Débora

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

¡Lo que son las cosas! O lo que influye el estado de ánimo. Había escrito tantos detalles y tenía anotados muchos, más sobre aquellos insectos, las abejas, que yo mismo pensé: ¡basta ya!, los lectores van a creer que la Biblia es un tratado de Ciencias Naturales. ¡Acabaré de una vez!. Enviado aquel artículo, me di cuenta del error. Había hablado de bichos y había olvidado a personas. Esperando ser perdonado, explicaré el proceso de mi conversión. Ocurrió así: repitiendo por lo bajo la palabra, fui a parar a "abeja maya" el popular serial de TV. No me costo mucho ver una muestra, pues, en el universal youTube, se ofrecen bastantes. El personajillo tenía su gracia y fueron estos dibujos animados los que me hicieron pensar en personajes bíblicos que se llamaran abeja. Bueno, abeja exactamente no, la gente les llamaba Débora, que es el nombre hebreo del insecto. Así que retrocedo y meto, como si fuera una cuña, historias personales. El orden de aparición lo determinará la importancia del que así se llamó.

*- Débora se llamaba la abuela de Tobías. Que los protagonistas de este encantador libro no sean históricos, no justifica que la olvide. La Fe judía de la familia que vive en el destierro, es una Fe heredada, casi se diría, genéticamente. Cuando las convicciones se incrustan profundamente en la personalidad, se trasmiten libre pero eficazmente, a la descendencia. Conste pues, que Tobit recuerda a su abuela, llamada abeja, para homologar su Fe.

*- Débora se llamaba también la nodriza de Raquel, la esposa predilecta de Jacob. Muchos lectores desconocerán lo que era una nodriza, pues, que lo busquen en una enciclopedia. Claro que algunas traducciones ponen doncella o ama. Algo así debería ser y es bueno ahora aquí recordar aquel bonito relato de "la criada que me vio nacer". Seguramente la que inicialmente pudo ser nodriza, posteriormente se convertió en persona de la intimidad familiar, como tantas veces ocurre. Nos dice el Génesis que cuando murió la buena Débora, cerca de Betel, la familia que viajaba hacia el sur hizo luto y escogieron para enterrarla un árbol sagrado: una encina. Aquella gente no adoraban a los árboles, pero no ignoraba el valor simbólico que pudieran tener ciertos ejemplares. La perennidad de esta especie tan mediterránea, tan longeva, era un buen homenaje a la querida mujer fallecida. La enterraron al pie de aquella encina y la lloraron. De tal manera sufrieron su pérdida, que aquel sitio y árbol, perdió su anonimato y recibió el nombre de "encina de los lamentos". Esta protagonista es testimonio de acogida familiar y fidelidad a un linaje que la adopta, hoy sería preciso que no desapareciese tal ejemplo.

*- Débora, la abeja, es jueza y heroína en aquella etapa tan compleja de la historia de Israel que se rige, más que por poderes políticos o militares, por las sugerencias de Dios, en un régimen casi anfictiónico. Las huestes de Israel están al mando de Barac, militar de poca monta, paradójicamente, pusilánime. Ella, "mujer de pelo en pecho" como se diría de Teresa de Ávila, es profetisa, o, en este momento, ejerce de tal. Rejonea al caudillo, pero solo obtiene de él la promesa de que obedecerá sus órdenes. Salen del poblado, se inicia la batalla, el enemigo huye a la descampada, Sísara, el jefe cananeo, se esconde en la tienda de una extranjera: Yael. Está exhausto y necesita descansar, la mujer le obsequia con un vaso de leche y le tapa, abrigándole. Mientras duerme, le clava en la sien una estaca de la tienda. Se retuerce el guerrero y muere. Débora, la abeja, triunfante y orgullosa de la gesta de su pueblo, canta victoria. Israel vivía entonces atormentado por los vecinos que le roban las cosechas, ya que se aprovechan de la velocidad de ataque y huída que le proporcionan los carros de hierro de los que carecía él. Poseer cobre, sin tener hierro, era una de las calamidades que sufrían los judíos. Su canto, el de Débora(abeja), es un himno epopéyico de los más antiguos que conserva el texto bíblico. Los autores le atribuyen total autenticidad. No lo resumiré, el lector lo encontrará en Jueces 4 y 5, le recomiendo que no se lo pierda, aunque le advierto que tal vez algunas expresiones herirán su sensibilidad, que no es la de aquellos tiempos. Como pensarán algunos, esta abejita, se adelantó en unos cuantos siglos a otra, una jovencita francesa, que consiguió que los ejércitos franceses obtuvieran una victoria que llevaban cien años pretendiendo alcanzarla los varones, sin conseguirlo. Estoy pensando en Juana de Arco. Ni Débora, ni la Doncella de Orleáns, alzaron espada ofensiva, pero ambas dirigiendo a unos soldados, creyéndo lo hacían en el nombre del Señor, consiguieron acabar una guerra de liberación, que militares profesionales no podían alcanzar. Juana tuvo en este mundo peor suerte que la "abeja" israelita. Ella no pudo entonar un canto victorioso, pero su testimonio, como la miel del insecto, alimenta la Fe y el coraje de muchos.

También fue una abeja, la abuelita Ana, que en la explanada del Templo, viendo al Niño de Belén, animó a José y María, y anunció la próxima victoria que la Criatura estaba empezando a realizar.