Domingo V de Pascua, Ciclo C

Amar, Amor, Amar, Proteger y conservar, el Amor

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Por desinteresado que uno quiera estar y no pretenda entretenerse en frivolidades, a poco que le pasen por las manos algún periódico o revista, o vea de soslayo la pantalla de TV, no puede dejar de escuchar, en algún momento, comentarios sobre el amor. Puede tratarse de técnicas o manipulaciones para conseguir disfrute de lo que se llama imprudentemente amor. Tal vez sean consejos de competentes sicólogos, que dicten hábiles criterios y advertencias, para que la pareja perdure. En otros casos se dictamina las maneras de romper con lo que empezó con imprudente rapidez. Mis queridos jóvenes lectores, aún sin conoceros, no os creo ajenos a este chaparrón de dudosos consejos, que tratan de imbuiros. Se habla de amor, como si fuera pura proximidad física, salir juntos, se le llama. Abundan los consejos, recomendaciones y tambien, más aun, las noticias de desavenencias y rupturas.  

Cambiando de tercio. De cuando en cuando, se menciona la amistad. Uno constata que nuestro mundo está inclinado a establecer múltiples relaciones humanas débiles. Que lo que se llama amistad, a penas llega a puro compañerismo, o secreta complicidad. En consecuencia, de una u otra manera, a partir de los 13 0 14 años, se empieza a experimentar que la envidia roe el corazón como la carcoma y que la traición de los que  habíamos creído eran amigos, nos llega por sorpresa y amenaza hundirnos y perder nuestra autoestima. ¡Que berrinches empezamos a experimentar ya desde jóvenes! En consecuencia, pensáis a veces, que es mejor encerrarse en casa y entretenerse en hacer puzzles, o pasar el tiempo con video-juegos. No os alarméis, la cosa viene de antiguo, ya se pensaba cuando se hablaba en latín, decían entonces: "homo homini lupus", el hombre es para los otros, un lobo. ¡cuantas veces lo habréis pensado, mis queridos jóvenes lectores aunque no sepáis esta lengua! 

Y viene el evangelio de este domingo y escuchamos que Jesús nos dice que nos amemos los unos a los otros. ¿no os parece que es atrevida ironía? Que ayudéis a los pobres del Tercer Mundo, os parecería una buena recomendación. Que reciclarais estorbos y cachivaches, prudente consejo. Que organizarais en el barrio bailes de salón o campeonatos de fútbol sala, vale, de acuerdo, diríais. Pero hablar y recomendar amar, ¿a quien se le ocurre?  No obstante os digo: reflexionad un momento y examinad vuestro interior. Encontraréis en él un espacio grande y central, que reclama se llene de amor, pero ¿dónde encontrarlo, si estamos tan dolidos o si a esta palabra, le damos un valor inferior al que tiene un cenicero, en un área de no fumadores? 

Encontraréis gente, tal vez mayor, de aquellos que en sus tiempos se sentían progres, que os dirán que lo único seguro del Evangelio, la única verdad, es la exigencia de amor. Todo lo demás sobra ¡y se quedan tan tranquilos y os dejan indecisos! No os turbéis, vosotros sabéis que si pusierais en una gran pancarta: lo más importante es amar, nadie os la destrozaría, pero, sinceramente, tampoco cambiaría ninguna costumbre, de los que la leyeran al pasar. 

Mis queridos jóvenes lectores, lo que Jesús dice es que nos amemos a la manera que Él ama. No de cualquier modo. Creo que la frase es de un gran hombre, que ahora celebramos los cien años de su gran invento: el movimiento scout, se llamaba Baden Powell. Dice él: cuando en una circunstancia no sepas qué es lo que debes hacer, imagínate que eres Jesús y pregúntate entonces: ¿qué haría Él, si se encontrase en mi situación?. No dudes en ser fiel a la respuesta, la que lealmente te des a ti mismo. Pero, para que esta valga, es preciso, conocerle. 

El amor de los primeros cristianos, vivido con autenticidad, cantando abrazados mientras eran conducidos al circo. Compartiendo sus bienes y ayudando, cambio muchas costumbres inapropiadas del mundo clásico. ¿Sabéis que en las antiguas casas de reposo de viajeros, además de comida, dormitorio y lugar para los animales, el caminante disponía del correspondiente ámbito, destinado a la prostitución? La hospitalidad practicada con ilusión cristiana, eliminó estas situaciones comprometidas, amén de enriquecer con las novedades que aportaban los que llegaban de otras comunidades, a la casa donde era acogido. Hoy no sabemos amar hospitalariamente y decimos que para estos menesteres, están los hoteles. Este es uno de los criterios que aumenta nuestra pobreza espiritual. 

Amar como amo Jesús a su Madre, como amó a Juan y a Pedro, como amó a la de Magdala. Como amó a Lázaro, llorando primero, salvándolo de la descomposición después. Como amó a la chiquilla, que resucitó contra todo pronóstico y que se preocupó de que le ofrecieran comida, pues estaba en la edad de necesitar alimentarse mucho. Como amaron las gentes de Joppe, que mandaron llamar a Pedro, enseñándole las ropas que la difunta había hecho para los pobres, hablándole de su caridad y él no escurrió el bulto y la resucitó. O los apóstoles dando agilidad a aquel tullido de la puerta de Jerusalén. O dedicándole horas de su noche a dialogar con un notable interesado, pero miedoso, como hizo Jesús con Nicodemo. O, como cuando se las ingenió el Señor para que Pedro encontrara en la boca de un pez, eso sí después de haber echado el anzuelo, la moneda que debería haber llevado consigo, para cumplir su deber cívico. Muchos, muchos, son los ejemplos que nos dio el Maestro y sus mas íntimos y próximos amigos, antes del más expresivo, ejemplar y supremo, de ofrecer su vida al Padre, en el doloroso trance del Calvario, por todos nosotros.  

Es necesario leer, meditándolo, el Evangelio, tal vez cambiando la letra, conservando el contenido. Es posible, según donde vivas, que la fuerza pública no te permita entretenerte para auxiliar al herido en la carretera. Pero, en cambio, puedes servir como voluntario en la Cruz Roja. Es sólo un ejemplo. 

Conocer a Jesús y amar como Él amó, es un imperativo, pero no te lo tomes como penosa obligación. Amar así, hace crecer espiritualmente, da agilidad espiritual, convierte la vida en apasionante aventura (y perdonadme que os lo repita tanto, es mi más íntima convicción)