XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lista de banquete

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Según me cuentan, los banquetes de ahora, son muy diferentes a los que en tiempos de Jesús se organizaban. Los actuales duran poco tiempo, están señalados los lugares que debe ocupar cada uno de los comensales, lo tienen asignado por escrito y nadie entra en el recinto si no ha recibido invitación y ha dado respuesta. Por tanto, eso de pretender ocupar los primeros lugares, de lo que habla el evangelio del presente domingo, no sería posible hacerlo. Como ocurre con los programas de ordenador, o de computadora, como os guste llamar al aparatito, trataré de someter la narración a un programa mental de conversión de archivos.

Observaba el Señor que había algunos que se hacían notar por los espectaculares deportivos que conducían. Querían deslumbrar a los que habían acudido a la fiesta popular, explicando las prestaciones que tenía su modelo de alta gama. No podían permanecer en el anonimato y se hacían notar en cualquier oportunidad que se presentase. El Maestro no podía callar tampoco, hubiera sido traicionar la misión que le había encargado el Padre.

Sin romper con la fiesta, ni acallar a los que la celebraban, les explicaba lo siguiente:

Procurad ser modestos en vuestras apariciones en público. Aquel que quiera lucirse enseñando las múltiples tonterías que han añadido a su deslumbrante seis cilindros, puede caer en ridículo, si se presenta alguno con un modelo híbrido, que acaparará las miradas y preguntas de todos los interesados en las innovaciones tecnológicas. El mejor diseño de válvulas y culata, el mas moderno y eficiente carburador, pierde todo interés, ante una innovadora pila de combustible.

Vosotros, si queréis quedar bien entre los asistentes, sed modestos y discretos. Hasta me atrevería a deciros que una pizca de timidez, ayuda. El altanero y creído de sí mismo, el socarrón y prepotente, pronto deja de interesar y si insiste cae en ridículo.

Y en cuanto a invitar a comidas y merendolas, ateneos a las costumbres de vuestro tiempo, cuando se trate de actos de empresa o de compromisos de asociacionismo. Debéis en estos casos obrar con el mismo rigor con que efectuáis vuestra declaración de renta. Pero, como ocurre con los tributos, una vez efectuados los trámites, olvidaos de ellos.

Otra cosa es la invitación a compartir alegremente una suerte que os ha caído. En estas situaciones, sed sinceros, no invitéis por compromiso, no penséis en los banquetes a los que habéis acudido por protocolaria invitación. Vosotros acordaos de aquellos a los que los demás olvidan. Invitad a quienes puedan alegrarse con vuestra gozo. A los que su presencia alegrará vuestra cotidiana existencia. Al emigrante que nunca ha asistido a una fiesta del país. Al que ni siquiera se ha puesto ni tiene una corbata. Al que desconoce los guisos y bebidas de vuestra tierra y no podrá invitaros a que probéis las de la suya, porque no tiene dinero ni para pagar los portes.

Mis queridas jóvenes lectoras, vosotras que por ser mujeres, estáis más capacitadas para organizar fiestas, vosotras que lucís modelitos de última aparición, que os regalan perfumes de postín. Cuando invitéis, atreveos a vestir elegantemente y con gracia y soltura, algo procedente de rebajas del año anterior y a perfumaros con una sencilla colonia fresca. Poneos una graciosa cinta de color vivo, que enmarque vuestro precioso rostro ovalado, que dé gracia a vuestra mirada y colgaos un original y barato collar étnico. Invitad con cara sonriente, a aquellos que marginan en vuestra escuela. A aquellas a quienes nadie invita. A aquella monada de jovencita, siempre triste, porque si a un chico le ha gustado y le pide la dirección, después de habérsela encontrado arrinconada y extrañado por el desinterés de los demás, al saber que habita en una chabola, resulta que pierde distraídamente el papel donde la había anotado. A esta chica, a aquel chico que tartamudea, a aquella africana triste, que ocupa su tiempo libre en cualquier trabajo que pueda aportar dinero a su casa, para sus hermanos que no han podido venir. Atrévete también a invitar gentilmente a la merienda, a la que dicen que gana algún dinero, cediendo sus encantos corporales a escondidas, ya que no tiene medios para conseguir tener lo que las demás poseen. A todas estas debéis invitar.

Vuestras invitaciones, vuestros juegos, vuestros paseos y excursiones, mis queridos jóvenes lectores, deben ser diferentes a los de los demás, porque deben ser de otra índole, los propósitos que habéis tenido al proyectarlas.