El Día de la Tierra

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
No hace mucho tiempo. Fue el 22 de abril del año 1970 cuando se celebró por vez primera el Día de la Tierra como resultado de los esfuerzos realizados por el senador Gaylord Nelson. Su propósito fue el de avivar la conciencia común ante los problemas de la contaminación, la conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ambientales relacionadas con la protección del planeta en el que vivimos.

Es interesante la forma intensa y rápida en que se popularizó la idea de dedicar aunque fuese un solo día a hablar de la necesidad de prestar atención a nuestros deberes para con la tierra que nos sustenta. A la convocatoria inicial se sumaron dos mil universidades, diez mil escuelas primarias y secundarias, y centenares de comunidades.

Hoy día el tema ecológico ha cobrado importancia mundial. En los Estados Unidos, por ejemplo, fue organizada la Agencia de Protección Ambiental (Environmental Protection Agency). En 1972 se celebró, en Estocolmo, la primera conferencia internacional sobre el medio ambiental. Las Naciones Unidas celebran cada año el Día de la Tierra en el equinoccio vernal y en todos los ámbitos culturales la ecología es objeto de estudio cuidadoso.

La ecología, en su más breve definición, es “el estudio de la relación entre los seres vivos y su ambiente” El término “Okologie”, introducido en 1866 por el prusiano Ernst Kaeckel en su obra “Morfología General del Organismo”, está compuesto por dos raíces griegas, “oikos”, que significa casa, vivienda, hogar, y “logos”, que significa estudio o tratado. Ecología, pues, es el estudio de la “inmensa casa en la que vivimos”, que incluye al planeta; pero también a la parcela de terreno que nos sirve como escenario individual. De aquí que el Día de la Tierra no sea dedicado solamente al concepto global, sino también al concepto de mi responsabilidad en el espacio que me corresponde dentro de la inmensidad planetaria.

Mucho se habla del cambio climatológico mundial, de la contaminación atmosférica y del acelerado ascenso de los niveles oceánicos. La ciencia espacial estudia la correlación de nuestro planeta con el sistema al que está integrado. Gracias a Dios que los números que manejan los astrónomos van más allá de nuestra capacidad. Cada día leemos diferentes fechas en las que probablemente La Tierra sucumbirá, con todo lo que tiene adentro y encima; pero como se trata de una distancia de miles de millones de años no nos preocupamos demasiado.

El Día de la Tierra, por supuesto es tan amplio que abarca todas las latitudes planetarias; pero es, fundamentalmente, una oportunidad para que el ser humano se sienta responsable del tramo que le corresponde. No tiene mucho sentido que nos interesemos por la temperatura de los fondos de los mares o de la desintegración glacial, y al mismo tiempo ensuciemos nuestros paisajes, contaminemos nuestros ríos y maltratemos la tierra que nos sirve de cimiento para nuestros cotidianos pasos.

La Biblia empieza con esta afirmación: “en el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Habrá una que otra teoría que pretenda ignorar esta dogmática afirmación sagrada; pero lo cierto es que hasta ahora no hay manera en que los científicos puedan explicar el universo sin partir de algo que estaba creado como principio general de todo. Cuando alguien usa las tesis de la nebulosa o la de la explosión cósmica, cabe siempre esta pregunta: ¿quién creó la nebulosa o quién hizo los elementos para que hubiera una explosión? La tierra es un don de Dios. Hay que verla con respeto sacramental y sagrada devoción. Cualquier otra versión nos conduce a un laberinto sin salida.

¿De que están hechas nuestras montañas y valles?

¿De qué fuentes brotan las flores con sus aromas y colores, los árboles con sus magnánimas funciones?

¿De dónde extraemos todo lo que nos es necesario para el encanto de la vida? Los metales, las gemas, los combustibles, los alimentos, las medicinas, el vestido, el techo, las bases y cimientos que soportan como hombros titánicos todo lo que se nos ocurra edificar. Todo, absolutamente todo, nos viene del seno fértil, generoso, incansable, de la madre tierra.

La tierra es nuestra fuente de vida, y lo ha sido así desde la creación. La hemos saqueado, estropeado y descuidado; pero con generosa perseverancia continúa cumpliendo con su asignada misión de sostener la vida que sobre ella se asienta. ¿Llegará a extenuarse la tierra? ¿Le quedan todavía fuerzas y recursos para mantener a la creciente población humana?

Se afirma que en el año 1800 había mil millones de personas en la tierra. En el año 1900 se duplicó a dos mil millones. Se calcula que dado el continuo crecimiento de la población necesitamos 1.2 planetas adicionales como el nuestro para que todos podamos vivir cómodamente. Según recientes informaciones de las Naciones Unidas la población mundial sobrepasa los 6 mil millones de personas, y sobre la base de que la cantidad de los últimos 1,000 millones demoró en completarse en el tramo breve de década y media, se calcula que la tierra aumenta un promedio de 84 millones de habitantes por año, lo que equivale a casi 230,000 habitantes por día, 9.500 por hora y aproximadamente 160 por minuto.

Como vemos la ecología es un tema delicado. No se trata simplemente de elementos físicos y materiales. Se trata de la vida. El Día de la Tierra no es simplemente para exaltar la belleza de los valles, la imponente enormidad de las montañas ni el inmenso esplendor de los océanos, Se trata de la vida, del aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que consumimos y la estrategia para ofrecer a las generaciones futuras un mundo habitable.

Creemos, pues, que el Dia de la Tierra conlleva un profundo significado religioso. En el libro de Génesis leemos estas palabras: “Y dijo Dios: ¡Que haya vegetación sobre la tierra; que ésta produzca hierbas que den semilla, y árboles que den su fruto con semilla, todos según su especie. Y así sucedió: comenzó a brotar la vegetación: hierbas que dan semilla, y árboles que dan su fruto con semilla, todos según su especie. Y consideró que esto era bueno”.

Si Dios calificó de buena su creación, ¿por qué permitir que se deteriore debido a nuestra irresponsabilidad, indisciplina y abuso? ¡Celebremos el Día del Arbol redoblando nuestro amor por la creación divina y cuidando este errante planeta, que es el hogar universal donde todos moramos!