El 4 de Julio: Un repaso a la historia

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
Celebramos hoy 232 años de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América y queremos aprovechar la estelar ocasión para compartir con nuestros amigos lectores  algunos interesentes datos asociados a esta fecha de tan profundo significado.

Los fundadores de la nación norteamericana escogieron la fecha del 4 de julio de 1776  para declarar la Independencia de los Estados Unidos; pero hubo que esperar trece años para que George Washington asumiera la presidencia de la nación el 30 de abril del 1789, jurando por vez primera en la historia la Constitución que los estados habían aprobado el 17 de septiembre de 1787.

El juramento presidencial de aceptación de cargos es breve. Lo traducimos: “Yo juro solemnemente que desempeñare con fidelidad el oficio de Presidente de los Estados Unidos y al máximo de mis habilidades preservaré, protegeré y defenderé la Constitución de los Estados Unidos”. El único presidente que hasta ahora ha preferido usar la palabra “afirmo”, en lugar de “juro”, fue Franklin Pierce, el viernes 4 de marzo del 1853.

El salario del primer presidente de los Estados Unidos fue de 25,000 dólares al año, sin beneficios adicionales. Hoy día el salario presidencial sobrepasa el cuarto de millón de dólares anualmente, sumados, por supuesto, los beneficios que se le añaden.

George Washington es el presidente de los Estados Unidos que más designaciones de honor ha recibido. Un estado lleva su nombre, así como la capital de la nación. Hay 31 condados llamados Washington, 46 ciudades, dos lagos, una montaña y una isla. Las calles y avenidas que a lo largo del país se llaman George Washington son incontables.

Otro mérito excepcional de George Washington es que fue elegido sin oponentes en sus dos términos como presidente de los Estados Unidos. Para su primer período juró como presidente en la ciudad de Nueva York (30/abril/1789), y cuatro años y cuatro días después lo hizo en la ciudad de Filadelfia.

El Distrito de Columbia (DC), que está circundado por los estados de Maryland y Virginia fue designado en la década de 1790 como la sede de la capital de la nación. Fue bautizada la ciudad en que se encuentra, con el nombre del primer presidente de la nación y en la misma se estableció la sede de las tres ramas del gobierno federal: la legislativa, la ejecutiva y la judicial.

La bandera es el símbolo nacional más reverenciado por los americanos. Fue el 14 de junio de 1777 que los fundadores patrios acordaron una resolución mediante la cual se estableció el estandarte para la nueva nación. El presidente George Washington se refirió en cierta ocasión a la bandera en estos términos: “Tomamos las estrellas del cielo, el rojo de nuestra madre patria, separándolo con franjas blancas para de esta manera indicar que nosotros nos hemos separado de ella, y las franjas blancas pasarán a la posteridad como símbolos de libertad”.

Hay tres figuras en los Estados Unidos que constituyen probablemente los tres símbolos más conocidos universalmente de la nación: la Estatua de la Libertad, el Tío Sam y la Dama Libertad, Vamos sucintamente a referirnos a ellos. La estatua de la Libertad, aunque parezca increíble, no fue creada en los Estados Unidos, sino en el estudio de un escultor francés llamado Frederic Auguste Bartholdi. Fue el 4 de julio de 1884, en Paris, que Ferdinand de Lesseps, constructor del Canal de Suez y presidente de la Unión Franco Norteamericana donó oficialmente la estatua como regalo a los Estados Unidos.

En mayo de 1885 la estatua fue desmantelada y empacada en 214 grandes cajones para su transporte en un navío de la Marina Francesa. En abril de 1886 finalizó  la construcción del pedestal y se dio inicio a la tarea de reensamblar la estatua, la que finalmente fue develada el 28 de octubre de ese mismo año, con la presencia de numerosos dignatarios de Estados Unidos y Francia. Cien años después correspondió al Presidente Ronald Reagan conducir los actos de celebración de su primer centenario.

El espíritu de la estatua se expresa en el famoso poema de Emma Lazarus, “El Nuevo Coloso”, y que aparece inscrito en una placa colocada en el interior del pedestal. Las frases finales de este poema son éstas: “dadme vuestros seres pobres y cansados, dadme esas masas ansiosas de ser libres, los tristes desechos de costas populosas. Que vengan los desamparados. Que las tempestades batan. Mi antorcha ilumina un umbral dorado"

El Tío Sam es una personificación nacional de Estados Unidos que data de la guerra de 1812. Según la tradición popular el origen del personaje tiene que ver con un grupo de soldados que estaba al norte de Nueva York, los que recibían barriles de suministros sellados con las iniciales U.S. (United States). Los soldados creyeron que las iniciales identificaban al proveedor de sus alimentos, Uncle Sam Wilson, de Troy, Nueva York. El 15 de septiembre de 1961 el Congreso de los Estados Unidos adoptó la siguiente resolución: “Resuelto por el Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, se acuerda que el Congreso reconozca a Uncle Sam Wilson, de Troy, Nueva York, como el progenitor del símbolo nacional de Estados Unidos, Tío Sam”. Un monumento en Arlington, Massachussets, señala su lugar de nacimiento.

Sin embargo, existen otras teorías acerca del origen de este interesante personaje. Probablemente Thomas Nast, un caricaturista creador de la imagen del Tío Sam, con sus patillas alargadas al estilo de Abraham Lincoln, fue uno de los responsables de la posterior popularidad de esta simpática representación visual de los Estados Unidos.

Durante la Primera Guerra Mundial se creó el famoso cartel del Tío Sam apuntando al espectador con las palabras “I Want You” (“Te Quiero a Ti”). El artista James Montgomery Flagg, quien pintó el cartel en 1917, usó una versión modificada de su propio rostro para la cara del Tío Sam. El veterano Walter Botts posó para el dibujo que lo convertiría en el Tío Sam llamando a los americanos para que se inscribieran en el ejército para defender la libertad mundial. Este cartel estaba basado en uno británico de 1914 donde aparecía Lord Kitchener, y que fuera diseñado por Alfred Leete.

Columbia, “la Dama Libertad” es el equivalente femenino del Tío Sam, casi tan alta como éste; pero mucho más real en apariencia. Se le representa como una mujer escultural que luce una larga túnica blanca y que lleva sobre sus sienes un gorro frigio, adornado con estrellas, al tiempo que sostiene en sus manos una bandera de los Estados Unidos.

Como símbolo, Columbia es decenios de años anterior al Tío Sam, y a diferencia de éste, no fue originalmente una persona real, sino más bien la creación de artistas que con el correr de los tiempos la han presentado como la encarnación de la idiosincrasia de los norteamericanos: firme, resuelta, inquebrantable, y sobre todo, patriótica.

Hoy día la estatua de bronce de La Libertad, creada por Thomas Crawford, es la corona que se yergue airosa sobre la cúpula del Capitolio Nacional. La estatua tiene una altura de 19 pies, seis pulgadas, y pesa 15,000 libras. Su punto más elevado está a 288 pies sobre la rotonda al este del edificio.

Pudiéramos ahora hablar del Himno Nacional de los Estados Unidos; pero el espacio apremia, de aquí que dediquemos nuestro último comentario al Sello de los Estados Unidos, el que aparece en todos los escenarios desde los cuales el Presidente habla como tal, y el que identifica a todas las agencias federales y a todas las proclamas y comunicaciones oficiales del gobierno.

El sello tiene impreso en su anverso el diseño de un águila de cabeza blanca que sostiene en una garra una rama de olivo que simboliza la paz y en la otra un manojo de trece flechas, una por cada uno de los estados originales. En el pecho del águila aparece un escudo de franjas rojas y blancas, y en el pico hay un listón con una inscripción en latín que dice “E pluribus unum” (“De muchos, uno”). Sobre su cabeza hay una constelación de 13 estrellas.

En el reverso, el sello tiene la imagen de una pirámide sin acabar, que significa la fortaleza perdurable. Es función del Secretario de Estado, el más importante miembro del gabinete, la de custodiar este escudo o sello, el que por ley tiene que ser colocado en todos los documentos importantes, así como en los frentes de las embajadas y consulados de los Estados Unidos.

Poco después de la firma de la Declaración de Independencia, Benjamín Franklin, John Adams y Thomas Jefferson fueron designados por los delegados al Congreso Continental para que escogieran un diseño adecuado para el Sello de los Estados Unidos. Es curioso el hecho de que Benjamín Franklin defendió denodadamente la tesis de que no se usara en el Sello la imagen del águila, sino la del pato salvaje; pero finalmente perdió la batalla. Ganó el águila.

En total se hicieron siete troqueles. El primero, de bronce, está en exhibición en el Archivo Nacional de Washington, DC. El séptimo, actualmente en uso, es de acero endurecido y fue grabado por la firma de Bailey, Banks y Biddle de Filadelfia, Pennsylvania, en 1904.

No podemos terminar este sencillo trabajo sin citar las palabras introductorias de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, preparada y expuesta por los padres de la patria el 4 de julio de 1776:  Son éstas: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad ….”.