Le Puy en Velay

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Por tercera vez emprendí en agosto el viaje a esta población francesa. La primera vez que quise ir se averió el vehículo, la segunda equivoqué el nombre y me encontré en la cima de Puy de Dome y ya era tarde para rectificar. Son los inconvenientes de conducir de noche y limitarse a leer letreros con rapidez. Esta vez estudié bien en el mapa el recorrido y me dejé conducir por el navegador. Cuando llegué al centro del lugar, me parecía un sueño. ¿Por qué me interesaba este sitio del que muchos lectores será la primera vez que oyen hablar? Le Puy es uno de los grandes santuarios marianos de la vieja Francia. La estatua de bronce, que corona el paisaje desde una soberbia altura, mide 23 metros, es fruto de la fusión de 213 cañones capturados a los rusos y ofrecidos por Napoleón III. No era este detalle anecdótico lo que me atraía.

Le Puy era la única de las cabeceras del Camino francés a Compostela que me faltaba visitar y sólo algo más de 600 Km. me separaban del lugar. Hay gente que busca saturarse de sol, impregnarse de agua del mar y tostar su piel. Otros probar gastronomías exóticas. Los más, sencillamente, descansar. Yo ambiciono enriquecerme de contenidos humanos y, preferiblemente, que sean de sabor cristiano. Recordaré que la cultura Europea la hicieron los monasterios, la jalonaron las grandes catedrales y que este rico contenido espiritual, circuló por el camino de Santiago. Quien ignore esto y desee entender al viejo y pequeño continente, se sentirá desorientado. Las modernas autopistas son maravillosas, nos trasportan a nosotros y a las más variadas mercancías, de un extremo al otro, pero no dejan huellas. No ocurrió esto con la ruta jacobea.

Ya por los años sesenta me di cuenta que era en Francia donde se tomaba en serio, donde se apreciaba cristianamente, la población gallega. El primer ejemplar del "Calistinus" lo adquirí en Vezelay. En España, excepto la iniciativa aislada de la peregrinación de la juventud de A.C, me parece recordar que fue en 1948, de la que derivarían posteriormente los Cursillos de Cristiandad, no se ha sabido aprovechar este maravilloso recurso espiritual que poseemos, al contrario de lo que ocurre en la vieja Galia. Le Puy es uno de los inicios del camino francés. Me dicen que el motivo está en que su primer obispo ya peregrinó a la Tumba de Santiago. Explicaré hoy algo de lo material que vi. La semana próxima, Dios mediante, alguien de lo vivo que encontré.

La situación y la inclinación del terreno, ocasionan que la entrada a la catedral se efectúe por el ombligo del edificio y la salida por las orejas. Es una forma de expresarse. No destaca ningún pórtico, ni retablo especial, no obstante la ambientación, el clima espiritual que se respira, es maravilloso. Todo él esta impregnado de peregrinación. Ser peregrino es una manera de progresar en la santidad. Es, como ya dije un día, una vocación divina transitoria. Se inicia la ruta con la mirada interior vislumbrando una lejana meta. Compostela dista 1600 km. Cada día, según leo, muy de mañana, se celebra la misa del peregrino, la preside habitualmente el obispo, después viene la bendición, la entrega del documento y la despedida. Al pie de una imagen de Santiago un cartel ofrece la posibilidad de anotar una súplica y depositarla allí, para que un peregrino vaya rezando esta petición. Una tal ambientación eleva el espíritu. Súmese, que unos carteles estratégicamente colocados, de clara lectura, resultan ser eficaz catequesis, y un silencioso y aislado recinto, una capilla, invita a la oración. En Le Puy el "camino" se hace seria proposición de santidad. Nunca he entendido a aquellos que queriendo realizar algo peculiarmente cristiano, suben a un vehículo, se apean luego y caminan un trecho del tradicional recorrido, para volverse a casa satisfechos. Como si el camino tuviera poderes mágicos. Juzgo tal práctica, que sin duda puede resultar alegre, culturalmente interesante, socialmente útil y hasta, si se quiere, piadosamente provechosa algo infantil. Me sugieren comentarios a la manera de los Benitez o Sánchez Dragó de turno. Por supuesto que, a diferencia de lo que ocurre en estas tierras, no hay que pagar ninguna entrada y que ofrecen algo más de lo que me propongo escribir otro día.