Algummim

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

He leído la Biblia siete u ocho veces, no obstante, me encontré la palabreja de marras, hace pocos días, pareciéndome que nunca la había visto y sonándome a madera desconocida. Porque en el II Crónicas, se habla de una madera que así se llamaba y que era una de las materias que hizo traer Salomón a su corte imperial. Añádase que, aficionado desde niño a las manualidades y que he trabajado en una carpintería unos quince años, para entender mi interés por descifrar el enigma. Al simple lector no le importará saber de qué árbol se trata, a mí me picó la curiosidad y me ha tocado consultar diversas traducciones y unos cuantos diccionarios, para seguir escribiendo.

El emperador se encontraba en el apogeo de su reinado. Había recibido la visita de cortesía y de negocios, de la poderosa e intrigante reina de Saba. Codearse con gente importante satisface al vanidoso. Calzarse, cubrirse y adornarse con belleza y exotismo, llama la atención. Salomón bien lo sabía y es en este momento en que el cronista nos dice que, de entre las materias que manda importar, mediante los buenos oficios del vecino rey del Líbano, es la madera que da título al artículo.

Este nombre es el que le asigna una determinada traducción, que es minoritaria, y desconocida entre nosotros. Alguna versión, seguramente para evitar problemas, se sale por la tangente, traduciendo "madera olorosa". Las más, ponen sándalo. Que sea difícil, por no decir imposible, encontrar sándalo en la actualidad, en el Líbano, puede uno contestar, que tal vez los navegantes, buenos conocedores del comercio marítimo, lo importaban de lejanos países, como los monos, pavos reales y el oro. Dicho esto, puede uno estar convencido, con cierta seguridad, de que era sándalo, lo que solicitó el emperador. Salomón estableció que sus palacios se hicieran de madera de cedro y de ciprés. Algunas partes de su mobiliario, incluido el trono, estaban recubiertos de marfil y de almuggim, cosa muy propia de los fastos que exigían aquellas cortes orientales. Piensa uno que el trono estaría hecho de un armazón de pino recio y recubierto de estos materiales preciosos. Se nos dice también, que con la madera mencionada fabricó instrumentos musicales. Cosa muy adecuada, si era sándalo, dada su dureza, tenacidad.

El sándalo en la actualidad es una madera protegida en India. Talar el árbol solo está permitido cuando envejece y está próximo a morir, es decir cercano a los 30 años. No es una especie de troncos gordos, ni de alturas prodigiosas. Lo que la distingue es su suave olor, que conserva siempre. Se puede tener un objeto de este material mucho tiempo en casa olvidado y cuando lo encuentra en un rincón, basta que rasque uno la superficie, para disfrutar de su aroma. No es extraño que en la actualidad sea ingrediente de perfumes de alto precio. En Oriente, explican, se incineran con ella los cadáveres, cosa no del todo cierta, según me cuentan. Los potentados personajes se pueden permitir este lujo, a los vulgares hijos de vecino, solo les ponen un trozo en la pira, lo demás, es madera corriente. Otra utilidad, tal vez la que conozcan los lectores, es fabricar palitos, que se queman en actitud religiosa en templos o como simple ambientador en cualquier lugar. En la Corte de Salomón se debía respirar suave perfume de maderas de cedro, ciprés y sándalo. El ambiente cortesano debía ser lujoso. Olvidémonos ahora de sus injustos derroches, de su harén, de los impuestos que atenazaban a los súbditos, tal como lo hace el autor. Fueron estas maneras, entre otras, las que provocaron que a su muerte el reino se dividiera. Pero los lujos son injustos, máxime los nuestros, que sabemos que tantos coetáneos sufren penurias agobiantes y dificultades para subsistir.