La Trinite

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

No recuerdo cuando la visité por primera vez. Sabía que tenía una maravillosa imagen de Cristo en la cruz. Tan buen recuerdo tenía, que me permití, la segunda vez que fui, llamar a la puerta, a las 18.30h, habiendo leído que la iglesita se cerraba a las 18. Era de noche, una voz femenina me recordó desde dentro, el horario de visitas. Yo le contesté que éramos unos sacerdotes que deseábamos contemplar la Majestad románica que el edificio albergaba. Al oírme, aquella dama abrió inmediatamente la puerta diciendo: si son sacerdotes, sean bienvenidos a cualquier hora del día. Pasen, estense y vean lo que quieran. Siempre fotografío lo que visito, para poder compartir con los demás. En aquella ocasión saqué pocas fotos, enfrascándome en una interesante conversación sobre sacerdocio, Fe y espiritualidad, que me
ofrecía la gentil interlocutora. Más tarde supe que las imágenes se las habían llevado para restaurar y esperé unos años. Deseaba gozar de nuevo de la persona que tan amablemente nos había acogido “porque éramos sacerdotes”. He vuelto hace pocos días, cargaba con un buen equipo fotográfico y me acompañaba un amigo de la misma profesión y otras
personas.

La puerta de la iglesia estaba abierta, primera alegría, las imágenes estaban restauradas y en su sitio, segundo gozo. Apareció al instante un hombrón como un castillo, saludándonos afectuosamente. Pregunté por la dama y, con dolor, me dijo que había muerto el año anterior. Al notar mi pesar, me indicó amablemente, que podía visitar su tumba, en el cercano
cementerio. Se lo agradecí. Antes de desplazarme al Camposanto, traté de entablar conversación, de compartir cristianamente, como quiso Jesús resucitado hacerlo siempre, con sus discípulos. Emmanuel Brunet, el que me recibía, era miembro de l’Arche de Jean Vannier. Una enfermedad le impidió continuar su trabajo allí y el obispo de Perpignan le ofreció
este lugar. Ni es presbítero, ni diácono. Es un cristiano laico, casado y con cuatro hijos. El Prelado le ha encargado que reciba con sonrisa al visitante, sonrisa que ha de ser reflejo de la humanidad que expresa aquella maravillosa imagen del siglo XII, que teníamos delante. En el recinto hay también una preciosa talla románica de la Virgen y un Cristo, pintado en tabla, del XIV. El retablo de San Pedro, actualmente, esta en fase de restauración.

La pieza fundamental, no la de mayor valor arqueológico, es un pequeño retablo de la Santísima Trinidad y una capillita portátil, a Ella también dedicada, de aquí que la ermita, situada estratégicamente en una curva de una carretera secundaria del Rosellón, en el corazón del Pirineo oriental, reciba el nombre de la Trinité. Deseaba ver el conjunto de la talla, para fijarme en la representación del Espíritu Santo que en ella se hace, tema del que hablaré otro día.

Hoy quiero recalcar mi asombro y mi júbilo. El recinto está abierto, no se paga entrada, se puede fotografiar lo que se quiera, una persona está encargada por el obispo de acoger, saludar y explicar catequéticamente, si es oportuno, al visitante, el significado espiritual de las imágenes.
(Desde las flores de la túnica de la Majestad, expresión de la esperanza, hasta la inclinación del rostro o la posición de los dedos de las manos taladradas), en una palabra, trasmitir el mensaje espiritual de aquel santo lugar. Mi gozo fue enorme. Lamentablemente no estoy acostumbrado a esto, ni en mi misma diócesis recibo, a veces, un tal trato. En ocasiones debo pagar si quiero entrar y se me veta el sacar fotografías. Si quiero imágenes, se me dice que compre las postales que
allí venden. Pocos kilómetros geográficos nos separan, nuestras diócesis son vecinas, pero años luz de distancia de actitud, nos diferencian.

En llegando a casa me he apresurado a celebrar misa por el eterno descanso de aquella gentil dama que hace años me recibió a deshora, por la sencilla razón de que era sacerdote. Acogido de tal manera, siente uno de nuevo la satisfacción de la vocación que un día escogió. Si así ocurriera siempre, mayor número de sacerdotes habría entre nosotros. De
esta cuestión me ocuparé otro día.