La Pasión del Cristo Místico

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Como tantas cosas, empezó sin que lo tuviéramos previsto. A principios de los 60, unas guías de Sabadell me dijeron que vendría algún día un matrimonio que habían estado en Guinea. Coincidió con el Viernes Santo.
A la charla acudimos todos. Fue entonces cuando nos dimos cuenta que aquello no era un añadido a nuestro programa. En la intimidad de nuestro corazón meditábamos la Pasión, cuando sonaban las campanas. En el Via-Crucis era la celebración comunitaria, pensada por todos. En la Acción litúrgica era donde el encuentro con el Jesús muerto por nosotros era más real y a la vez la oración universal nos unía con las ansias de la Iglesia. El encuentro con la realidad humana sufriente, era la actual pasión del Cristo Místico.

Si la primera vez fue coincidencia, fue preciso, después, prepararlo con tiempo. En otro lugar he explicado que, acabado el Via-Crucis, se repartía pan y agua, dos cosas que, generalmente, están al alcance de los más pobres. La primera rebanada de pan resulta sorprendentemente sabrosa, la segunda se sabe que gusto tendrá, la tercera...algunos ni la querían probar. Un día sin cenar y sin beber cualquier refresco, no perjudica a nadie. Un poco de hambre ayuda a pensar en la hambruna de muchos otros hombres, contemporáneos nuestros. Entonces se hacía silencio y alguien nos hablaba de una pasión concreta, real, dolorosa.
Alguien que contaba como algo vivido, servido y sufrido. Pongo algunos ejemplos. Los leprosos, entre nosotros y en el resto del mundo. Su condición marginada, su dolor. Vino una vez el famoso H.Adrià y nos habló del que entonces se llamaba “barrio chino” de Barcelona y sus penas, especialmente las de los chiquillos, las de las prostitutas. Las hermanas de Ntra Sra de Sión nos dieron una visión histórica, maravillosa, de la marginación, desprecio y persecución del pueblo judío (no del estado de Israel). Los ancianos desamparados y los acogidos por las Hermanitas de los pobres. La situación de los emigrantes del norte de África. La del pueblo palestino, la del chileno, al inicio y durante el gobierno de Pinochet. Los cristianos que vivían su Fe en los países aislados por el “telón de acero”...

La “comunión”, en la contemplación de una historia contada, con el Cristo Místico, nos permitía descender a la realidad de cada día y exigía una modificación de nuestras conductas cotidianas aburguesadas. Nada marcaba el final. En realidad continuaba...Este acto era enormemente eficaz para lograr que nuestros encuentros, nuestra Semana Santa fervorosa, no fuera alienante. Soy de los que lloran de emoción ante una imagen de Gregorio Fernández o una pintura de Fra.Angélico, por poner algún ejemplo, que existen muchos otros. Pero, al final de los tiempos, no lo puedo ignorar, se me preguntará si he visitado al enfermo, socorrido al pobre, acogido al emigrante...