Pregón de Pentecostés
Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja
(texto pensado para la misa vigiliar)
iAlégrense el Cielo, la Tierra y cuanto en ellos habita! iAlégrense todos los hombres! ¡Alegraos todos los que estáis aquí esta noche! Alegraos ya que nos hemos reunido en asamblea santa para celebrar grandes misterios.
- Hoy celebramos el día en que los pueblos primitivos, al llegar al final de la siega de la cebada, se apresuraban a recolectar el trigo, dando gracias de la cosecha, y ofrecían, reconocidos a Dios, las primeras espigas de este otro cereal.
- Hoy celebramos también que el Pueblo de Israel, nuestro hermano mayor, recibió la Ley Santa dada por Dios a Moisés, y que esta comunidad nos la legó a nosotros.
iOh, don inefable de la sabiduría divina, que ayuda al hombre a vivir de un modo ordenado!
¡Oh, maravillosa iluminación de la vida social, que hace del amor familiar prenda de vida feliz!
¡Oh, Ley que enseña el compromiso y la fidelidad en la relación hombre- mujer !
¡Oh, Ley que exige respeto a la vida del otro y a cuanto le pertenece!
iOh, Ley que recuerda la adoración que el hombre ha de rendir a su Dios y el amor con que vale la pena amarlo!
- Éste es el día en que los apóstoles de Cristo, reunidos con santa María y las demás mujeres que acompañaron al Señor, recibieron el Espíritu .que transformó sus vidas, los hizo salir de su escondrijo y empezaron a transmitir la Buena Noticia que ha llegado hasta nosotros y que nuestra presencia aquí evidencia.
¡De poco nos habría servido haber nacido, si no hubiésemos recibido la fuerza del Espíritu!
- Éste es el día en que la desafortunada confusión de lenguas en Babel se hizo riqueza, diversidad fecunda, y permitió la llegada de la gozosa noticia cristiana a cada uno de los hombres y mujeres de todo el mundo, en su propio idioma.
¡Oh, cuán pobre hubiese sido el lenguaje humano si le hubieran faltado las palabras reveladas por Dios!
- Éste es el día en que los cobardes se vuelven valientes y el corazón del hombre fiel es encendido por el fuego del Santo Espíritu.
-. Éste es el día en que la pequeña comunidad de discípulos se convirtió en Iglesia y ha sido durante siglos, a pesar de sus limitaciones y pecados, imagen visible de Cristo.
¡Oh, cuán pobre hubiera sido nuestra fe, si la hubiésemos tenido que vivir en la miseria raquítica de nuestras conciencias. La diminuta chispa de nuestra vivencia se habría extinguido en la tiniebla de la historia universal!
En la gozosa celebración de este día te damos gracias, Señor Dios omnipotente, por habernos hecho Iglesia, y al contemplar el amplio horizonte de su realidad, admiramos:
- la acertada agudeza de los profetas que nunca le han faltado, por más que no siempre hayan sido escuchados,
- la valentía de los apóstoles misioneros que han llevado el Evangelio hasta los últimos confines de la tierra,
- la osadía de los mártires que con su muerte dan vida, y vida más plena, a toda
la comunidad de los hombres.
- la fidelidad de tantos hombres y mujeres que a lo largo del tiempo han trabajado al servicio de los demás
-la constancia de los padres y madres de familia que han dado vida y educación a sus hijos y han querido hacerles conocer la fe y el amor de Jesucristo
-los jóvenes arriesgados en incansable actividad
-los voluntarios por el Reino
-los pequeños inocentes y fervorosos, y los discapacitados
-los ancianos que permanecen en sus buenas costumbres y en la oración.
. En honor de este día llamado Pentecostés, semana de semanas, domingo de domingos, recibe, Padre santo, la ofrenda de nuestra presencia adoradora.
. En honor de este día llamado Pascua granada, recibe, Jesús Hijo unigénito del Padre, la ofrenda de nuestra oración rebosante de agradecimiento.
. En honor de este día llamado segunda Pascua, Espíritu Santo, que procedes
del Padre y el Hijo, y que hoy has pasado, al hacerte sensible como fuego y
viento impetuoso, de la Eternidad a la historia,
¡Envíanos tus siete dones!.
Haz del agua del bautismo, útero del que mane para muchos la vida de la Gracia.
Que la alegre llama del fuego pascual caldee nuestro corazón y sea antorcha que ilumine nuestras rutas por la vida.
Que el óleo santo y el óleo bendecido sean medicina que cure nuestros pecados, bálsamo que nos haga ágiles en las tareas del reino, perfume que sacie al que esté a nuestro lado.
Que la imposición de las manos nos traiga el vigor, la luz, la riqueza interior, frutos del Espíritu Santo, y de los que estamos tan faltos.
Oh Dios, tres veces santo, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, hermano y gran redentor nuestro, te dirigimos estas peticiones, en la esperanza de que un día lleguemos a gozar de tu presencia y compañía por toda la eternidad. Amén.