Miércoles de Ceniza, Ciclo A

Marcos 6, 1-6, 16-18: Cuaresma

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Las culturas, los grupos de personas o de amigos, tienen sus signos de identidad. Lo manifiestan en su vestir o en su adornarse. El significado, muchas veces, solo lo saben los miembros que se conocen y lo interpretan. Otras veces, aparece algo que resulta para todos una novedad. Si tiene éxito, se extiende sin causar sorpresa. Introducir un signo supone un esfuerzo y para que cale, es preciso que este enraizado en lo profundo de la persona. ¡Dios mío! Que rollo os he metido, mis queridos jóvenes lectores. Perdonádmelo, trataba de daros unos principios, para que entendierais algunas cosas de la Cuaresma que se inicia este martes. Podéis olvidarlos, si queréis. Vuelvo a empezar.  

En la mente de los primeros cristianos, después de recibir el bautismo, no se concebía otra cosa que vivir radicalmente de acuerdo con la doctrina de Jesús: ser santos. Estaban convencidos y generalmente cumplían con este programa. Pero la realidad no fue siempre de color de rosa. Volvió el pecado. Algo había que hacer. La Iglesia decidió intervenir para salvar. Si el bautismo de agua no se podía repetir, se aplicaría el bautismo de penitencia. Así fue como el cristiano pecador, suplicó ser admitido al seno de la Madre, de la que su pecado había apartado. Para convencerse de que su arrepentimiento era sincero, para ayudarle en su recuperación, se aplicaba una terapia. Algo semejante a lo que ahora practican las comunidades de recuperación de alcohólicos o drogadictos. O estas instituciones practican algo semejante a lo que practicó la Iglesia desde hace siglos. Primero los penitentes eran admitidos. Debían someterse a un signo. Se depositaba abundante ceniza en su cabeza que, al meterse entre piel y ropa, molestaba, sin enfermar, ni morir. El tiznar el cabello, significaba para la asamblea, su situación interior. Los demás lo veían, se fijaban, interpretaban. No se mofaban, todo lo contrario: rezaban por él. Como en una pandilla ocurre cuando alguien cae enfermo y deja de tomar bebidas excitantes y se acompaña siempre de una botella de agua mineral. Los demás le ayudan a salir de la enfermedad, animándole. Nadie se ríe. Lo mismo hacían los cristianos 

Aquel pecador arrepentido, cubierta su cabeza de ceniza, era el centro de las oraciones. La comunidad con ello se mejoraba. Duraba la estrategia, los cuarenta días que precedían a la Pascua. Si era fiel a la terapia, era recibido solemnemente con diversos signos. Intervenían siempre palabras solemnes de perdón, gestos de cariño (imposición de manos, beso fraternal) acogida alegre en la asamblea. Aquella cuarentena había perfeccionado a todos, así que dijeron que aquellos días eran tiempo santo: la Santa Cuaresma. 

Poco a poco fueron conscientes de que el pecado no era cosa exclusiva de algunos. Se sintieron pecadores todos. Consecuentemente, se sometieron a penitencias selectivas. Al inicio se le señaló con un signo simbólico, les impusieron a los fieles un poquito de ceniza. Una señal de que eran pecadores, les animaron a convertirse. Si la Pascua se celebraba siempre en domingo, la preparación coincidiría en miércoles. Llegó un momento en que, el mismo que presidía la asamblea, también él, se sentía pecador, también puso ceniza en su frente. También practico terapia santa. 

La cosa venía de lejos, de antiguo se había, acertadamente, escogido el sistema. Una vida cristiana sólida, necesitaba asentarse en cimientos firmes. Fueron estos: la oración, el ayuno y la limosna. Todavía el sistema es bueno. Debe traducirse a las circunstancias. Cada uno escogerá que oración le ayudará más. Tal vez pueda practicarla en comunidad, tal vez sea plegaria litúrgica, tal vez no pueda encontrarse con otros y será en la intimidad como se administre la "dosis". La limosna también estará condicionada a su situación personal. Tal vez vosotros, mis queridos jóvenes lectores, no dispongáis de mucho dinero y vuestra generosidad la debáis practicar de otra manera. Jesús dice, en el evangelio de hoy, que vuestra mano derecha desconozca lo que hace hizo la izquierda. Otra manera de expresarse puede ser el dicho popular: haz bien y no mires a quien. Imagino que el Señor también diría: ayuda y olvídate de lo que de ti has dado. Y no esperes nunca compensación por tu generosidad. El tercer ingrediente de la terapia, es el ayuno. Lamentablemente se ha olvidado. Antiguamente la gente podía comer pocas cosas. Algunas le eran más preciadas que otras, por su precio o por su sabor. Abstenerse de ellas: tajadas de carne o comidas pantagruélicas, eran un signo. Ahora a vosotros esto tal vez no os diga, ni os ayude nada. Privarse de algunos alimentos ciertas personas lo hacen sencillamente para mejorar su tipo. Quizá el ayuno deba expresarse en otras cosas: sea reducir o suprimir el tiempo dedicado a videojuegos, a TV o a  Internet. Tal vez el ayuno de complacencias sea, cuando uno tiene sed, beber agua del grifo, quitarse los cascos y que deje de sonar en vuestros oídos el MP3 correspondiente, prescindir de cosméticos superfluos, etc. 

Cuando se va a imponer a un grupo un silencio prolongado, se acostumbra a gritar histéricamente. Antes de empezar la Cuaresma, tres días antes, aquellas gentes que disponían de tan pocas cosas para divertirse, inventaron unos días de locura. Se disfrazaban, cantaban, comían abundantemente: fue el Carnaval. Mantener hoy el Carnaval sin la Cuaresma, es como conservar fósiles de dinosaurios y nunca haber visto reptiles. Ver piedras en una vitrina, sin disfrutar de la agilidad de una lagartija o la espectacularidad, vista a distancia, de un cocodrilo. Una pena. Mis queridos jóvenes lectores, desearía que vosotros, chicos y chicas, cada uno a su manera, vivierais esta Cuaresma mejorándoos. No dejaré de rezar por vosotros y mi plegaria, junto con las otras prácticas, a mí también me santificará y algo, a vosotros, estoy seguro, os ayudará.