Insectos (II) Pulgón-Hormigas

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

El pulgón no tiene nada que ver con la pulga. Claro que ambos son insectos, de aquí artrópodos y por tanto invertebrados. Que se me perdone esta lección barata de biología. Continúo, pues. Aparece en 6 ocasiones, siempre como animalito perjudicial. Todo el mundo estará de acuerdo que estos seres, que se agarran a los tallos tiernos de las plantas, chupando savia y secando ramitas, resultan siempre desagradables. Añádase a lo dicho que su apariencia casi siempre también lo es. Bíblicamente, huelgan los comentarios, proclaman en toda ocasión, malos agüeros.

Lo que explicaré como experiencia personal respecto a los pulgones, a más de uno hará sonreír, pero no por ello declino decirlo. En mi quehacer sacerdotal, los pulgones me resultaron muy útiles en otros tiempos y, como sin duda pueden continuar siéndolo, referiré hechos. Hace unos años, hay que reconocerlo sinceramente, la enseñanza religiosa era mucho más rica que en la actualidad. Le sobraban contenidos y carecía de pedagogía, no lo dudo tampoco. Estudié apologética en quinto, historia sagrada en segundo, eclesiástica en tercero y no sé cuantas cosas más. Tal vez con tantas verdades metidas en el buche, éramos incapaces de asimilarlas. Sea porque lo que fuere, una cuestión intrigante para la edad joven de hace un tiempo, una verdad de Fe que les costaba aceptar, era el sublime momento de la Encarnación, su realización concreta. Confieso que no fue mi caso y todavía recuerdo que, contando el catecismo estas cosas, precisaba que había sido "como un rayo de luz que atraviesa un cristal, sin romperlo ni mancharlo". En cambio, me encontré muchas veces con muchachos, no recuerdo que hubieran sido chicas nunca, me contaban sus dificultades para aceptar la doctrina cristiana, porque no entendían que una virgen fuera capaz, ella sola, de quedar embarazada y dar a luz "sin romperlo ni mancharlo". Sacaba yo entonces mis elementales conocimientos de genética de 7º de bachillerato y les explicaba que un pulgón, el tan común del rosal, unas veces se reproducía sexualmente, mediante la cópula macho hembra, y otras partenogenéticamente, es decir las hembras engendraban ellas solas, sin entretener sus desvelos chupa-savias en juegos de otra índole. Lo que la naturaleza ofrecía en este y otros casos periódicamente, había querido Dios que se diera en la deliciosa doncella de Nazaret. Las dificultades religiosas derivaban, a partir de entonces, por diferentes derroteros. Hoy, por desgracia, los problemas son muy otros. Lo he explicado, por si a algún lector le puede ser útil y para que no observe con mucha repugnancia a estos insectos que, como todo en esta mundo, para algo pueden servir. Hoy en día se podría mencionar la experimentación de laboratorio, donde se ha conseguido resultados semejantes. Pero no hay duda, acudir al vulgar parásito, resulta más fácil que explicar métodos artificiales.

El pulgón en la naturaleza va muy unido a la hormiga. Forman muchos vidas simbióticas (obsérvese que no digo se trate de simbiosis, al estilo de la de los líquenes o de los escolítidos). Las hormigas protegen a los pulgones, a veces los guardan en invierno en sus nidos y los sacan en llegando el buen tiempo y los "ordeñan", es decir, extraen de unos tubitos que segregan un líquido dulzón, nutriéndose con él sin esfuerzo alguno. Entre nosotros, allí donde hay pulgones, encuentra uno siempre hormigas.

Estos fabulosos insectos que forman desde complicadas madrigueras subterráneas, hasta grandes conos de tierra de un metro, pueden guardar pulgones, sus mismas larvas y abundante grano, han sido utilizados por autores del Antiguo Testamento para trasmitir enseñanzas reveladas de laboriosidad. Nuestra tradición en fábulas e historietas, también ha visto siempre en ellas esta cualidad. O casi siempre. No sé cual de los dos ilustres Fray Luis, las denostaba, porque su proceder era contrario a la solicitud que por todos los seres tenía la Divina Providencia, que se preocupa de lirios y pájaros.

Quedamos, pues, que los libros sapienciales inspirados, nos enseñan a través de estos insectos, que debemos trabajar si queremos vivir. Que debemos cultivar minuciosamente la Fe, si queremos conservarla. En el Nuevo Testamento no se mencionan las hormigas, así que podemos, cuando se preste, olvidarlas y vivir nuestra vida "a la buena de Dios", es decir, como una aventura en que lo único imprescindible es la fidelidad a Jesús, a su persona y a su doctrina.