Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Una sima llama a otra sima

Autor: Padre Pablo Largo Domínguez

 

 

Ante determinadas situaciones a que se ha venido a parar nos preguntamos: ¿cómo es posible que se haya llegado a este extremo? Y la respuesta parece ser la siguiente: "una sima llama a otra sima" (abyssus abyssum invocat); hay una dinámica del mal. De eso parece hablarnos la parábola que narra Jesús. Es posible que él la contara como una oportunidad última para sus oyentes, los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. No hay ninguna fatalidad que mande sobre la historia, el desenlace trágico de la vida de Jesús no está escrito en los astros: ningún astro gobierna el curso de nuestra vida y de sus decisiones. Quizá esté escrito ese desenlace en los corazones de sus oyentes; pero estos tienen la posibilidad de borrarlo y la posibilidad de reafirmarse en su decisión. Aún están a tiempo para recapacitar; aún tienen la oportunidad de no ejecutar ese plan oscuro que están tramando. Pero para eso tienen que frenar una dinámica negativa que conduce a decidir la muerte de Jesús y a ejecutar esa decisión.

No es la única vez que sucede algo semejante. Pensad en la dinámica de autodestrucción de un drogadicto: se empieza tanteando, por curiosidad, simplemente para probar, y con una droga blanda. Tras haberla probado, uno se dice: "no me ha pasado nada. Esto lo controlo yo perfectamente. Cuando quiera, puedo volver a tomar la droga, o a pincharme; cuando corra algún riesgo, dejo de tomarla y asunto concluido". Pero lo cierto es que sin darse uno cuenta se la pide el cuerpo, y uno consiente, aunque sólo sea por última vez; y la última vez se convierte siempre en penúltima. Te vuelves dependiente. Das el salto a las drogas duras. Y caes en la esclavitud: el resultado son robos, agresividad doméstica, o prostitución. Y acabas arruinándote la vida. Hay una dinámica de lo malo.

Recordemos también la historia del nazismo: primero se marcan las tiendas de los judíos; luego se les obliga a llevar un distintivo que permita identificarlos; a continuación se los recluye en ghettos; viene la terrible noche de los cristales rotos; finalmente se los traslada a los campos de concentración, que se convierten en campos de experimentación y de exterminio. Hay una dinámica del mal.

Y algo semejante ha sucedido en los treinta últimos años con las leyes permisivas del aborto: se comienza admitiéndolo en ciertos casos límite (peligro de la gestante, serias deformaciones del feto...); luego se amplían los supuestos: razones económicas...; finalmente se instaura la ley de plazos y se deja a la libre decisión de la mujer. Y aparece la legalización de la RU, la píldora del día siguiente, que en algunos colegios de Francia se entrega los lunes a las adolescentes. Nos puede chirriar la declaración de que en algunos países el seno materno se ha convertido en el lugar más peligroso para una criatura, pero así son las cosas, aunque también sea una grande y amplia verdad que el seno materno es el lugar más seguro para una criatura. Hay una dinámica del mal y de la insensibilidad.

Tenemos que aprender a cortar con esa dinámica del mal. Y aprender a encauzar nuestro vivir por una dinámica contraria: la dinámica del bien. Aquí no es ya una sima la que llama a otra sima, sino una luz a otra luz, una cima a otra cima, un amor a otro amor más grande.