Tamartindo

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Repito muchas veces que una de las características de nuestra actualidad occidental es el fenómeno de querer establecer múltiples relaciones débiles. La gente siente pánico a compromisos para toda la vida, de aquí la casi siempre rápida extinción de las amistades y la proliferación de las rupturas matrimoniales. Es tan cierto lo que he escrito como lo es que difícilmente el hombre sabe o quiere vivir aislado y es que, como dicta el título del libro de T. Merton: "Los hombres no son islas". Pasa entonces que, en vez de tender puentes, se pretende enviar barquichuelas. Y en tales bajeles no pueden ir grandes mercancías ¡Dios mío, cuanto enunciado de principios, para explicar un hecho frecuente y sencillo!

A los que nos toca navegar por Internet con mayor frecuencia que en avión, nos llegan esos programitas adjuntos al nombre, con frecuencia recomendados por un conocido, que son los archivos en power-point. Hace pocos días, un amigo escolapio, de esos que no han olvidado su estancia en Cuba, ni los de Cuba han olvidado su buen hacer allí, me envió una de estas composiciones, aparentemente inocentes, que mostraba, en bellas fotografías, cosa tan frecuente en este género, las frutas de la Perla del Caribe. Desconocía yo la mayor parte, pero, al ver el nombre dado a una me sonó a Biblia. Como resulta estrambótico imaginar que un árbol genuinamente caribeño, pueda aparecer en el texto revelado, pensé primero que equivocaba la nomenclatura, después que no valía la pena divagar y era más sencillo teclear en la Biblia-Clerus del PC, el nombre de la fruta y, ante mi sorpresa, encontré que aparecía en un pasaje del libro de las Crónicas (10,12). A la inicial extrañeza le siguió la desconfianza: como otras veces ocurre, el nombre de un determinado vegetal del texto bíblico, no corresponde al de uso corriente entre nosotros. Vuelta a la Red y ahora toca acudir al Google. Nuevo asombro, a pesar de las distancias geográficas y de las diferencias temporales, el tamarindo, árbol que aparece una sola vez en la Biblia, por el contexto, se deduce que era una especie conocida entre la gente del incipiente Israel monárquico. Procede de África, se extiende por Asia y llega, más tarde, a tierras hispanas en América, de tal manera que el power-point cubano, lo considera especie propia. Al contrario ocurrió con la chumbera que, originaría de México, crece a sus anchas, por todo el Israel actual. Dos comentarios se me ocurren a propósito de la cuestión.

En primer lugar es preciso situar al tamarindo en la narración bíblica. Allá por tierras de la baja Galilea, próximo a la espectacular Bet-Shean, fue enterrado el cadáver descabezado del rey Sául. Lo hicieron piadosos israelitas que podían no sentir simpatía por aquel rey de vida tormentosa, pero que su patriotismo y Fe religiosa, exigía por parte de ellos darle piadosa sepultura, sintiendo pena por la cabeza que con orgullo y para mofa, habían llevado al templo de su dios, pretendiendo con ello la humillación y afrenta del pueblo escogido. Debía ser un ejemplar famoso este árbol, ahora a estos los catalogan y son considerados patrimonio público. El que estoy escribiendo recibía el nombre de Yabés. Saúl murió a causa de la infidelidad que había cometido contra Dios, porque no guardó la palabra de Yahvé y también por haber interrogado y consultado a una nigromante, en vez de consultar al Señor. Este es, pues, el pasaje en que aparece el tamarindo.

Pienso, al contemplar los fenómenos migratorios de las plantas, dos cuestiones. Primero que si en nuestro planeta no hubieran existido, la vida hubiera sido más pobre y monótona. El ejemplo de las Galápagos puede ser todo lo curioso e importante para el mundo científico que quiera concedérsele, pero, para la contemplación de la vida, me parece que, si viviera allí, me resultaría enormemente monótono. Nunca he sentido deseo de visitar esas tierras, imagino pensaría que son fósiles vivientes. La endogamia, en todos los niveles de la vida, empobrece las especies. La endogamia en la vida de la Iglesia, la hace perder atractivo, carece de la novedad y juventud que le aporta las migraciones, sean debidas a necesidades sociales, pobreza incluida, o generosidad vocacional, llámesele misioneros. Ambicionar reunirse exclusivamente los del terruño, viviendo únicamente los problemas conocidos del entorno, presididos por alguien que ha brotado del cercano nido, da como resultado comunidades que pierden vitalidad y se extinguen, dejando el recuerdo de un edificio, como tantos por las tierras donde escribo hay. El tamarindo en un sentido, la chumbera en el opuesto, son ejemplos que quisiera observar paralelamente en nuestras asambleas. Gozo muchos domingos al celebrar la misa en el Montanyà. Nuestra Fe empezó a predicarse en lengua aramea, pronto se hizo griega, después latina. Se tiñó en múltiples romances, mientras por otras latitudes se hacía germánica o de otras diversas expresiones. La Fe que salió de Europa hacia América, volvía el domingo hecha inglesa, al lugar donde lo habitual es la lengua catalana. Si es católica la Fe, las barreras lingüísticas no existen.