Navidad- El primer beso

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Un día alguien se fijo en alguien, vamos a imaginar un chico en una chica. Depositó su mirada en ella. La conocía anteriormente, pero no se había dado cuenta de que aquella chiquilla, a quien hasta había enseñado a jugar, ahora era un sorprendente criatura. Aquellos ojos fascinantes eran los que le habían llevado a perder la serenidad interior, sin abandonar la paz. A dejar de fijarse en otras cosas y pensar solamente en ella. La sentía próxima, la deseaba a su lado. Pudo encontrarla al cabo de algún tiempo. En el lugar había mucha gente, supo, aun así, llevársela a un rincón y hablarle a solas. Le dijo que la amaba. Miró a sus ojos esperando respuesta. Esperando oír que ella aceptaba aquel amor y sentía gozo en ello. El rubor inundaba sus mejillas. Aquellos pómulos que pretendían cerrar los ojos sin conseguirlo, atraían más su mirada. Por fin escucho muy bajito: sí, yo también… Nunca se hubiera imaginado este momento… Él lo había previsto, ella preparado sin saberlo. Se abrazaron y fundieron en un beso. Aquel momento inundó todo su ser y ya ni sabían donde se encontraban, ni que hora era. El amor borraba toda referencia, cualquier dato lo hubiera achicado. Pasaban los años y aquel instante nunca dejó de estar presente. Parecía mentira que en tan poco espacio como ocurrió y en tan poco tiempo que habían pasado unidos, se habían trasformado sus vidas. Cada vez que lo recordaban, se daban cuenta de que el hecho pertenecía a la intimidad más profunda, que ningún intruso debía violar, aunque no desconocer.

Hablaban con quien fuera del día de su boda. Celebraban aniversarios de la fiesta o del instante en que la familia había aumentado. Un álbum guardaba multitud de imágenes, pero ellos no lo miraban casi nunca. Les gustaba, recordando el momento, mirarse a los ojos, mirarse su mirada, cuchichear palabras amables, conocidas, siempre nuevas, al oído.

Alguien pensó que se merecían una fiesta de homenaje. No podían rehusar. Hubo demasiado barullo y esto no les satisfacía del todo. No hablaré de las consecuencias que la siguieron…

No es la historia de un matrimonio convencional. Se trata de dos enamorados excepcionales. Dios por una parte, la humanidad por otra. El "flechazo" ocurrió aquel día en Nazaret, la Chiquilla dijo sí, y en su rubor, aceptación y fidelidad, nos incorporó a todos nosotros. La boda fue en Belén, en la intimidad. Muy poca gente había. Ilusionados sí que estaban. Desde aquel momento existe el matrimonio divino. Por boca de Isaías se proclama: la alegría que encuentra el esposo con la esposa la encontrará el Señor contigo (62,5). Sublime declaración, comparable a lo que dirá Jesús un día: que sean uno como Tu, Padre, y yo lo somos (Jn 17,11). Si la infidelidad por parte de la enamorada, corroyera la relación, oirá al Señor que le dice: te llevaré al desierto y oirás palabras de amor como cuando eras joven (O, 2,16).

Belén, el matrimonio místico lo revive cada Navidad, es el primer beso. Cada mirada, cada ilusión espiritual, por ingenua que sea, lo actualiza .

Se me ha dado la gracia de celebrarlo. En la soledad donde es más fácil escuchar palabras de amor. Sin consumismo alguno. Para colmo, he tenido conmigo un pastor. Mi casa ha sido belén viviente, sin escenografía. Pura felicidad.