La palmera (II)

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Abundando en Tierra Santa, la palmera nunca es árbol vulgar. Es protagonista en fiestas judías. En sukot, los israelíes llevan alegres sus palmas, casi abrazados a ellas. Se trata de las fiestas que les recuerdan su vida de peregrinos por el desierto. Las pasan muchos de ellos en cabañas de techos de hojas de palmera entrelazadas, para que no les dé el sol. Eran las más alegres del año. No poseen la profundidad del Yon Kipur, el gran perdón, ni del Pesaj, la Pascua liberadora. Coincidían antiguamente con el final de la vendimia, de aquí que, a su carácter de conmemoración histórica, se le añadía el descanso físico. En el mundo palestino, he observado en los entierros que los hombres empuñan palmas. Se trata de ramas cortadas y sin ningún arreglo, quiero decir que ni están decoloradas, ni rizadas, como las nuestras del Domingo de Ramos. Las verdosas terminaciones de sus hojas se mueven libremente. Buen símbolo de belleza y esperanza.

Tamar significa en lengua hebrea Palmera. Este nombre corresponde a varias poblaciones, sin olvidar que la ciudad más baja del planeta, Jericó, es llamada en el texto bíblico, en más de una ocasión " la Ciudad de las Palmeras" y aun hoy en día se merece el calificativo, ya que este gran oasis, contiene una enorme cantidad de ellas. Contemplar la ciudad desde la Cuarentena, es un espectáculo extraordinario.

Tamar es también nombre de mujer. Las protagonistas que con este nombre aparecen en el Sagrado Libro, no tienen una historia demasiado brillante. La primera Tamar, que se cita en Ge 38,6, es la nuera de Judá. Su marido no es ningún dechado de bondad y, al quedar viuda, su suegro la olvida, cosa grave según las costumbres imperantes. Ella se las apaña y, en un episodio de aquellos que la gente bienpensante llamaría peligrosamente morboso, consigue llamar la atención de Judá y salirse con la suya. Eran artimañas de aquellos tiempos, cuando los criterios morales diferían de los nuestros o más bien, su escala de valores, estaba estructurada en diferente orden. A aquella que nosotros borraríamos de nuestra memoria, el texto de Mateo (1,3) no la olvida en la lista de los antepasados de Jesús. La otra Tamar es una chica desdichada, su atractiva belleza, ocasionará su desgracia. Deseada por su hermanastro Amnón, es violada arteramente (II Sa 13,1). (otra narración no apta para menores). Otra es hija de Absalón.

De la palmera se extraía un vino y de sus frutos pasteles como los que ofreció David al pueblo, con motivo del traslado del Arca (II Sa 6,19). La elegancia de la palmera es suprema, por eso se dice del cuerpo de la amada en el Cantar, que a ella se le asemeja.

El Salmo 92,13, afirma que la palmera es símbolo del justo. Posteriormente en Mac 13,51, en Jn 12,13 y en Ap 7,9 lo es de victoria y la iconografía cristiana ha puesto la palma como emblema de martirio.

Añado, que no es árbol apto para la ebanistería, pese a que ya en la antigua Babilonia se pretendiese tal utilización y en nuestros días, también se haya ensayado. Los ejemplares pueden ser masculinos, carentes de fruto, o femeninos, que en su correspondiente época y si han sido fecundados gracias al viento que les ha traído el polen, cargadas de dátiles. Hace poco, se han encontrado semillas de época bíblica, se espera germinen y crezcan y, dentro de unos quince años, saber con certeza si las plantas de las que nos habla el Texto, coinciden con las nuestras. La Biblia nos la hace sugerente y ella se suma con su provocador encanto, espero que el lector que la encuentre, nunca pase de largo, que se detenga y mire, con la reverencia que su simbolismo le merece.