvidado. Vayamos por los caminos misteriosos del próximo año con la sabia y grata compañía de Dios y nos serán propicias las sendas, y fuerzas nos sobrarán para superar escollos y dificultades. Adoptemos como nuestro lema la expresión de San Pablo: “si Dios está conmigo, qué puede estar en contra mía?”.