El racismo en la política

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
MEn estos tiempos en los que los Estados Unidos se preparan para celebrar una nueva elección presidencial, el tema del racismo ha resurgido de forma abierta y peligrosa.. Un ejemplo al canto lo hallamos en el interés de algunos medios de comunicación en conducir reiteradamente sondeos de opinión pública en los que se hace esta pregunta: “¿Siendo usted blanco votaría por una persona de la raza negra para la presidencia del país?”. Después se publican los porcentajes. Este tipo de periodismo promueve sutilmente el problema de la discriminación racial.

El hecho es que sucede lo mismo al revés cuando la encuesta es conducida entre personas de la raza negra. Leí en un periódico local, hace pocos días, este titular: “al acercarse las elecciones aumenta el número de votantes negros a favor de Barack Obama”. Ese titular es consecuencia de uno de los repetidos sondeos de opinión pública que hemos mencionado. Yo confieso que no voy a votar por el candidato Demócrata, que en este caso es Obama; pero no por el color de su piel, sino por el color de sus ideas.

El problema de la discriminación racial en América es un problema que debiera estar casi resuelto. Puede ser que existan vestigios de racismo en personas o en grupos determinados; pero en términos generales el racismo institucional es cosa del pasado. Recordamos el año 1968 cuando Shirley Chisholm, una mujer de la raza negra fue elegida representante a la Cámara por el duodécimo distrito electoral de Brooklyn. Fue la primera de su raza en escalar esa posición. Poco antes de su muerte, ocurrida recientemente en la Florida, dijo “yo no quiero que me recuerden como la primera mujer negra en entrar en el Congreso. Quiero que me recuerden como una mujer que tenía agallas”. Tanto es así que en el año 1972 aspiró en las elecciones primarias en procura de la nominación presidencial por el Partido Demócrata.

Hoy día tenemos personajes como Condoleezza Rice, Ophra Winfrey, Colin Powell y Clarence Thomas, por citar pocos entre miles, que están en la cúspide norteamericana del poder. En relación con ellos no había oído mencionar tanto el tema de la raza como sucede hoy día, cuando la prensa se ha empeñado en explotar el asunto en relación con las ya cercanas elecciones presidenciales.

La pasada semana cuando Colin Powell, ex Secretario de Estado en la administración del presidente George W. Bush, siendo Republicano ofreció su público respaldo a la candidatura presidencial del Senador Barack Obama, hubo de inmediato muchos que hablaron de una “alianza negra”, elucubrando lo que sucederá en cuanto al equilibrio racial se refiere si Obama obtiene la presidencia.

El racismo no suele reconocer fronteras. Leí en una revista de temas religiosos que la iglesia cristiana se mantiene racialmente segregada. Creo que fue Billy Graham quien dijo en cierta ocasión que “el domingo une a los americanos por su fe; pero los separa por su color”. En un ensayo de matiz teológico alguien mencionaba lo que dio en llamar “el racismo bíblico”, haciendo referencia a la tesis relacionada con el diluvio universal, la que en el siglo XIX se desarrolló en Europa como un instrumento del fanatismo racial.

“En La Biblia -dice el trabajo- se indica que hay tres razas humanas, provenientes de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. De Sem descenderían los judíos y los árabes; de Cam, los negros, y de Jafet los blancos. Esta visión bíblica de la humanidad dividida en razas alude a la maldición de Canaán, hijo de Cam, al que Dios condenó: “maldito sea Canaán, siervo de siervos será a sus hermanos” (Génesis 9:18-29). La interpretación racista de La Biblia, sostuvo que la maldición de Canaán” fue una maldición de Dios a la raza negra, por lo cual ésta era condenada a servir a los blancos.

Esta interpretación fue ampliamente difundida, e incluso enseñada a los jóvenes africanos por las autoridades coloniales y los misioneros católicos y protestantes a través de los libros escolares belgas durante la primera mitad del siglo XX. Gracias a Dios ha sido desestimada como improcedente y antirreligiosa.

Es evidente que el racismo nos lleva a posiciones de increíble intransigencia. El hecho, sin embargo, es que el racismo es práctica universal y se manifiesta continuamente de muy diversas maneras. Para combatir el racismo, la Organización de las Naciones Unidas adoptó en 1965 la Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial y estableció el día 21 de marzo como Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación.

Hoy día esta nación en la que vivimos, y de la que nos consideramos parte, ha adoptado un sentimiento de xenofobia en contra de los inmigrantes indocumentados, que se cuentan por millones y son de múltiple procedencia. Esa actitud es plenamente racista y totalmente anacrónica en los tiempos actuales. No es de extrañarnos, pues, que haya otro tipo de impropias divisiones en la sociedad.

Es cierto que somos diferentes. Un chino de piel amarillenta y ojos oblicuos no se parece en nada a una persona negra, corpulenta y de abundante cabello rizado. Esas diferencias suelen producir reacciones de racismo, cuando añadimos la dificultad de comunicación por razones de idioma y las prácticas culturales, muy disímiles. El mismo patrón se aplica en relación con otras entidades raciales.

Generalmente hablamos del racismo en términos colectivos y nos referimos a las leyes constitucionales, la predicación en las iglesias, las normas escolares y la función judicial, cuando el caso es que el racismo suele ser una actitud individual que se colectiviza por los medios de difusión pública.

Mi tesis, finalmente, es que no debemos permitir que las elecciones del 4 de noviembre nos dividan entre blancos y negros un siglo después de alcanzados muy positivos niveles de convivencia.

El caso de Obama, dada la cantidad de votos que ha alcanzado en las elecciones primarias como candidato y en los niveles de aceptación pública que suele obtener, demuestra que el argumento del racismo está erosionado de inexactitud.. No se porqué tanta insistencia en el color de su piel, cuando mucho más demandantes de atención son sus ideas y proyecciones políticas, inquietantes para muchos de nosotros.

Yo, lo reitero, voy a votar por el dueto McCain-Palin. El hecho de que no vote por Barack Obama e inste a otros a que sigan la misma línea, no tiene connotación racial alguna. En materia política padezco de daltonismo.

En una revista cristiana leí un articulo sobre el racismo y me llamó la atención este párrafo: “¿Por qué la gente tiene actitudes racistas? Tres de las razones son: sentimientos de orgullo, sentimientos de inseguridad y sentimientos de temor. Cuando estamos orgullosos de quienes somos, fácilmente podemos menospreciar a quienes son diferentes de nosotros y no manifiestan las mismas características que nosotros. Podemos comenzar a creer que somos superiores a otra persona o raza”.

En los Estados Unidos del año 2008 no podemos permitir que de nuevo se creen campos de hostilidad entre blancos y negros. Todos somos americanos, y como tales debemos defender nuestra integridad nacional. ¡A votar, pues, el 4 de noviembre de acuerdo con las ideas y valores de los candidatos. El color y el sexo no son detalles que se mencionen en la boleta electoral!