Domingo de Ramos

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Os escribo cada semana un mensaje, mis queridos jóvenes lectores, deseando que lo que os explico, os sirva, en primer lugar, para que aumente vuestra convencimiento de que Jesús existió, en un determinado tiempo y en un preciso lugar. Hoy, como la mayor parte de días, os doy detalles en este sentido. He recorrido aquellas tierras, los caminos que se mencionan en el primer evangelio de hoy, y hasta he vivido en Bet-Fagé y Getsemaní, unos días, amablemente acogido por amigos de la Custodia Franciscana. Los trayectos lo he hecho a pie, como le tocaba hacerlos a Jesús, sirviendome este detalle para identificarme un poco más con el Maestro. Os quiero decir una cosa para empezar. Una cosa que sorprende cuando está en Tierra Santa es la alegre y sincera participación juvenil en todos los actos explícitamente cristianos. Los uniformes de los colegiales y la vistosidad de los de los scouts y sus fanfarrias, alegran la vista del foráneo que lamenta la ausencia de tanta gente joven en nuestras asambleas. La procesión que cada Domingo de Ramos desciende por el Olivete, es un maravilloso ejemplo de esto que os digo.

Betania, en aquel tiempo, era una pequeña población, ahora es un gran conglomerado de edificaciones sin orden ni concierto. Por allá andaría Jesús seguramente pasando un buen rato de tertulia con sus amigos, Lázaro, Marta y María, cuando envió a algunos de los suyos a prepararle la llegada a la Capital y la celebración que con ilusión imaginaba y proyectaba desde hacía tiempo. Hasta Betfagé se va en unos 12 minutos, a buen paso. Hoy el muro lo impide. Betfagé, hace unos años, era un pequeño grupito de casas alrededor de una iglesita franciscana, que
custodiaba una gran piedra donde se encaramó Jesús para subirse al borriquillo. Curiosa leyenda esta, ya que es más alta esta roca, que la que pueda tener la grupa de un jumento. Ahora el lugar es un desordenado amasijo de calles y carreteras. Desde este lugar se empina uno hasta la cima, en algo menos de 10 minutos. En llegando a la cresta, se asombra uno de la preciosa vista panorámica de la gran ciudad. Bajar hasta la primera de sus puertas supondrá un poquito más de media hora. El recorrido que os he descrito es el mismo que hizo Jesús, entonces de tierra, ahora alquitranado. Por el camino, en las iglesias, en sus sagrarios, está el mismo Jesús de aquel entonces. Satisfacción, pues, de la vista y del caminar, encanto interior del espíritu al adorar.

El Domingo de Ramos los fieles de Jerusalén recorren en procesión este itinerario, ya os lo he dicho. Cada una de nuestras comunidades, en el lugar que estemos, tratamos de imitarlos. El ambiente debería ser alegre, que no envidiara ni los sanfermines, ni las tracas de Valencia, ni la euforia de un concierto del conjunto más actual.

Hoy es la Jornada de la Juventud cristiana, el Papa os ha dirigido un mensaje. Yo, mis queridos jóvenes lectores celebraré una misa por vosotros. Examinaos de Fe, de entusiasmo y de fidelidad en el seguimiento de Cristo. Si tenéis un árbol cerca, cortad una rama y agitadla. Si algún sabiondo viejo no lo aprueba, acordaos de que Jesús
dijo que si los chiquillos no aclaman, gritan las piedras. Olvidad expresiones ebreas del texto evangélico y traducidlas a palabras actuales: ¡viva! ¡bravo! O cualquiera de las que se profieren en los eventos deportivos. Decidle, al que no os entienda, que no sabe lo que se pierde, al ignorar la riqueza espiritual que proporciona la Fe en Cristo. Quisiera escuchar en mi oído interior espiritual vuestros gritos entusiasmados y que me contagiéis a distancia vuestro júbilo. Este domingo es vuestra jornada, pero, a diferencia de las que se organizan en otros estamentos, nadie os invitará a que compréis, gastéis y os alteréis. La alegría profunda nadie os la arrebatará.

Al pasar la procesión el dintel de la iglesia, la liturgia cambia de tono. Recuerda la tradición romana y nos anuncia que la semana que comienza es la de la celebración de los más grandes misterios cristianos. La pasión del Señor es la culminación de estos. Escuchad la proclamación y, como os distraeréis sin daros cuenta, uno de estos días leedla en vuestra casa, con la atención que ponéis al preparad un examen o al estudiar un texto para un trabajo de investigación. Descubriréis detalles útiles para vuestra vida espiritual, que hasta entonces desconocíais.