Epifanía, Ciclo A

Epifanía

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Hace más de treinta años que visite la ciudad de Colonia. Fue un viaje imprevisto, no recordaba nada, así que cuando se me propuso volver con unos compañeros sacerdotes, lo acepté con ilusión. Sin desdeñar la belleza arquitectónica de su catedral lo que a mí me interesaba era otra cosa. Yo quería visitar la urna-monumento, donde se guardaban las reliquias de los Reyes Magos. No es que crea que sean científicamente verdaderas, entre otras cosas porque no se yo que es el cuerpo humano. Del espíritu y del alma algo sé con certeza. Lo importante es la urna que piadosamente los hombres fabricaron, su Fe, la de los que acuden, la de los que asistieron a las Jornadas Mundiales. Repleto de esta ilusión partí, mi propósito era ir a rezar por la gente joven, llámenseles niños o chiquillos. El domingo se lo comuniqué a los que asistieron a misa. A vosotros, mis queridos jóvenes lectores, no os lo pude decir, pero os quería tener muy presentes.

La catedral, preferentemente su interior, y la urna donde convergen las miradas, son tan maravillosas, que no supe hacer otra cosa que contemplar la belleza y fotografiarla. Al salir me di cuenta de que había rezado poco. Me acordé de los que conozco bien y de vosotros que me sois anónimos, me propuse volver. Y pude hacerlo. Sí, pensé en vosotros, mis desconocidos compañeros, y pedí que tuvierais los mismos sentimientos que tuvieron aquellos enigmáticos personajes. Estaba obligado a comunicaros estos sentimientos, antes de pasar a comentaros las lecturas de la misa de hoy, día de la Epifanía.

Hoy va de sabios, de estudiantes, como seguramente seréis muchos de vosotros. Sabio y buen literato era el profeta Isaías. Ve él en su inspirado vaticinio, el futuro de Jerusalén. La ciudad no estaba precisamente en una época de prosperidad. Nunca dominó ni logró ser imperio, como lo fue la de Roma. No obstante, él observa realidades interiores, profundas. Las de la ciudad santa, las del pueblo predilecto, la ciudad sede de la salvación por el Mesías, que en ella se hace Pascua, es decir: Muerte-Resurrección. La del nacimiento de la Iglesia, a la que acuden aun hoy de todos los confines de la tierra. Lo importante no se ve, es efímero, decía San Pablo. (Algo semejante repite el Principito de Saint Exupery). ¿sabemos ver lo oculto, que es importante, aunque no reciba galardones temporales, en pasajeros podiums o concursos?

El secreto revelado a Pablo, el secreto que nos ha llegado a nosotros es que la humanidad, gracias al Evangelio, ha recibido una fabulosa herencia. ¿Sería justo que a alguien a quien un documento notarial le hace destinatario de una fortuna, se lo ocultásemos? He aquí el secreto que se nos trasmite, el secreto que mueve a los misioneros y a los contemplativos que se entregan a su vocación, para que todos los hombres les llegue el conocimiento de esta gran suerte. ¿Quién se anima a contribuir a esta aventura?

Sabio, o tal vez sea mejor calificarlo de estratega político, era Herodes. Sabios investigadores, eran los Reyes Magos. El uno se quedo en su Palacio con los conocimientos que le habían proporcionado sus bibliotecarios. Los otros habían salido de su casa, querían comprobar la efectividad de sus descubrimientos. A veces, hablando con vosotros, mis queridos jóvenes lectores, uno oye: a sí, eso lo estudié el año pasado, pero ya no me acuerdo. Estudiáis para aprobar y condenáis al olvido lo aprendido. Todo conocimiento nos debe impulsar a la acción, cueste lo que cueste, a imitación de nuestros protagonistas de hoy.

Querían encontrarse con el que habían descubierto en sus estudios para adorarlo. No pretendían recibir medallas. Buscaban adorarlo. Eran sabios, pero se humillaron preguntando, diciendo que no lo sabían todo.

Venían de lejanas tierras del Este, por allá donde habían quedado Adán y Eva. Los del lugar, los pastores y posteriormente los viejecitos Simeón y Ana, ya lo habían reconocido, ya le habían prestado su testimonio de vasallaje, ya habían evangelizado, a su manera, a las gentes del lugar. Epifanía es esto: homenaje de los alrededores, de los próximos y de los lejanos. ¿Alguien, desde su simple PC, se presta a un obrar semejante? No os digo: copia tal cosa y envíala a diez personas, no. Os invito a que, desde el rincón donde vivís, a vuestra manera y a quienes queráis, les digáis que estáis prestando vuestro homenaje a Dios, y queréis que lo sepan.

A veces se dice de alguien que es tacaño, o que es un "agarrao". Tristes epítetos, pobres maneras de afirmar lo que es muy grave. Esas personas son egoístas. Ellos, los Reyes, sí fueron generosos y le ofrecieron lo que imaginaron le debía gustar a aquel desconocido rey, que resultó ser un niñito a quien, sin decepcionarles su pequeñez, le entregaron sus dones. Oro que es ayuda altruista. Incienso, que es perfume. La elegancia espiritual de la persona se manifiesta en los regalos que hace. Espíritus andrajosos son aquellos que no saben regalar, o que con sus regalos humillan. Mirra, otro perfume. Destinado a diferentes finalidades. La elegancia es siempre múltiple.

Encontraron al Niño ya aposentado en una casa. Algo habrían descubierto en Él que les hizo capaces de escuchar indicaciones de Dios. Para ir a Belén siguieron una estrella, para marchar, una voz divina les indico por donde debían ir.

En Colonia, junto al arca que guarda el símbolo de estas virtudes y procederes, he rezado por vosotros, para que Dios os enriquezca con las cualidades que tuvieron ellos. Deseo que os llegue algo de mis súplicas. Rezad vosotros también hoy por mí, que pretendo trasmitiros el secreto del que habla San Pablo, sin ser santo como ellos.