Yo soy el camino, la verdad y la vida
Domingo V de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Pablo Largo Domínguez

 

 

Es fácil caer en la tentación de convertir la religión, y nuestra misma fe cristiana, en una tabla de mandamientos, en un sistema doctrinal y en un prontuario de ritos. Los mismos estudiosos de la religión la han reducido a mitos y ritos; pero la verdad es que no se la puede identificar ni confundir con ese cuerpo de normas, creencias y ceremonias, que fácilmente se vuelve cada vez más abultado. La religión, nuestra fe, necesita un alma; y necesita una concentración en lo esencial. Y hoy se nos revela qué es eso esencial en que tenemos que concentrarnos. Es cierto que los mandamientos de la Ley son un camino por el que podemos y debemos marchar para conducirnos dignamente; es cierto que las enseñanzas de la Escritura y de la Iglesia nos dan a conocer la verdad; es cierto que a través de los ritos circula la vida en doble sentido: la vida de Dios volcada hacia nosotros, y nuestra vida enderezada hacia Dios.

Pero el evangelio de hoy nos ofrece una revelación sobre lo esencial de nuestra existencia creyente. Pone en labios de Jesús estas decisivas palabras: "yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la vida". Y en esta frase se condensa todo. Lo primordial es la comunión con él; todo lo demás son derivaciones y corolarios. Vamos a detenernos en cada una de esas tres afirmaciones o revelaciones de Jesús.

El Señor Resucitado es el Camino, no el laberinto, no la senda perdida: por él, y sólo por él, tenemos acceso al Padre. Él ha sido el cauce por el que nos ha llegado el amor redentor de Dios, y él es la senda por la que nosotros llegamos a la relación con el Padre. En Jesús hemos conocido cómo Dios no está retirado en un más allá remotísimo, en una lejanía indomable, sino que se ha convertido en una cercanía de gracia y bondad. En Jesús, este Dios, que sigue siendo el Dios misterioso que nosotros no podemos abarcar, no es ya simplemente, el "Señor de los arcos rotos" (así lo han llamado algunos); es el "Dios de los puentes colgantes". El papa Pablo VI, en una oración dirigida a Jesús, expresaba esta realidad con las siguientes palabras: «Tú, Señor Jesús, eres el Mediador entre Dios y los hombres; tú no eres empalizada, sino paso; tú no eres obstáculo, sino Camino. Tú eres el puente tendido entre el reino de la tierra y el Reino de los cielos».

Jesús el Señor es la verdad. Lo vamos a decir con palabras de Padres de la Iglesia y de escritores cristianos: "en ninguno de los patriarcas, en ninguno de los profetas, en ninguno de los apóstoles existió la verdad. Sólo en Jesús. Los demás conocían en parte..., veían como en un espejo, confusamente. La verdad de Dios se apareció sólo en Jesús, que dijo sin vacilación alguna: Yo soy la verdad" (San Jerónimo). "El que persevera en el recuerdo de Jesús está en la verdad" (una sentencia antigua). "Nuestro título de hijos (de Dios) expresa la primavera de toda nuestra vida: la verdad que hay en nosotros no envejece; y toda nuestra manera de ser queda regada por esa verdad" (Clemente de Alejandría). (Las citas proceden del P. Ignace de la Potterie.) "Jesús no dijo: ‘yo soy la costumbre’, sino ‘yo soy la verdad’" (Tertuliano).

El Señor resucitado es la vida. Se lo diremos con unos versos que Miguel Hernández escribió para el segundo cumpleaños de su hijo, pero ligeramente retocados por nosotros para mejor referirlos a Cristo: "Dos mil años y flores / cumples ahora. / Dos mil alondras llenan / toda tu aurora. / Señor radiante: / va tu sangre conmigo / siempre adelante. // Sangre de alianza, ¡en marcha!, / no retrocedas. / La luz rueda en el mundo / mientras tú ruedas. / Todo lo mueves, / universo de un cuerpo / dorado y leve. // Herramienta es tu risa, / luz que proclama / la victoria del trigo / sobre la grama. // Ríe. Contigo / venceré siempre al tiempo, / que es mi enemigo".