Un relevante acto de unidad

Autor: Rev. Martín N. Añorga

 

     
Por años sin contar se me ha hecho la misma pregunta: ¿por qué los cristianos están tan divididos? Es cierto que cuando miramos al panorama del cristianismo nos encontramos con centenares de grupos. Para mencionar a pocos, tenemos a católicos, luteranos, episcopales, presbiterianos, metodistas, bautistas, ortodoxos, reformados, independientes ¡y qué sé yo!; pero volviendo a la pregunta que se nos hace, ¿significa esto que estemos verdaderamente divididos? 

            Miremos a un jardín. Hay flores de diferentes matices y aromas. Todas juntas, siendo distintas, crean la realidad del jardín. Sería monótono un paisaje en el que no se mezclaran hojas de diferente tamaño y diseño, donde todo fuera del mismo color y de las mismas dimensiones. Lo que hace bello un jardín o un paisaje es la combinación armoniosa de los elementos disímiles.

            Si todos los seres humanos fuéramos iguales sería imposible que nos distinguiéramos unos de otros.. Es un milagro de Dios que en el breve perímetro de escasos centímetros se puedan construir millones de rostros y que cada uno mantenga su identidad. No somos iguales. Tenemos diferentes matices de voz, diferentes colores de ojos, somos distintos; pero unidos formamos la gran familia de la humanidad.

            Todos somos amantes de la pintura. El arte de un cuadro bello consiste en la relación armónica de los colores. Los contrastes nos proclaman belleza. Un arroyo azul  besando de frescura los verdes troncos de una erguida palma real, un cielo enrojecido por el cansancio de un día que se agota, cubriendo de nostalgias los paisajes amarillentos del otoño, son temas preferidos de los artistas del pincel. Mientras más colores disponibles haya, mejor la obra de arte que brota de la imaginación  de los genios del pincel.

            ¿Y qué me dicen de la música? ¿No es maravilloso que siete notas musicales se entrelacen y nos ofrezcan tanto una sinfonía como el tono de una canción o un bolero? La música es el arte de combinar diferentes sonidos para hacerlos agradables, impresionantes, inspiradores.

            También pudiéramos hablar de las veintiocho letras del alfabeto. Con esas letras se forman centenares de miles de palabras, y son los poetas los que las mezclan para regalarnos el tesoro de una rima. Las grandes obras literarias se sirven de diferentes palabras formadas con diferentes letras. ¿Y nos atreveríamos a llamar a esto división?

            Cuando leemos el relato de la creación en el bíblico libro del Génesis nos damos cuenta de que Dios es el genio de la diversidad. Creó animales de todas dimensiones y de muy disimiles parecer. Y afirmó después que es bueno lo logrado. Bueno fue crear el sol que nos permite ver todo lo que nos rodea, y bueno, crear el mar agresivo e inquieto que besa con mansedumbre las costas playeras. Bueno fue para Dios crear los valles y las montañas, la calma y las tempestades. Y cuando creó al hombre y a la mujer, el veredicto fue que “era muy bueno”. Son muy diferentes el hombre y la mujer; pero cuando ambos se aman, las diferencias constituyen un reto, promueven la felicidad, auspician el placer y santifican la comunión.

            ¿Qué queremos enfatizar? ¡Pues que vivimos en un mundo lleno de diferencias que conforman la dicha de lo armonioso!

            Ahora bien, fijémonos en una realidad que es fundamental. Dentro de toda variedad hay un elemento que permite destacar la individualidad. Los elementos químicos son limitados y a pesar de esa finitud logran crear la más extraordinaria variedad, sin que cada uno de ellos deje de ser. Todos nosotros mantenemos los mismos elementos genéticos y la misma estructura molecular, al tiempo en que exhibimos características peculiares e irrepetibles. La vida tiene misterios que se nos han ido revelando. Cada día comprendemos con mayor claridad que procedemos de una sola y misma fuente, aunque seamos diferentes en contorno físico, tengamos caracteres distintos, inteligencia dispar y vocaciones disparejas. Somos distintos; pero con un origen definitivamente igualitario.

            Con las iglesias cristianas pasa lo mismo. Todas tienen un denominador común. En  cualquier iglesia cristiana en la que usted adore La Biblia es el centro de la adoración, las oraciones se elevan al mismo Dios y la proclamación del Evangelio es el mismo tema. Por supuesto que hay diferencias de énfasis en las doctrinas que se adoptan y en la forma de gobierno y en los procesos administrativos.

            ¿Por qué no nos unimos y borramos las diferencias? Esta pregunta generalmente se hace a título de crítica. Mi manera de verlo es que resulta una bendición la unidad sin menospreciar la diversidad. Tenemos iglesias para todas las preferencias. Los cristianos que aman el ritualismo tienen la iglesia católica, la luterana y la episcopal. Los que prefieren una adoración basada en la prédica más que en la administración sacramental, tienen el resto de las iglesias evangélicas, entre las cuales hay un espacio para cristianos carismáticos, tradicionales y conservadores, que ejercen su fe sin necesidad de antagonismos o conflictos personales.

            De veras que es una hermosa experiencia ver a cristianos de diferentes posiciones, juntos en armonía y alabanza. Esta oportunidad la disfrutaremos el próximo domingo 24 de enero a partir de las 4:00 PM, cuando celebraremos el tradicional domingo de la Unidad Cristiana. Nos reuniremos en el impresionante santuario de la Iglesia  Católica St. Hugh, situada en 3460 Royal Road, en Coconut Grove, de la que es pastor el sacerdote George García. El teléfono de la parroquia es 305-448-8363.

            En esta oportunidad veremos a sacerdotes católicos romanos estrechando fraternalmente la mano a pastores evangélicos de diversa procedencia.

            La persona que participe del Servicio de la Unidad Cristiana se dará cuenta, de pronto, de que las iglesias cristianas no viven en trincheras desde las cuales se disparan unas contra otras. Los cristianos formamos una incontable coral universal mediante la cual se hermanan todos los pueblos, todas las razas, todas las ideologías políticas y todos los niveles económicos.

            Mire a la creación de Dios y comprenda que así como la belleza de la creación está en la perfecta armonía que existe entre las innumerables diferencias, también está la belleza de la Iglesia en que millones de corazones, por amor al mismo Dios, forman un solo, inmenso, eterno y noble corazón.

            “Un Señor, una fe, un Bautismo”. Ese fue el lema de San Pablo, y es también hoy día el tema alrededor del cual nos abrazamos todos los cristianos.

            ¡Viva la unidad que convierte en belleza las diferencias1