Curiosidades bíblicas

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
La Biblia es una colección de libros sagrados que contiene casos y cosas tan excepcionalmente interesantes, que siempre da gusto comentarlos. Con sumo gusto he preparado una breve selección para mis dilectos amigos de LIBRE, sin atender a un orden determinado o a una clasificación de asuntos.

La palabra Biblia no aparece en la Biblia. Esta palabra proviene del griego biblia, que significa libros. El vocablo proviene a la vez de otra palabra, byblos, que significa papiro, el material del que eran hechos los libros en muy antiguos tiempos.

Los griegos en tiempos antes de Cristo obtenían su provisión de papel del puerto de Byblos, el que actualmente conocemos como el Líbano. La palabra usada para libros fue biblio, derivado del nombre del puerto, y a partir de ahí tenemos nuestro vocablo Biblia.

Hay dos libros en La Biblia, increíblemente, que no mencionan el nombre de Dios. Son ellos Esther y el Cantar de los Cantares. En otros, en los que sí se menciona el sagrado nombre, se narran historias horripilantes. Cuando uno lee los libros de las Crónicas o los dos volúmenes de los Reyes se dará cuenta de que La Biblia no es una obra editada para complacer posiciones mojigatas.

El nombre de Jesús aparece setecientas veces en los Evangelios y el Libro de los Hechos, y menos de setenta veces en las Epístolas. El nombre Cristo se menciona sesenta veces en los Evangelios y los Hechos; pero 240 veces en las Epístolas y el Apocalipsis. . Es decir, que en total, en los 27 libros del Nuevo Testamento, de una forma u otra se hace referencia exactamente 1,020 veces al nombre de Jesús.

Hay muchas personas que usan proverbios, refranes y expresiones bíblicas sin ni siquiera pesar que están acudiendo a fuentes de las Sagradas Escrituras. Por ejemplo, cuando decimos que “es peor que Caín” estamos aludiendo al asesino de su propio hermano, Abel. Y si calificamos a alguien de “Judas”, nos referimos al apóstol que traicionó a Jesús por treinta monedas de plata. Hablamos de “la fe que mueve montañas”, y citamos textualmente palabras pronunciadas por Jesús, y si alguien afirma que “el dinero es la raíz de todos los males”, está evocando un pensamiento del Apóstol Pablo.

¿Ha oído usted decir a alguien, casi filosóficamente que “no hay nada nuevo bajo el sol”? Pues la expresión es original del rey Salomón y se halla en el libro bíblico de Eclesiastés. Hace poco un locutor radial, refiriéndose a un atleta venido a menos por manejos impropios de su propia vida, dijo “segó lo que sembró”. Probablemente ignora que la frase proviene de la Epístola paulina del Nuevo Testamento, dirigida a los Gálatas.

“Ojo por ojo y diente por diente” es una frase que aparece en el antiquísimo libro de Levítico, aunque muchos eruditos sostienen que es una expresión de culturas antiguas, anteriores a los tiempos bíblicos. La expresión, más que proponer la ejecución de una venganza violenta, lo que trata es de limitar el daño que reciprocamos a la intensidad del daño recibido. Hoy día la usamos, no obstante, para justificar la venganza, aunque ésta sobrepase en daños a los producidos por la ofensa recibida.

Una despectiva alusión a las personas que no merecen o no calibran el valor de lo que le damos la elaboramos por medio de estas palabras: “no se les debe echar perlas a los puercos”, y lo menos que podemos imaginarnos es que estamos citando a nuestro Señor Jesucristo. Podemos comprobarlo fácilmente buscando la cita en San Mateo, capítulo siete, y versículo catorce.

Una manera muy usada en nuestro idioma –y probablemente en todos los idiomas del mundo- para referirnos a las debilidades de las personas que se creen, sin serlo, grandes y poderosas, es la de definirlas diciendo que “tienen los pies de barro”. Pues bien, esa frase fue inaugurada por el profeta Daniel cuando le exponía al rey Nabuconodosor la gran estatua que el monarca vio en su sueño. La historia completa podemos leerla en el libro que lleva precisamente el nombre de Daniel.

Es muy curioso el hecho de que hay dos historias de la creación en el libro de Génesis (1:-1-2:3), y (2:4-25); pero en ninguna de las dos se identifica al “fruto prohibido como “una manzana”. Sin embargo, en inglés la prominencia masculina de la laringe se conoce como la “Adam’s apple” (la manzana de Adán), en referencia a la leyenda de que fue una manzana el fruto que el primer hombre recibió de Eva. En español somos menos aferrados a la leyenda, y hablamos de “la nuez de Adán”. De todas formas, no falta la referencia al primer ser masculino creado por Dios, según se narra en el primer libro de La Biblia.

“La niña de mis ojos” es una expresión que usamos en español para referirnos a algo que nos es de suma importancia. Curioso es el hecho de que en inglés la equivalencia de la expresión es “the apple of my eyes”. La frase es de origen bíblico y la hallamos en varias citas. La primera de ellas en el antiquísimo libro de Deuteronomio (32:10), y posteriormente en los Salmos (17:8) y en los Profetas Menores (Zacarías 2:8). Los interesados en este tipo de cosas simplemente pueden comparar dos versiones bíblicas, una en inglés y otra en español, y si pueden decirme por qué en inglés es “eye” y en español “niña”, les quedaré profundamente agradecido. Lo que hemos querido demostrar, sin embargo, es válido en ambas lenguas: La Biblia es parte de nuestra cultura y la citamos sin darle, en la mayoría de los casos, el crédito debido.

Lo menos que algunas personas pueden imaginar es que el concepto del “chivo expiatorio” procede de La Biblia. El chivo es el macho joven de la cabra. Expiar es la acción de purificarse de las culpas por medio del sacrificio. La expresión proviene de un ritual del antiguo pueblo de Israel, para el cual se escogían dos chivos. Mediante el azar se elegía a uno de ellos para entregar como sacrificio a Jehová, haciéndose derramar su sangre por el sumo sacerdote como ofrenda agradable al Señor, y el otro era cargado con todas las culpas del pueblo judío, y entregado a Azazel (el demonio). Este último, conocido como chivo expiatorio, era abandonado en mitad del desierto, acompañado de insultos y pedradas.

En la actualidad se utiliza la expresión para señalar a la persona que recibe un castigo para silenciar las culpas de los demás. Esta víctima, generalmente inocente, se suele utilizar para cerrar casos judiciales amañados en países sin ética ni respeto por los derechos humanos. Lo que poca gente sabe es que el concepto del “chivo expiatorio” tiene definidas raíces en La Biblia.

Para terminar, aquéllos que se refieren a los hipócritas o a los rapaces engañadores, llamándolos “lobos vestidos de ovejas”, sin saberlo están citando literalmente palabras pronunciadas por Jesús en el famoso Sermón del Monte (San Mateo 7:15). No cabe dudas, La Biblia es una muy curiosa selección de libros inspirados por Dios. Han pasado siglos desde su formación y todavía hoy día es parte de nuestras vivencias cotidianas. ¿No se animan a leerla después de las cosas que hemos dicho hoy?