Dios se encuentra bien en la Internet

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Me lo imagino.

Hace más de un siglo se descubrió la cámara oscura y al poco la linterna mágica. Después de la sorpresa inicial se le encontraron a los aparatitos diversas utilidades, una de ellas facilitar el trabajo a los pintores. A pintores baratos. Servíanse ellos de la proyección para copiar el paisaje que veían en la pantalla traslúcida. Aún hoy en día, hay quien sale, retrata un paisaje y se encierra posteriormente en su casa a copiar en el lienzo lo que tiene impreso en la cartulina. De aquí que haya quien pueda definir un cuadro como una fotografía hecha a pincel.

He asistido hace pocos días a una conferencia del Presidente de la Conferencia Episcopal Española. De exquisito léxico, de equilibrada actitud personal y humilde actitud espiritual, todos son elogios, así que me creí obligado a saludarle, felicitarle por el dominio que había demostrado en alguna respuesta pero, con la misma sinceridad, decirle que, en su exposición de la pastoral y vida sacerdotal, había ignorado el espacio cibernético. Como hombre de bien que demostró siempre ser, acepto mi insinuación, no hubo tiempo para compartir nada más.

Para algunos Internet no es más que una manera rápida y barata de trasmitir mensajes. Una manera cómoda aunque más extensa y repleta que los tinglados de un puerto marítimo, cosa que complica a veces la investigación para obtener información de cualquier cosa que se nos ocurra. Desde la última palabra de argot que se pueda utilizar en el más agitado encuentro musical, al vocablo científico más especializado. Es un mundo impresionante, al que acuden algunos aprovechándose de estas ventajas.

Pero Internet visto de esta manera me recuerda lo de la pintura sacada de la proyección de una cámara oscura. Le falta magia, le falta creatividad, le falta genio. No es arte. Que yo envíe un e-mail a un misionero, salga barato y lo reciba inmediatamente, que trasmita este mismo artículo por esta vía, para que podáis leerlo vosotros los inmediatos, busque si es correcta una palabra como yo la he escrito, en el diccionario de la Academia correspondiente, son facilidades. Pero si, yo sacerdote, que pretendo evangelizar hasta que muera (¡ay de mí! si no predicare, diría con S. Pablo (I Cor 9,16) ignoro el espacio cibernético tendría una mentalidad raquítica, como la que tuvo la primera comunidad cristiana de Jerusalén. El Kerigma no se propagó de boca a oreja como ocurrió en la mañana de Pentecostés. El Espíritu Santo se sirvió de visiones a S. Pedro, de sábanas colgando con cuadrúpedos dentro, en Joppe, de cegueras camino de Damasco, en el caso del que sería el apóstol de los gentiles. De un intrépido autoestopista, que por el camino que va de Jerusalén al sur, se aprovecha del vehículo del eunuco de la de Candances, le predica y le bautiza, logrando el primer cristiano de África, estoy refiriéndome al diácono Felipe. Y para colmo de actuaciones de la maravillosa imaginación de Dios, la utilización del mar, de los barcos y naufragios, para que el Evangelio se propagase. Ninguna de estas posibilidades tenía prevista la comunidad jerosolimitana, pero ¡pobre Iglesia si se hubiera visto propagada únicamente, mediante métodos veterotestamentarios!.

Acabo, pero para dejar de discursear pongo un sencillo ejemplo. Escribo yo un tema, en forma de parábola y lo cuelgo en alguna de las revistas en las que colaboro. Un día se me ocurre teclear mi nombre en el popular e inmenso Google. Sorpresa. Aparece transcrito en una página vocacional de Galicia, en otra piadosa de Extremadura y, para colmo, en lengua portuguesa, en un espacio Metodista, colgado por una comunidad de Sao Paulo. Sin intervención de arciprestazgos, de comisiones de pastoral, ni de boletines, ni pasquines de propaganda. Tendré que continuar otro día, que disponga de tiempo y goce de calma, sin olvidarme del mundo, sorprendente también, de los YuoTube