Las siete especies

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Desde hace algún tiempo hemos emprendido, dos biólogos y yo, la empresa de elaborar un libro cuyo contenido se refiera a las especies animales y vegetales que se mencionan en la Biblia. A los lectores habituales no les extrañará el empeño, pues, llevo bastantes años dedicado a semejantes menesteres. Quisiéramos que fuera muy en serio. El texto revelado se refiere a unos seres vivos que no siempre se conocen bien y de aquí que el mensaje que pretenden trasmitir, a veces, no sea del todo claro. En ocasiones se desconoce con exactitud a que animal o planta se refieren, ya que se han desdibujado los recuerdos y, en estos casos, es preciso advertirlo. Deseo de antiguo, que la Palabra de Dios sea conocida y apreciada, espero que el volumen iniciado ayude a conseguirlo.

Narrando episodios con fluidez y tratando de que resulten atractivos los contenidos, creo que es una buena manera de estimular la lectura directa. Por otra parte la colaboración de científicos que con honradez avalen, expliquen y enseñen los detalles de los seres vivos mencionados en la Biblia, puede resultar una aportación útil a los mismos autores que, desde su especialización en textos, exégesis se llama su labor, desconocen en ocasiones, detalles de orden biológico. Mis lectores pues volverán a encontrarse con artículos semejantes a los que he venido publicando, reflejo del proyecto del que he hablado. Son suficientes estas explicaciones.

Al israelita, esclavo en Egipto, posteriormente fugitivo por el desierto, se le había dicho y repetido que tendría una tierra que manaba leche y miel. Dicho de otra manera unos territorios donde sus ganados podrían pastar y prosperar. La miel, no se conocían por entonces las colmenas, era muestra de que el país no sería mísero en recursos.

Cuando indagamos la riqueza de la que pueda gozar un territorio pensamos siempre en el petróleo que puedan contener sus entrañas o en los minerales que puedan albergarse en los repliegues de su superficie, sean de utilización industrial o en joyería. Si uno piensa en sus campos, imagina que para que puedan proporcionar prosperidad es preciso que sus frutos, sus fibras o sus maderas, resulten aptos para la exportación a otros países. Es nuestra manera de apreciar y precisar, en otros tiempos eran diferentes. El Deuteronomio (8, 7-8) habla de otras riquezas, de otras golosinas. Afirma que la tierra prometida le brinda al fiel: aceitunas, higos, dátiles, trigo, cebada y uva. Cabe preguntarnos ¿es esto lo que nosotros ambicionaríamos? Y al contrario ¿no imaginamos que podríamos vivir sin ellas? No obstante que pueda ser verdad, hay que reconocer el valor que para aquellas gentes tenían. Con la cebada se elaboraba el pan que el israelita comía cotidianamente. El trigo era el cereal de lujo, para el de las fiestas y para las ofrendas a Dios. El aceite extraído de la oliva, era condimento, ungüento medicinal y hasta vehiculo para elaborar perfumes. La granada era una de las supremas bellezas que podía contemplar, cualidad que todavía conservan, de aquí que en estos frutos se inspirasen muchos de los adornos de edificios o de vestidos. La higuera es un árbol capaz de vivir sobriamente y proporcionar dos cosechas, endulzando el paladar. El dátil era el preciado fruto de la palmera, mojón que señalaba indispensables humedades para el caminante del desierto y de exquisito sabor. Para entender el aprecio que sentían por el higo y el dátil, no hay que olvidar que, en aquel tiempo, se desconocía el azúcar. De la uva salía el vino que alegraba la vida. Estas especies o clases, que de las dos maneras son llamadas, constituían por legítima tradición, el objeto de las dádivas, de las primicias, ofrecidas a Dios en el Templo. Gente ruin, había introducido la obligación de otras plantas de ínfimo valor, a la vez que olvidaba enseñar debres religiosos de mayor calibre. El Señor Jesús fustiga tales procederes.

El sueño del judío, y la promesa divina, era que cada familia tuviera una casita con su parra y una higuera. ¿Son más felices los hombres de hoy, propietarios de un chalet con amplios salones, abundante césped a su alrededor y albergando un potente todoterreno, amén del monovolumen, en su garaje?