Elogio del trabajo

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
Alberto Beltrán, un reconocido compositor dominicano, escribió la letra de un famoso merengue titulado “El Negrito del Batey”, que todavía se canta y se baila con entusiasmo y alegría. En la letra de este merengue Beltrán incluyó una frase de matiz teológico, algo que por supuesto, no era su intención. ¿Recuerdan la expresión “el trabajo lo hizo Dios como castigo”?. Pues bien, ese es un tema que ha ocupado la mente de muchos estudiosos de la religión.

La idea de que el trabajo es un castigo de Dios nos viene de una impropia interpretación del libro de Génesis: “...ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida. La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás”. Esta determinación de Dios le fue comunicada a Adán después que éste le desobedeciera, aliándose con su mujer para disfrutar ambos del fruto prohibido del Jardín del Edén, y se refiere a la insatisfacción que el ser humano hallará en los quehaceres de su vida cuando éstos se llevan a cabo sin una positiva relación con Dios.

Lo evidente es que la orden de que el hombre trabajara es previa a su caída. Estaba Adán recién creado, en pleno disfrute de su inocencia, cuando el Señor le dijo “ ... ejercerás dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”. Es clara la diferencia que existe entre esta aseveración y las palabras pronunciadas por Dios después del pecado de la primera pareja humana. El trabajo es un castigo cuando se hace sin el gozo de la vocación; pero es una bendición cuando se hace conforme a nuestra autoridad de ser hijos idóneos de Dios. El trabajo es bueno cuando se hace con bondad y pesa como una culpa cuando se hace con desdén. Tal como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “el trabajo humano procede directamente de personas creadas a la imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra”.

El trabajo, pues, es un designio de Dios, y como tal debemos considerarlo. Algo muy triste, sin embargo, es la forma en que se ha manejado el asunto del trabajo a lo largo de la historia humana. En su Historia de la Esclavitud, José Antonio Saco nos hace pensar en la odiosa habilidad del hombre para echar a perder sus bendiciones. La Biblia nos presenta cómo se ha pervertido la experiencia del trabajo a lo largo de los años. En los tiempos de la esclavitud de los hebreos en Egipto, los niños trabajaban desde el amanecer hasta altas horas de la noche, las mujeres vivían encorvadas ante el lodo que debían amasar, y los hombres veían ennegrecer su piel al cocer los ladrillos en hornos de infernal temperatura. A todo esto se añadían el hambre, la promiscuidad, las humillaciones morales y los abusos físicos. Cuando Moisés saca a su pueblo de Egipto y lo lleva hacia la tierra prometida está cumpliendo no tan solo con una misión espiritual o religiosa, sino que está cumpliendo también con la tarea sociopolítica de liberar a los suyos de la más ignominiosa opresión laboral.

Es refrescante señalar que en Las Escrituras se proclama la ética laboral, en anticipación a las grandes luchas que habrían de acontecer a lo largo de la historia. El Señor Jesús afirma que “el obrero digno es de su salario”. Si fuéramos a enumerar las citas sobre el trabajo que aparecen en La Biblia, se nos haría insoportablemente extenso este sencillo artículo.

Este próximo lunes celebraremos el Día del Trabajo, y hoy que estamos en los Estados Unidos debemos agradecer a Dios la libertad laboral que nos dignifica. Muchos de nosotros hemos tenido que recorrer nuestra ruta laboral en estas tierras donde se nos ha acogido con generosos brazos abiertos, y como un homenaje a la nación en la que nos hemos labrado el futuro, quisiéramos compartir con nuestros amigos una traducción libre del famoso himno de Walt Whitman dedicado al espíritu laboral de América:

“Escucho a América cantar ... las muchas melodías a mis oídos llegan: la de los mecánicos, que entonan ritmos mientras golpean recios hierros y bronce ..., la de los albañiles, que cantan mientras levantan paredes y afirman pisos ...

Oigo a los navegantes cantar sus melódicas canciones mientras se deslizan en sus naves rumbo a remotos puertos; el zapatero canta también, cuando sentado en su banca de trabajo hace rimas con el ruido de su martillo.

El canto de los trabajadores del bosque, el de los muchachos que empujan sus arados a las horas del amanecer, es música que embellece el día y enternece la puesta del astro rey..

Escuchamos el canto delicioso de las madres, o de la joven esposa, en medio de sus tareas, y las viejas melodías que entonan las ancianas que tejen o lavan con felicidad la sudada ropa de los que trabajan.”

América es cantar mientras se trabaja. Tenemos libertad, podemos escoger nuestra profesión, disfrutamos de la opción de seleccionar el sitio en el que trabajamos y hay leyes que nos defienden de las injusticias y las opresiones y nos protegen de la discriminación. Probablemente nos haya extrañado no ver aquí los desfiles de trabajadores reclamando derechos. Y no es que no haya que exigirlos cuando son violados, sino que los funcionarios públicos, por alta que sea su jerarquía, no legislan desde una tribuna, no acceden a prometer privilegios infundados y no imponen al pueblo desfiles obligados.

Pena me dan los pueblos que están sometidos a aplaudir a gobernantes que desprecian, a callar los abusos que sufren y a agradecer los beneficios de los que carecen. El trabajo no es un regalo del estado ni un obsequio del tirano de turno, no es un compromiso que atenta contra la dignidad individual ni una sumisión humillante a consignas oficialistas. El trabajo es un don de Dios, y como tal hay que dignificarlo.

En estos tiempos, cuando una crisis económica promueve el desempleo, tenemos que intensificar nuestro respeto por el trabajo. Desde estas páginas amables del DIARIO LAS AMERICAS elevo una oración para que terminen las horas de desasosiego y se inauguren nuevos días en que renazca la paz y la felicidad en el corazón de todos los americanos.