Pantera-Leopardo-Divagaciones

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Pensaba el otro día en las fieras y la mención que pudiera hacerse de ellas en la Biblia. Evidentemente, excluí de mi búsqueda al león, que sabía de sobras que aparecía. Pensé inmediatamente en el tigre. Lo busqué y, paradójicamente, no lo encontré citado en ningún sitio. A continuación pensé en la pantera. He de confesar que dado que he leído varias veces "El libro de las tierras vírgenes", de Kipling, no puedo escaparme de su influencia. Acudí a diversas versiones bíblicas, al Google y a la imprescindible Viquipedia. Cuento esto para justificar lo de divagaciones. Añado que en el maravilloso lugar de Ein-Guedi, del que, lamentablemente, muchos viajeros solo conocen como lugar para sumergirse en las aguas saladas del mar Muerto, desconociendo sus resabios bíblicos, un cartel avisa al visitante que, además de damanes e íbices, por el lugar hay panteras. No debe haber muchas, ni estar cerca, ya que uno circula libremente, sin ninguna precaución. Redactaré sin un esquema preciso. 

Curiosamente el nombre de leopardo se deriva de león y pantera, ya que, antiguamente, se creía que el dicho animal era un cruce de ambas especies. Añado también que según qué versión uno esté leyendo aparecerá pantera o leopardo. Como tantas veces digo cuando se escribió el texto revelado, faltaban unos cuantos siglos para que Linneo estableciera los criterios de nomenclatura de los seres vivos. 

En un caso es evidente que se habla de leopardo. Se trata de un texto de Jeremías donde se pregunta el hagiógrafo ¿puede el cusita cambiar el color de su piel o el leopardo sus manchas?. Sin que tenga nada que ver, ya he advertido que lo de hoy son puras divagaciones, permítaseme recordar un hecho. Soy amigo de un sacerdote congolés, doctorado en teología y durante varios años rector de seminario. Estuvo un tiempo refrescando conocimientos en una universidad del sur de Francia. Disponía de un vehiculo excelente, matriculado en Luxemburgo. Para poder visitarnos hubo de pedir visado de entrada (seguramente existiendo la UE, hoy no lo precisaría). Le comentaba que yo pasaba tranquilamente de un país al otro, sin que me pidieran ninguna documentación. Tú sí, me comentó, pero mi piel es negra y me delata. Ya puede uno recordar que los blancos somos seres descoloridos, carentes de melanina protectora. Somos los dominantes y tomamos precauciones. Recordaba algo semejante acompañando a una monja amiga y su hermana, procedentes ambas de India. Decía la médico: aquí la gente quiere ponerse morena y nosotros quisiéramos ser blancas. Pero es que de la misma manera, pero a la inversa, me cuentan el desprecio que europeos pueden recibir, en lugares tan dispares como África o Japón, por el hecho de tener diferente pigmentación o rasgos faciales. Digo a veces que la intensidad de la satisfacción de ciertas personas, al volver de la playa, es directamente proporcional al obscurecimiento de su piel. ¿Quedan resabios de la maldición de Caín en la geografía de nuestro cutis?. Será preciso recordar que el bautismo debió lavarnos de estas manchas. 

Los otros pasajes se refieren a la destreza de estas fieras. Sorprende constatar que el mismo Cantar, relacione la llegada de la amada con ellas. Piensa uno en la gracia saltarina de una bailarina de patinaje sobre hielo o en cierta belleza de sorprendente actualidad (¿Quién se atreverá a desdeñar el atractivo de un rostro como el de Marilyn Monroe, sin que olvide y desprecie la belleza clásica de la Venus de Milo o la de Boticceli?)