Domingo de Ramos

San Mateo 26, 14-27, 66

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

1.- Yo no estaba ese día en el Monte de los Olivos. Ocurrió durante las vacaciones judías de otoño. Todo el mundo se echa entonces a las montañas con sus bártulos, sus flores, sus ramas y troncos para levantar cabañas y agitarlo alegremente. Sin que les falten los frutos más exquisitos. Son días que pasan sin horario establecido. Se levanta uno cuando quiere y duerme cuando le da la gana. Por el centro de Jerusalén sólo hay mercaderes y los altozanos que rodean la ciudad se pueblan de chiquillos que no paran de correr y gritar.

2.- Mi sobrino, para no confundirte, de ahora en adelante siempre le llamaré Jesús, como quiso Dios que se llamara, aunque se me escapará llamarle Maestro o Señor en algunos casos, que ambas cosas lo fue, pasaba aquellos días en casa de sus amigos de Betania. Los tres solteros, como les llamaban los apóstoles. Un día les dijo que quería llegarse a Jerusalén. Sentía necesidad interior de entrar en el Templo. Los discípulos se animaron a acompañarle. Salieron de la villa a pie, el camino sube como un cuarto de hora. En un pequeño rellano, junto a la casa de unos conocidos, desataron su borrico y alegremente se subió el Señor en él. El sendero trepaba suavemente hasta el momento en que, en el horizonte próximo y bajo, se contemplaba, como una aparición, la Ciudad santa. Por mucho que uno haya recorrido este itinerario, la visión le sobrecoge. Se paró un momento también Él, esperando que sus amigos le alcanzaran. Sin saber como, se encontró rodeado de chiquillos, que salieron como hormigas, de no se sabe donde, gritando y riendo.

3.- Los discípulos no se atrevieron a intervenir, se acordaban de aquel día que les había dicho que dejaran a los niños que se le acercasen. Se dieron cuenta de que Jesús quería que fueran aquel día los protagonistas. Le rodearon, llamaron su atención con las hojas de palmera y las ramas de olivo que tenían en sus manos. Como el Maestro sonreía, ellos se alegraron más y empezaron a aclamarle. Tanto gritaron que la gente mayor se acercó para ver qué pasaba. Sin saber quien era, pero dándose cuenta de que se trataba de alguien importante, se añadieron a los chicos cantando y extendiendo sus mantos en el suelo por donde debía pasar. Fue la más antigua alfombra, esta no roja, por la que pasó gente importante.

4.- Preguntaban quien era y los amigos que le acompañaban se sentían enormemente satisfechos de contarles todo el bien que había hecho en su tierra. Hablaban por los codos, satisfechos de ello y sintiéndose importantes. Corrió la noticia como un reguero de pólvora. Era el Esperado, el Ungido, el Salvador. Y se pusieron a cantar acompañándole. Fue el espectáculo más bello que podáis imaginar. Os confiaré que la gente importante quisieron ignorarlo al principio, pero después, viendo que no conseguían nada, se acercaron a quejarse. Él les dijo que aquel día el protagonismo lo tenía la gente joven, que además tenían al gritar toda la razón del mundo. Que pobres de ellos si pretendían acallarlos, que hasta las piedras se sublevarían y cantarían por ellos. Se alejaron del lugar, avergonzados y enfadados, jurando vengarse algún día.

5.- Vosotros, que pasados aquellos tiempos decís que es vuestro amigo ¿habéis hecho en vuestra vida alguna cosa semejante a la de estos chicos, en vuestra vida? Porque yo sé que se le reza pidiendo ayuda, y nosotros sentimos el eco de vuestras súplicas complacidos, sé que se aprende su doctrina y nosotros nos alegramos de que cada día aumente el numero de sus discípulos, pero ¿habéis organizado en su honor, alguna fiesta? ¿Le recibís con la alegría con que se recibe a un campeón? ¿Os sentís orgullosos de estar a su lado, como disfrutáis fotografiándoos al lado de vuestros líderes? Dicho en vuestro lenguaje: ¿sois sus fans?