Un paso al frente

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
Estamos estrenando un año  y tenemos ahora el reto de empezar una larga caminata a lo largo de  365 desconocidos trechos. No nos queda otra alternativa que dar un paso al frente.  Hay dos maneras de enfrentarse  a un año que comienza.

            Tenemos al pesimista. Yo conozco varias personas que encajan fácilmente en esta clasificación. Voy a mencionar a los esposos González. Hay tantos González, que nadie va a intentar identificarlos. Me dice él que siempre las cosas del futuro son peores que las del pasado, y que en el 2010 va a tener que trabajar más para ganar menos. “El año que viene se hace con la materia prima de éste”, afirma con tono profesoral, y añade que “en el mundo las cosas jamás tienden a mejorar, sino a empeorar”. Jorge, que así se llama, inventa una nueva ley de Murphy cuando afirma que “cuando las cosas van a salir mal, no hay manual de instrucciones que las arregle”.

            Hortensia, la esposa de Jorge, comparte el mismo gen de pesimismo que su compañero de hace más de cuarenta años. En cuanto le hablamos de su perspectiva para el 2010, se suelta a hablar. “La economía va de peor en peor. Estoy segura de que a no más tardar en febrero me dan lay off”. No sé porqué, pero en inglés esas palabras suenan más dramáticamente que en español. Añade que “la recesión va a durar varios años y que en poco tiempo un galón de leche va a costar 10 dólares y 5 una libra de pan”. Pone cara dramática, y recalca, “vamos a tener que desayunar agua con azúcar, y con poca azúcar, por si acaso”.

            Hablar con Jorge y Hortensia es una aventura. Son simpáticos y articulados; pero muy difícil coincidir con ellos. Les gusta, a ella el color negro, y a él, el color gris. Si el cielo se oscurece anuncia tornados y tormenta, y si se asoma una ola fría todos se van enfermar de catarro por los cambios bruscos de temperatura. He descubierto que los pesimistas suelen ser terriblemente supersticiosos. Odian a los gatos negros, desprecian el número 13, jamás cruzan por debajo de una escalera y se persignan cuando ven una carroza fúnebre; pero dentro de todo Jorge y Hortensia son felices: se comen con mucho gusto el pan de hoy aunque crean que mañana les tocará comer harina sin manteca.  

            “Un pesimista es alguien que en una calle de una sola vía mira tres veces a cada uno de los lados antes de cruzar”, comenté antes de despedirme de Jorge y Hortensia; pero añadió él,  “y también para arriba por si acaso hay una teja floja en el tejado del vecino”.

            Pero tenemos también a los optimistas. Son los que creen que cada año es mejor que el que le antecede, que el futuro cancela los errores del pasado y renueva las fuerzas que el ayer nos embargó. Conozco a muchos optimistas. Yo, modestamente, me considero entre ellos. Precisamente ayer hablé con un amigo sobre el tema de la política y cuando mencionamos al presidente Barack Obama, me dijo: “yo no voté por él, pero parece que Dios sí, de manera tal que te aseguro que va a ser el mejor presidente de los Estados Unidos desde los tiempos de Lincoln”. No pude evitar una risotada que justificadamente le molestó.

Voy a hablar –sin pedirles permiso- de los esposos Colón,  que forman una de las parejas más positivas y optimistas que yo he conocido. Gerardo, así se llama él, ya está jubilado y sufre muchos problemas de salud. Al preguntarle como se siente, dice: “estoy tan bien que cuando me miro en el espejo creo que me han quitado veinte años de edad”. La esposa. Graciela, entre risas apunta que su marido “es tan optimista que se cree dueño de un Mercedes-Benz y lo que maneja es un Toyota”.

Estos esposos siguen la filosofía de Ramón de  Campoamor: “en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Ellos usan cristales rosados y todo lo ven color de rosa.

“El año 2010 será uno de los mejores de la historia, porque servirá para superar los errores de ayer. Ya verás como se arregla la economía, con más justicia y más esperanzas de seguridad”,  proclama Gerardo, dándole a su voz un toque didáctico.. Y Graciela, para no quedarse atrás, añade: “Yo estoy segura de que vamos a prosperar. Voy a regresar a mis estudios de contabilidad y voy a disfrutar de la graduación de nuestros dos hijos. En 2010 los Estados Unidos rescatarán sus valores y todos vamos a ser de nuevo, muy felices”.

Hay una gran diferencia entre los pesimistas y los optimistas. Los que se dejan arrastrar por el pesimismo les cortan las alas a sus ilusiones, carecen de objetivos para emprender una caminata segura y se derrotan antes de empezar la pelea. El pesimista no tiene mañana, porque se deja clavar por las garras del ayer, y se inmoviliza.

Los optimistas fabrican planes, se trazan objetivos, se sienten motivados y usan los obstáculos, no para detenerse, sino para superarlos.

Decida, hoy, con qué actitud va a inaugurar la caminata del año 2010  Puede ir solo por los trechos desconocidos, caer sin tener fuerzas para levantarse y hundirse en un lamento sin fondo; pero también pudiera engalanar de flores la senda por la que le toque andar.

Todo depende de con quién vaya. Si va solo, confiando en recursos que no tiene, le espera la decepción. Si va con Dios, los mares le abren camino, las rocas le dan agua, las estrellas le darán el abrigo de su luz  y en su corazón no habrá desasosiego, sino paz fecunda y amor sin fronteras. “El mundo pertenece a los optimistas; los pesimistas sólo son espectadores”, dijo en cierta ocasión Francois Guizot, historiador y político francés nacido en 1787. Y tiene razón, más de 200 años después.

Los pesimistas se olvidan de Dios y pierden el rumbo.

Los optimistas se abrazan de la compañía de Dios y van en pos de una estrella. Son como los magos de Oriente, que tras una larga caminata, descubrieron el pesebre de Belén.

¡Feliz y bendecido año 2010!