El aburrimiento

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
El aburrimiento es una vivencia común que de una u otra forma todos hemos experimentado. La etimología de la palabra es interesante. La misma proviene de la raíz “ab”, prefijo que significa “sin” y el término “horrore”, que significa “horror”. Se trata de la ausencia de interés o de reacción adecuada ante las oportunidades, la actitud de no reaccionar apropiadamente ante los estímulos que debieran despertar dolor, alegría, simpatía, oposición o aceptación.

“El aburrimiento -define el diccionario- es el cansancio o fastidio causados generalmente por disgustos o molestias, o por no tener nada que divierta y distraiga. Se le suele llamar también hastío”. Añade un psicólogo que “es lo contrario de la diversión o el entretenimiento. Puede causar bostezos debido a la insuficiente circulación de la sangre durante la quietud”.

Lo curioso del tema del aburrimiento es que no se trata de un asunto trivial o baladí. Sobre el mismo se han expresado filósofos, psicoanalistas y psiquiatras. El aburrimiento es una vivencia pasiva, de la que pueden generarse acciones impulsivas. De acuerdo con profesionales en el campo de la terapia conductista, una de las razones que llevan a los jóvenes a entrar en el mundo de la droga y el alcoholismo es precisamente el aburrimiento. Este promueve la ociosidad, y como bien dice el viejo refrán, “la ociosidad es la madre de todos los vicios”. Hay extremos en los que el aburrimiento conduce al suicidio o a la comisión de actos bizarros propios de una imaginación desconectada de la razón.

Una recomendación, especialmente para personas ancianas, jubiladas, desempleadas o inactivas por causas de impedimento físico, es que acudan al disfrute de algún pasatiempo. Se sabe que en 1913 Arthur Wyne, periodista, escritor y conferencista motivador, fue el inventor del crucigrama, y que casi un año después publicó el primer libro de entretenimientos en el país, del que se vendieron más de 750.000 ejemplares en sólo una semana. Wyne creía en la eficacia del “hobby”, palabra que podemos traducir por “afición” o “actividad favorita”. Es un hecho comprobado que los que pescan, pintan, cosen, practican deportes, cantan, leen o escriben, entre otras muchas probables actividades, suelen tener la mente ocupada y no son propensos a caer en un vacío de inactividad que produce la desalentadora sensación del aburrimiento.

En el campo filosófico el aburrimiento se asocia frecuentemente a sentimientos como el disgusto, el miedo y la inconformidad. Sobre el tema han escrito personajes como Sigmund Freud, Soren Kierkegaard, Friederich Nietzsche, Arthur Schopenhauer, Miguel de Unamuno y otros muchos pensadores.

Es curioso que Unamuno, en “Niebla”, su primera novela, publicada en el año 1914, trate del tema del cansancio de vivir y el de la inmortalidad. La vida tiene sus etapas de tedio, de caminos bifurcados que nos confunden y de miedos a un mañana indefinible; pero, según el gran filósofo y escritor español, no podemos salirnos de la amenaza de la inmortalidad. De aquí el consejo de Augusto, el personaje central de “Niebla”: “el aburrimiento es el fondo de la vida. Es el aburrimiento el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor”.

Arthur Schopenhauer, el filósofo alemán del pesimismo, creía en el rigor del destino y pretendía que la voluntad humana se rebelara contra tal designio, algo que él mismo consideraba un imposible. Esa lucha inútil de muchos de nosotros por superar las inconveniencias de la vida, y la perversa noción de que somos incapaces de vencer, nos arroja hacia una actitud de inactividad y pesimismo que promueve el aburrimiento.

Sóren Kierkegaard, el filósofo y teólogo danés, el propulsor del llamado “existencialismo religioso”, sustentaba la sorpresiva teoría de que el aburrimiento fue lo que pobló al mundo. Dios se aburría después de haber formado una creación con la que no podía comunicarse y creó a Adán. La creación del hombre es una necesidad de Dios, pues sin éste no hay quien alabe su obra ni adore su existencia; pero Kierkegaard., un hombre infeliz debido a una relación amorosa traicionada, llegó a cuestionar si el ser humano entiende o no, el sentido y el propósito de su existencia. Las preguntas sin respuestas, y la caminata sin brújula deja de tal manera perplejo al ser humano que lo sume en un estupor tedioso, una elegante forma de definir el aburrimiento.

Sigmund Freud, el gran pensador judío, sagaz estudioso de los fenómenos de la personalidad humana y padre reconocido del psicoanálisis, manejó el concepto de los mecanismos de defensa de tal manera que los mismos han sido considerados por todos los médicos psiquiatras y psicoanalistas a lo largo de los últimos 100 años. Entre los “mecanismos” identificados por el polémico doctor Freud existe uno que se identifica como “la limitación del yo”, y que de esta manera se describe: “el sujeto abandona cualquier actividad que sea, cuyo ejercicio le provoca displacer o por cualquiera otra consideración, entonces se limita a sí mismo y no hace lo que debería hacer”.

No pretendo incluir el aburrimiento entre los mecanismos de defensa, pero justo es señalar que la auto limitación de la persona ante situaciones emotivas o físicas desagradables suele crear una actitud de indiferencia que puede degenerar en depresiones peligrosas. De esto hay que cuidarse, y si la persona involucrada en este proceso no se da cuenta de las consecuencias del mismo, sus familiares y amigos son los llamados a provocar la actitud de alerta.

El aburrimiento ocasional, que nos arrincona en un cómodo sillón por un par de horas y nos provoca una siesta no planeada, no es preocupante; pero el aburrimiento impregnado de nostalgia, continuado y disgregador, debe ser interceptado de la manera más rápida posible. Para terminar esta modesta disquisición sobre un tema que solemos ignorar, voy a permitirme ofrecer cinco sugerencias prácticas. Soy de los que creen que la teoría que no se traduce en conducta, no pasa de ser una aventura intelectual, así que consideremos los siguientes puntos: (1) analice sus etapas de aburrimiento buscándoles soluciones; (2) evite su aislamiento. En el hogar no se aparte de los demás miembros de la familia, y si no tiene familia, búsquela en la iglesia, en clubes fraternales, grupos de interés, etc. Recuerde que el aburrimiento es soluble en una buena dosis de compañía; (3), un viejo refrán dice que “por la puerta de la pereza entra el aburrimiento”. Viva activamente, independientemente de la edad, y aún de los factores de salud. El que siempre halla algo que hacer no tropieza con el aburrimiento; (4) use su inventiva. Pudiéramos citar ejemplos de casos en que las personas jubiladas, discapacitadas o simplemente ancianas y solitarias, han hallado soluciones mágicas a sus problemas. Conozco, con nombre y dirección, a tres personas que se han iniciado en el mundo de la pintura y han llegado incluso, a participar de exhibiciones de sus cuadros. Tengo un amigo que a los 70 años se ha convertido en un formidable escritor de cuentos infantiles, y sé de una señora que aprendió a tocar guitarra cerca de sus “70’s” y ya compone e interpreta sus propias canciones. Y finalmente, ¿cómo podría faltar mi identidad religiosa? ¡Confíe en Dios, practique la oración y hágase bueno para alguien que esté infeliz y necesitado! No conozco a nadie que se haya enfermado de aburrimiento ayudando a los demás...!