Pascua

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

(Imaginaos que existiera en otro lugar del universo un ser inteligente y que un día fuera capaz de entablar diálogo con los humanos. Como es de suponer, más que entretenerse en preguntar por masas, fuerzas físicas, formulas matemáticas o contornos corporales de los terráqueos, se interesaría por cosas trascendentes. La ley de la gravitación universal, se cumple en todos los astros, las inercias se suceden, las ondas se propagan etc etc y es de suponer que, todo ello y mucho más, es cosa conocida por un ser mismamente inteligente. El ejemplo que os he puesto, ha sido recordando una inscripción y unos dibujos, que se enviaron en cierta ocasión a los espacios interestelares, por si algún ser capacitado lo encontraba. Genitales o números pi y e, no creo que les interesara demasiado, aunque es de lo que aquella plancha hablaba. Lo genuino, lo fabuloso, lo extraordinario, de la realidad de nuestro planeta, es que Dios se ha fijado en él con cariño y decidió plantarse en él, como en su casa. Él, que no necesitaba domicilio, se hizo una realidad corporal, revestida de alma y espíritu, convivió y se desveló por el bienestar de los que poblaban el planeta.

Cuando el visitante se enterara de esto, sin duda querría saber más detalles. Cómo empezó la cosa, preguntaría, y le dirían que no se sabe exactamente el día, pero que se ha fijado en el 25 de marzo. ¿y qué hacéis esa jornada? Pues cada uno lo que quiere o puede, es un día de labor como otro cualquiera, se le respondería. ¿y que más? Seguramente que le explicarían alguna cosa del nacimiento en Belén y se asombraría de la cantidad de tonterías que le contaban. Más le extrañaría la forma y las costumbres que en nada reflejaban la sencillez del hecho histórico. ¿y cómo acabó todo? Interrogaría. Alguien le contaría historias cargadas de sensiblerías. Espectáculos o procesiones.
Posiblemente se referirían a la muerte y resurrección y cual no sería su pasmo al enterarse de que, los días que mas o menos coinciden anualmente con los que aconteció el más grande prodigio, la gente los aprovecha para viajar y los más afortunados a subir y bajar, una y otra vez, laderas cubiertas de nieve, como los niños se divierten en un tobogán.

No os enfadéis, mis queridos jóvenes lectores, la historia que os cuento no es chiste es la realidad narrada con un poco de ironía.

Si el extra-terrestre fuera espabilado, con seguridad buscaría y rebuscaría por rincones de entre los valles y montañas, recorrería desiertos o se metería en antros pobres de poblaciones densamente pobladas. Encontraría entonces comunidades humanas ajenas a lo que le habían explicado antes. Ajenas pero no alejadas, valga decir. Monjes, monjas, ermitaños, solitarios un poco locos, personas solidarias y preocupadas, activa y realmente, por las miserias humanas, que se desvivían para conseguir que gracias a sus trabajos, a su ingenio, a su oración, a sus sacrificios, los desafortunados viviesen con un poco de dignidad y los despreocupados adquiriesen un poco de conciencia responsable.

El foráneo, que en algún momento se habría preguntado e inquirido si tenían documentos gráficos, que le mostraran alguna imagen de la Pascua, el misterio más sublime de entre todo lo que le habían explicado y no le habrían sabido responder, observaría que aquellas personas, en su diafanidad, traslucían una asombrosa imagen. Era precisamente la que él buscaba. Se alegraría entonces y decidiría inmediatamente partir en busca de otro cuerpo celeste donde, tal vez, se estuviera realizando el milagro del Nacimiento, Vida, Pasión y Muerte, del Señor, que lo era de todo el Universo existente y de los que pudieran venir.

Mis queridos jóvenes lectores, no seáis vulgares terráqueos, ignorantes de lo que es más importante. Pensáoslo bien y decidid vivir a partir de hoy pascualmente.