III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 4, 12-23: Cafarnaún

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Antiguamente, en tiempos de Jesús, esta población era un núcleo importante de la baja Galilea. El estar situada junto al Lago le permitía vivir de la pesca. El ser un núcleo de comunicaciones entre el territorio israelí y Siria, la dotaba de fuerzas de ocupación romanas y controles de comercio, aduanas, llamaríamos hoy. Los relatos nos dan noticia de estas características (adelanto las intervenciones del centurión o la captura de un pez que tenía una moneda en su boca, la presencia de Leví o Mateo, cobrador de impuestos). Desapareció con el paso de los tiempos aquella población, pero los franciscanos compraron un terreno que abrigaba las ruinas de la antigua "ciudad de Jesús". Muy estudiado por prestigiosos arqueólogos, excavado con meticulosidad, hoy, cuando visitamos aquellas ruinas, podemos contemplar el trazado de un buen número de sus calles, destacándose la casa de Pedro, allí donde el Señor fue acogido, allí donde durmió, comió y se relacionó con sus conciudadanos. Se encontraron en el lugar restos de anzuelos, agujas de coser, lámparas de iluminación de interiores, etc. Las paredes de una primitiva iglesia que rodean el entorno, las monedas que los peregrinos de muchos y lejanos países, dejaban como recuerdo, sirven para dar certeza de lo que ocurrió. 

 Mis queridos jóvenes lectores, os explico estos detalles para que no dudéis de la verdad geográfica e histórica de las narraciones evangélicas. Que creáis en Jesús como Hijo de Dios, es una determinación libre, un acto de Fe. Arriesgada la decisión, pero no necia. Añado que en el Lago hay abundante pesca, pero sus especies no corresponden a las de los tiempos de Jesús. Lo fueron hasta la creación del Estado de Israel. A partir de entonces se ha repoblado de pescados de más provechosa comercialización.  

Muchos de vosotros conoceréis probablemente la canción "pescador de hombres" estos contornos se la inspiraron al autor. Cuando uno sube en una barca, contempla los pescadores que descargan sus redes, a otros navegando lentamente, siente una emoción indescriptible. Otro día os hablaré, mis queridos jóvenes lectores, de sus características geográficas, me basta hoy deciros que casi todo el año el paisaje está impregnado de una neblina que le confiere un aspecto fantasmagórico y que le facilita imaginar que escucha el pregón del Señor: convertíos que el Reino de los Cielos está cerca. Os invito a que, como texto de meditación, lo cantéis en vuestro interior y os repitáis una y mil veces: me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre… 

He caminado algunos kilómetros a pie por el contorno del Lago, a las afueras de Cafarnaún, repitiéndome interiormente: el Reino está cerca ¡y tu te preocupas de tantas cosas frívolas! Uno se da cuenta de lo limitadas que son algunas, lo estúpidas que resultan otras o lo perversas que son unas cuantas, a las que, lamentablemente, ha dedicado a veces sus afanes..  

Si me leéis, estaréis sin duda muy lejos del lugar que os he descrito, no os aflijáis por no gozar de estas emociones. Yo no os puedo hablar de otra manera, pero también debo deciros, que lo que importa no son las emociones, sino las decisiones que uno puede tomar. El pescado, se aprecie o no su gusto, les proporcionaba medios de subsistencia a los apóstoles. A vosotros serán otras cosas las que tengáis dibujadas para vuestro futuro.  Estando en soledad, buscándola con asiduidad y frecuencia, es preciso os preguntéis ¿qué debo abandonar para poder más libremente seguir al Señor? Dejarse arrastrar por los vicios, entusiasmarse con locura con colecciones que hoy gozan de atractivo y mañana se habrán olvidado, creerse que la práctica de un deporte nos llevará al triunfo, ambicionar un porvenir en el que nademos en abundancia monetaria, son formas de engañarse a uno mismo. Hay que saber conocer el valor de las cosas y valientemente decidirse por aquello que es superior, aunque en aquel momento no le veamos el sentido, aunque suponga esfuerzo abandonar lo que estamos proyectando, lo que más deseamos ahora. 

La escena evangélica del presente domingo es un resumen de una invitación que el Señor les hizo a ellos. Es la respuesta valiente que le dieron y que habían ido meditando. Otros evangelistas lo explican con más detenimiento. Pero, por mucho que uno lo piense, por mucho que el Evangelio nos entusiasme, siempre escoger seguirlo supondrá un riesgo personal. Aquí está la gracia. Nuestro tiempo propone los deportes de aventura como la máxima conquista de felicidad. No se puede ignorar que una vida de novela satisface. Pero los deportes exigen tener costosos equipos y caros desplazamientos. La aventura de Jesús, la aventura con Jesús, la aventura de Jesús conquistando nuestro interior, no necesita ni caros esquís, ni motocicletas que no están al alcance de todos los bolsillos, ni equipos, ni calzado especial. Pueden disfrutar de ella ricos y pobres. El gran juego de la vida es el campeonato más fascinante en el que uno puede participar. Ellos abandonaron sus redes y le siguieron. Y tú ¿qué debes abandonar en este momento?