No me olvides 

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
“No me olvides” o “miosota” es una sencilla y pequeña flor azul con un poco de color rojo.” Una antigua leyenda nos dice que cuando Dios creó el mundo dio nombre y color a todas las flores. No obstante, una pequeña florecilla le suplicaba “¡No me olvides!:, ¡no me olvides!”; pero como su voz era tan suave, Dios no alcanzaba a oírla. Una vez que el Creador finalizó toda su obra, pudo percatarse de esa pequeña voz, pero ya todos los nombres estaban dados, así que Dios le dijo: “No tengo nombre para ti, pero te llamarás “no me olvides”, y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre”. Además, le dijo que serviría para acompañar a los muertos y para consolar a los vivos.

El interés en que se estableciera un Día Nacional para los Abuelos, se debe a una luchadora mujer llamada Marian McQuade, una ama de casa del condado Fáyette, en Virginia del Oeste. Su motivación inicial fue la de lanzar un llamado de ayuda a favor de los ancianos que soportaban su soledad en asilos y centros de cuidado especial. También se dedicó a persuadir a los hijos y a los nietos a que estudiaran y acogieran la herencia religiosa y cultural de sus abuelos. El presidente Jimmy Carter, en 1978, proclamó la celebración del Día Nacional de los Abuelos, oficializándose la celebración para que se llevara a cabo cada año en el primer domingo que precede al Día del Trabajo.

¿Y cuál es la relación del Día de los Abuelos con “no me olvides? Pues precisamente que esa pequeña flor ha sido escogida como símbolo de la organización que patrocina un día nacional para los abuelos. Ciertamente, una necesidad de las personas mayores es el apoyo espiritual, físico, moral, y hasta financiero, de parte de quienes son más jóvenes. En un estado como el de la Florida, en el que los abuelos carecen de derechos legales sobre sus nietos, y en el que las distancias geográficas y étnicas separan a los jóvenes de sus ancestros, es necesario proclamar la vigencia del amor y extender un llamado a la unidad integral de la familia. Esa humilde y frágil florcita habla en la voz de los abuelos, reclamando sencillamente: ¡no me olvides!

Sin demérito de la anterior versión, hay otras fuentes que señalan a la señora Hermine B. Becket Hanna, como la promotora, en 1961, de un día para los abuelos, celebración que, como ya hemos expresado, fue oficialmente instaurada a partir de su primera celebración en 1978. El congresista Jim Walsh, de Nueva York, reconoció en la Cámara Baja, en Washington, las gestiones llevadas a cabo por la Sra. Becket Hanna; pero la persona que el Congreso en pleno distinguió como la creadora del Día Nacional de los Abuelos fue Marian McQuade, de la que el senador Alphonso D’Amato y el presidente Jimmy Carter se expresaron con elogios y agradecimiento.

Correspondió al senador Jennings Randolph, Demócrata de West Virginia, introducir una resolución en el Congreso de los Estados Unidos para que se adoptara legalmente para todos los estados la celebración del Día Nacional de los Abuelos. Parte de su discurso proponente contenía estas palabras: “es un privilegio honrar a los abuelos, dándoles la oportunidad de hacer saber al mundo el amor que ellos sienten y demuestran para los hijos de sus hijos, y a la vez, haciendo que éstos tomen conciencia de la fortaleza, enseñanzas y orientación que sus mayores pueden y están dispuestos a ofrecerles”.

El Concilio Nacional del Día de los Abuelos (National Grandparents Day Council), es una corporación no lucrativa establecida por los descendientes de Marian H, McQuade, fundadora de un Día Nacional para los Abuelos. El propósito del Concilio es respaldar y promover la relación interactiva entre abuelos y nietos a lo largo de todo el año. “Nuestras metas, señala un ejecutivo del Concilio, son honrar a los abuelos y a las abuelas creando y fortaleciendo nexos de comunicación entre ellos y sus nietos. Adicionalmente, nos dedicamos con entusiasmo a incrementar lazos de ayuda compasiva a favor de las personas ancianas de nuestra sociedad, en especial aquellas que residen en asilos y hogares de cuidado para ellos”.

En el 2004 el Concilio del Día Nacional de los Abuelos, en Chula Vista, California, anunció que “A Song For Grandma and Grandpa”, lírica y música de Johnny Prill, sería el himno oficial adoptado por la organización. Este es un cántico con melodía viva y contagiosa y un mensaje fino y tierno. Debido a que no hemos encontrado una versión del mismo en español, vamos a intentar humildemente la nuestra:

“¡Abuelita, abuelito, los quiero tanto, los quiero tanto / por lo mucho que me cuidan / por lo mucho que me miman / rodean mi vida de amor! / Los paseos de la mano, / los ricos platos de abuela / sentarme contigo, abuelo / y escuchar tus historietas, / el empacar mis maletas / y pasar días contigo / y correr mis aventuras / de pasear en bicicleta. / Los años ya van pasando / y veo hilos de plata / adornando sus cabezas / El caminar es más lento / y las palabras más sabias. / Pronto seré yo quien / me los lleve de la mano / a visitar nuestra iglesia / y daré gracias a Dios / porque me concedió / el buen crecer junto a ustedes, / aprender a ser familia / unidos hasta la muerte”.

La senadora de los Estados Unidos por el estado de Michigan, Debbie Stabenow, refiriéndose a la canción para los abuelos, le dedicó estas palabras a Jimmy Prill, su autor: “Usted ha puesto en música y palabras la preciosa relación de amor que debe existir entre abuelos y nietos”.

Para la mayoría de los hispanos el día de las abuelas se celebra el 26 de julio, fecha que en el calendario cristiano se menciona como el día de Santa Ana, la que de acuerdo con la tradición fue la madre de la Virgen María, y en consecuencia, la abuela del niño Jesús. La celebración para ambos abuelos, que en el mundo anglo tiene lugar el domingo posterior al llamado “Labor Day”, es poco conocida para personas que viven recientemente en los Estados Unidos; pero pretendemos, modestamente, salvar esa distancia por medio de este sencillo artículo.

Hoy, domingo 13 de septiembre, unámonos a nuestros hermanos estadounidenses y digámosles a nuestros abuelos cuánto les amamos y cuánto agradecimiento les profesamos. Yo soy abuelo de cuatro nietos y recibiría hoy de cada uno de ellos, no un regalo material, que no me interesa, sino un beso y un abrazo, algo que me llenaría de orgullo y felicidad. Como yo, hay millones de abuelos que sentirían lo mismo. El amor nunca está de más, siempre se hace nuevo, y siempre llena vacíos en los corazones de las personas amadas. Así, que a todos los abuelos, un abrazo solidario.

Cuando veamos esa frágil y alegre flor a la que Dios le puso como nombre, según la tradición, la hermosa frase de ¡No me olvides!, pensemos en los abuelos y en los ancianos de nuestra familia. Un abuelo o una abuela olvidados son irremediablemente dos personas tristes. Somos nosotros el instrumento de Dios para llevarles alegría.