Centenario del escultismo

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Era cuestión de coherencia. A las 7.57 de la mañana del 1 de agosto, estaba allí donde en el lejano 49 pronuncié mi promesa scout. Llevaba el texto de la ley, el de la promesa y la oración escrita por el P.Sevin. Había ajustado el reloj con precisión. El entorno había cambiado, los matorrales eran árboles y los campos de cultivo urbanizaciones. Estaba yo solo, sin que nadie me viera o escuchara, no importaba, sabía que por todo el mundo, millones de personas renovaban como yo el compromiso  aceptado libremente un día. No sentía emoción alguna. Era un deber de honradez y  solidaridad. Como a tantos contraídos, he procurado serles fiel. Me había desplazado 20 km. Al volver celebré misa. Había puesto frente al sagrario un ramo de lirios. Es sabido que nuestro emblema, la flor de lis, es su estilización, símbolo de pureza e idealismo. Dejarlo allí había sido una plegaria. Pedí por los scouts, principalmente por que habían hecho ruta junto a mí. también por los desconocidos que aquí, o en lejanas tierras, pretenden como yo ser fieles. Invoqué a Dios para que inspirase a alguien que, como en otro tiempo B.P, supiera dar una respuesta idonea a las necesidades de la juventud. Conecté después con la TV vaticana, quise escuchar el saludo y bendición del Papa a los scouts que con él estaban. La recibí emocionado, me sentía incluido. Acababa de decir él que la hacía extensiva a los de todo el mundo, obviamente, yo era uno de ellos. 

Estoy convencido de que las genialidades de Baden Powell, al que el Papa nombró explícitamente, son validas aun hoy en día. Creo que las intuiciones de los scouts católicos, principalmente franceses, son de actualidad. Ha habido en el siglo XX fundadores de notoria categoría en la Iglesia y en la sociedad. Muchos de ellos no han hecho más que sacar del cajón de la historia viejas ideas y traducirlas al lenguaje de hoy. Han sido oportunos y respondido con palabras nuevas a necesidades del momento. Pero no han aportado nada nuevo. Los tiempos cambian y al vino nuevo, hay que proporcionarle odres nuevos. (No estoy refiriéndome al cogollo del Evangelio, que es inmutable). El movimiento scout si que fue algo nuevo. Vuelvo a recordar a Cornette, Sevin, Larigaudie, que sí representan, en la historia de la espiritualidad católica, anclados en la genialidad de Baden Powell, savia nueva. Lo supieron ver los Papas, desde Pio XI, pasando por Pio XII que dirigió a los guías franceses un mensaje autógrafo, hasta Benedicto XVI, el pasado día uno. 

No simpatizo con la idea de llamar método, cuando designo al escultismo. Por lo que compruebo, el Papa tampoco ha usado esta palabra. Como él, prefiero llamarlo movimiento reconociendo que incluye una peculiar pedagogía.  

Sin pretenderlo explícitamente, el escultismo es escuela de jefes. Aclararé ideas. En su seno, viviendo apasionadamente los ideales que se nos proponían y libremente aceptábamos, no se nos preparaba para ser mandamases. Se nos armaba para la vida adulta como un gran juego. Aprendíamos a buscar soluciones concretas, en situaciones imprevistas, sin huir de responsabilidades y aplicando técnicas que  nos estimulaban al progreso personal. Este es el cometido de un jefe. El mando es otra cosa y conseguir el poder económico o político todavía resulta más alejado. En este país donde el ser scout representaba, en aquellos tiempos, una serie de dificultades, nos preparábamos para un futuro que sería distinto del que entonces vivíamos. Y el resultado fue que, cuando cambiaron las circunstancias, se pudo observar que la mayor parte de dirigentes sociales, se habían formado en el escultismo o en la JOC, (movimiento hermano) 

El "Gran Juego" era divertido, apasionante, a diferencia de muchos "juegos educativos"  tan de moda posteriormente, que no gozaban de esta particularidad. Alegremente nos preparábamos para el gran juego de la vida. Confieso que aquellas actividades me han sido posteriormente exigencia personal y acicate para mi vocación evangelizadora que he practicado en el seno de la Iglesia.  

Las cualidades inculcadas por el escultismo fueron caballo de batalla en mi época de seminario. Aducían los educadores, que eran simples virtudes humanas, de rango inferior. El seminarista, advertían, se debía a las sobrenaturales. Pasaron los tiempos y el olvido de la simple honradez humana de tanta clerecía, han sido motivo de  que muchos se hayan alejado de la Iglesia. Aquella oración que al apagarse el fuego de campamento recitábamos y que decía entre otras cosas: enséñanos a darnos sin miramientos ni cálculos, continúa siendo valida y estímulo en muchos instantes de mi vida. ¡Cuantas veces he tenido presente la reflexión de G. de Larigaudie! "Era bella, salvajemente bella... solo había que hacer una cosa, no la hice... El día del Juicio, si no tengo otra cosa que ofrecer, le presentaré al Señor, todo lo que por su Amor, no quise experimentar (he resumido). Yo también he tenido junto a mí preciosas jóvenes, lo eran por su apariencia física y su belleza espiritual, y he sabido rehusar, sin ofender. Y ha continuado la pura amistad y he gozado del inmenso amor de Dios. Si el escultismo no me lo hubiera enseñado, difícilmente podría hoy hablar así. Dice Guy: para viajar son necesarias dos cosas: un smoking  y un saco de dormir. Traducido a la realidad de hoy, el smoking  para mí es el Nisan-micra y el saco de dormir continúa siendo lo mismo y siempre me acompaña. La oración, al ritmo del motor, mientras voy por tramos de carretera archisabidos, la aprendí de su bien hacer, durante el raid París-Saigón.  

Perdí la horquilla que me entregaron cuando fui investido guía. El hacha no. Por los caminos que la prodigiosa imaginación de Dios me ha ido proponiendo, pese a que tantos me marginaron, siempre he recordado esta herramienta y he sabido abrir camino, como me lo dijeron debía hacer. Me he fabricado una nueva horquilla. La división superior,  es símbolo del bien y el mal, siempre debía escoger el bien, me lo advirtieron y he tratado de cumplirlo. El bastón que la prolonga es bordón de peregrino. Estos días, puesto el pulgar en la confluencia de las dos ramas, y apretado el puño al palo, he rezado junto al Sagrario: Jesús, tú eres el camino, que vaya siempre por él, sin extraviarme. Que yo mismo sea camino para los demás. Que no me detenga en mi ruta. Que aún siendo viejo, continúe progresando... La he dejado junto al altar, apoyada en el Sagrario. Confieso que el mirarla me estimula mas que una devota imagen. Después le he dicho a Nuestra Señora de la Ruta, que vaya siempre tras las huellas de su Hijo o con su Hijo, como fue ella al encuentro de Isabel. 

Excepto en algunos países como Italia, aparentemente, se ha apagado aquella llama que  ardió en nuestro corazón. Los grupos scouts que así se denominan hoy, conservan muy poco de las riquezas espirituales de las que he venido hablando. Pese a constatarlo, estoy seguro de que no se ha extinguido la espiritualidad scout y que de nuevo, en algún lugar, un día ignoto, volverá a impregnar la mirada soñadora de una juventud que es preciso surja. Que el beato Marcel Callo, scout y jocista, interceda para que se acelere la llegada de este renacer.

 



.